La Carta de la Bolsa Imprimir Artí­culo

La conversación – 1

Martes, 07 de Mayo de 2013 Santiago Niño Becerra

Lo que viene a continuación es una conversación con una amiga que tuve por mail hace unos días. Es intensa, muy intensa. Llega a la esencia de las cosas; de las últimas cosas. Y roza aquello que se halla detrás de lo que se halla detrás.

Me dice:

“No crees que habría que analizar porqué un banco quiebra, ¿si lo hace por sus actividades especulativas, también han de apechugar los pequeños depositantes, que no ahorradores? ¿Cuántos en España tienen depósitos de más de 100 000 euros? no creo que más del 20% del total. Tal vez sería una manera de compensar la política fiscal regresiva de este país y de los países sureños, en general.

...Y ¿por qué razón entonces se crea un banco malo? todo es una locura perfecta”.

Mi respuesta:

“Pero es que no es un tema para justificar: a partir de ahora es así porque 'tiene que ser así', del mismo modo que hasta 1880 se trabajaban más de doce horas al día y a partir de entonces empezó a implantarse -muy lentamente- la jornada de ocho horas. Se decidió que convenía que fuese así,  punto.

Sobre 'la contribución de los depósitos' fíjate en que hay dos puntos que no se han tratado en las protestas: 1) es un ataque directo a la propiedad privada: lo tuyo es tuyo a menos que sea necesario para salvar algo que conviene a todos, sea tu depósito o tu lavadora, y 2) es un cambio radical en la filosofía de comportamiento: eres responsable de lo que escoges, sea un banco o una lavadora.

Me dirás, ¿y no se puede hacer nada?. Si, montar una revolución, y no para ganarla sino para arrasar con todo; es decir 'la victoria' sería el fin. Horroroso, dirás, si.

Su respuesta:

“No estoy en absoluto de acuerdo en eso que dices "tiene que ser así, es así y punto", no creo en este determinismo fatalista, es así porqué alguien ha decidido que así sea, la economía no es una ciencia natural. Y las ocho horas no sobrevinieron como un fenómeno natural, porqué tenía que ser así, sino que se consiguieron luchando. Y cuando nació la economía lo hizo de la mano de la ética y... " así ha de ser y punto” -plagiándote-

Hoy he leído esto y he pensado en tí: El científico social está obligado a saltar del conocimiento del ser social a la formulación del deber. Está obligado a elaborar propuestas alternativas de cambio, de transformación, para que el reino de lo social pueda ser éticamente aceptable”.

Mi contestación:

“Las ocho horas llegaron porque la productividad había ido aumentando desde 1820 y sobre todo desde que empieza a insinuarse la II Revolución Industrial, Marx lo vio muy claro cuando formula la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capitalismo, pero al capitalismo aún le quedaba mucho recorrido: mucho que ganar, de ahí que impidiese el monopolio a través de la Sherman Antitrust Act y desactivase la oposición social más fuerte aumentando muy, muy suavemente los salarios y reduciendo la jornada de trabajo.

Lo verdaderamente triste es que el proletariado no se transformó en clase media gracias a su lucha, sino porque convino que así fuese: generaba más beneficio un clase media ocupado y consumiendo que un proletario miserizado, del mismo modo que un hombre libre asalariado rendía más que uno esclavo. La tendencia apuntada por Marx se revirtió, la clase media creció, el pleno empleo llegó y el consumo subió primero por los aumentos de salarios y después vía endeudamiento”.

Su respuesta:

“Sí, ya lo sé, todo esto que dices es cierto, los sindicatos y demás organizaciones no son más que correas de transmisión del régimen capitalista pero, también es cierto que la calidad de vida aumentó con las ochos horas de trabajo y que el logro se le atribuye a la lucha obrera. Obreros y obreras a las que engatusaron ofreciéndoles un trabajo y bienes de consumo a gogo, les hicieron creer que su felicidad residía y reside todavía en el consumo, en la posesión de bienes, como tú bien dices.

Pero ¿y ahora? con la pauperización de la clase media? porqué en ese país - España- hay personas expulsadas del mundo laboral de por vida y sin ningún medio de subsistencia, el capitalismo nos quitó nuestra capacidad de supevivencia cuando nos hacinó en megacuidades infernales e inhumanas y nos obligó al trabajo asalariado. Y ahora incluso se niega el salario como contraprestación a un trabajo por el cual sólo se ofrece alojamiento y manutención. En fin, tendremos que buscar la belleza que todavía queda en algunos paisajes y en algunos paisanajes”.

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