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Después de

Jueves, 09 de Abril de 2015 Santiago Niño Becerra

Ha causado bastante revuelo el informe que ayer presentó el FMI: eso de que en el futuro el crecimiento va a ser menor de lo que ha sido en el pasado. De hecho este texto es una especie de continuación del que publicó la OCDE el 09.11.2012: ‘Looking to 2060: Long-term growth prospects for the world’, apoyado por otro de la misma organización de  02.07.2014).

Es decir, el texto de ayer del FMI lo que hace es, por un lado, reafirmar una tendencia ya anunciada, por otro, publicitar un mensaje que esencialmente es feo pero parece ser que, a la vez, es inevitable. Bien, y, ¿por qué las cosas habrían de ser necesariamente así?.

Las crisis sistémicas, ya lo hemos comentado, suponen el agotamiento del modelo económico-social vigente y el diseño de un modelo nuevo, sucedió en 1820, en 1873, en 1929, a principios del siglo XV, a finales del XVI, …y está sucediendo ahora. Siempre una crisis sistémica implica un rompimiento, siempre ha supuesto un trauma, lo que ha cambiado ha sido lo que ha venido después: tras la Depresión y la II GM el planeta entró en una fase expansiva como nunca antes en la Historia en la que la mayoría de la población mundial prosperó en todos los aspectos, pero ahora todo apunta que el cambio va a ser hacia un escenario muy diferente.

El modelo que fue instaurado a finales de los años 40 supuso cosas, cosas que ahora sabemos que no eran ciertas, pero fueron supuestos que durante un tiempo funcionaron y fueron muy útiles. Cuando tales supuestos comenzaron a tambalearse se realizó el último que quedaba por hacer: que el crecimiento del consumo-de-todo era ilimitado y que siempre habría forma de financiar tal consumo. Hasta que se demostró lo que tal cosa era: otra falsedad.

Evidentemente, los cambios de modelos acarrean cambios, cambios de y en innumerables parámetros: sólo hace falta comparar cómo era la vida del hombre de la calle en las décadas de 1910 y 1920 y en las de 1950 y 1960. La Depresión posibilitó una concatenación de alteraciones en los modos de hacer que tuvo como consecuencia ir-a-más absolutamente en todos los órdenes apoyándose en los supuestos antes referidos: se fue-a-más porque fue posible, y yendo-a-más podía seguir yéndose-a-más. Cuando el último supuesto saltó por los aires estalló el crash del 2010 precedido de un absolutamente forzado y absurdo estiramiento-plastilina desde el 2007.

Si aquellos supuestos realizados para ir-a-más resultaron falsos, si el último gran supuesto realizado en el 2001 se demostró más falso aún, lo que está haciendo la crisis es enfrentarnos a nuestra propia realidad: no es posible ir-siempre-a-más; más aún: sólo es posible en cada momento ir-a-lo-que-sea-posible: en cada momento, lo que supone un permanente replanteamiento de los objetivos según las circunstancias.

Evidentemente lo anterior implica que no se va a volver al Paraíso 2006, pero, tras constatar cosas como que los recursos son escasos, se implica que la eficiencia va a ser el eje sobre el que va a pivotar el nuevo modelo, no el bienestar, sino la eficiencia. Y eso, evidentemente también, tiene consecuencias; como que los objetivos ya no son ‘lo mucho’, sino ‘lo conveniente’; ni ‘todos’, sino ‘algunos’; ni siquiera ‘el crecimiento’, sino ‘la estabilidad’; y desde luego no ‘el gasto’ sino ‘la productividad’. Y, ¿por qué?, pues porque aquel bienestar ya no es posible porque imposibles son los supuestos sobre los que se basó y, por tanto, lo es el proceso de ir-a-más.

¿Qué el crecimiento potencial va a ser menor? ¡Naturalmente!, el potencial y el real, y va a serlo por una razón muy simple: porque al contrario de lo que nos habían contado, todos y cada uno de los actuales habitantes del planeta es imposible que se coman una chuleta 500 g., que tengan un BMW, ni que disfruten de un jacuzzi en el jardín individual de la casa que, se dijo, cada morador del planeta debía tener para ser plenamente feliz.

El crecimiento va a ser menor, mucho menor, pero estable; aunque sesgado: en algunas zonas, por parte de algunos colectivos: los necesarios: aquellos que diseñarán la tecnología necesaria para profundizar en la eficiencia. Por ello pienso que el envejecimiento demográfico no va a representar ningún problema: a cada día que pasa se precisa menos elementos humanos para generar el PIB que es conveniente. Y pienso también que la inversión en investigación no sólo continuará sino que se incrementará, pero dirigida hacia aquellas áreas que sean precisas.

Pienso que el FMI es benevolente cuando dice que el objetivo debe ser elevar el crecimiento potencial ya que, en el fondo, supone dar una esperanza ‘a la gente’, pero la realidad, sigo pensando, no irá por ahí, sino por hacer coincidir el crecimiento real con el potencial a fin de que el output gap sea cero. Otra película, vamos.

(Todo esto lo comento detenidamente en mi último libro: ‘La Economía. Una Historia muy personal).

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