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La cuestión que surge ahora, más allá del debate sobre la inflación a nivel mundial, es si se dan las condiciones para ir normalizando medidas extraordinarias

Sabado, 25 de Septiembre de 2021 José Luis Martínez Campuzano

In response to the coronavirus (Covid-19) pandemic, there has been a complementary approach to monetary and fiscal policy in the United States with the Federal Reserve System purchasing extraordinary quantities of securities and the government running a deficit of some 17% of projected GDP. The Federal Reserve pushed the discount rate close to zero and stabilised financial markets with emergency liquidity provided through a new open-ended long-term asset purchase programme. Documento de trabajo del ECB. La conclusión del Documento de trabajo es clara: las medidas monetarias extraordinarias implementadas por la autoridad monetaria norteamericana han bajado el coste de financiación y han amplificado el impacto de las medidas fiscales. Su impacto positivo ha sido clave, también potenciado por la aportación de los bancos privados. Estos han actuado  como vehículo de transmisión de las medidas monetarias y han colaborado con el sector público en el resto de las medidas implementadas.

https://www.ecb.europa.eu/pub/pdf/scpwps/ecb.wp2588~c6429ec7d5.en.pdf?3cf525d90f7b7bbf16c04255f53186b8

 

La cuestión que surge ahora, más allá del importante debate sobre la duración del repunte de la inflación a nivel mundial, es si se dan las condiciones para ir normalizando alguna de estas medidas extraordinarias considerando la mejora de las perspectivas de crecimiento económico.

Recuperar la normalidad perdida es el principal reto que tenemos que encarar como sociedad en los próximos meses. Esto no significa obviar la incertidumbre sobre la evolución de la pandemia a la que aún estamos sometidos ni olvidar lo sucedido en los últimos meses, sería imposible.

La crisis sanitaria ha aflorado tendencias positivas ya existentes como la digitalización de la sociedad, pero también ha acentuado problemas estructurales de tipo social y económico. Es tiempo de redoblar esfuerzos para reconducir los primeros y corregir los segundos, de forma que la recuperación económica actual arraigue, se fortalezca y se haga sostenible.

Es necesario poner encima de la mesa una estrategia clara de crecimiento, enfocada a corto plazo en recuperar el empleo perdido, que resulte de un análisis en profundidad de la crisis y de la situación de partida. Su implementación debe ser coordinada entre los agentes económicos y a escala internacional, para continuar de esta forma lo desarrollado desde el inicio de la pandemia con tan buenos resultados. Los Fondos Next Generation europeos son una baza importante para lograrlo. El sector bancario está preparado y dispuesto para contribuir de forma relevante en el desarrollo de la estrategia adoptada, como han demostrado los bancos en los últimos meses con sus iniciativas para paliar los efectos económicos de la pandemia sobre familias y empresas.

Recuperar la normalidad en nuestro día a día ha de ser compatible con la necesaria responsabilidad que impone la lucha contra el coronavirus. En el caso de las empresas, su responsabilidad va más allá de garantizar la seguridad para evitar contagios. Las empresas se deben a sus clientes y empleados, pero deben ser rentables y solventes para poder seguir adelante con su actividad con total normalidad. Para ello necesitan flexibilidad y autonomía en su gestión, de forma que sean ellas mismas las que impulsen de forma sostenida la recuperación bajo un esquema diseñado por las autoridades. Las empresas también necesitan confiar en que las autoridades tomarán las medidas adecuadas bajo un planteamiento que combine crecimiento económico y mayor control sobre los riesgos potenciales como la elevada deuda acumulada.

La acumulación de deuda privada y pública a nivel mundial a raíz de la crisis sanitaria es un factor de vulnerabilidad ante el proceso de recuperación económica que hemos iniciado.  El Banco de España, por ejemplo, ya reclama una estrategia para ajustar la deuda pública una vez hayamos recuperado los niveles de PIB previos a la crisis. Quizás no se trate tanto de aplicar una política fiscal restrictiva como de hacer mayor énfasis en la reducción del gasto estructural, acompañándolo de ajustes y reformas que propicien un aumento del crecimiento potencial. En este contexto, los fondos europeos son una oportunidad para impulsar el crecimiento a corto plazo y consolidarlo en el tiempo.

La Junta Europea de Riesgo Sistémico (JERS) alertaba hace unos meses sobre las consecuencias indirectas del prolongado escenario de bajos tipos de interés oficiales en la zona euro. Además del nivel de deuda y de la capacidad de los prestatarios de pagarla en un entorno de búsqueda de la rentabilidad por los inversores, la JERS tenía otras áreas de preocupación. En concreto, advertía también sobre la rentabilidad y resiliencia de las entidades de crédito europeas con exceso de capacidad y costes, el riesgo de liquidez sistémico en los mercados financieros, y la sostenibilidad de los modelos de negocio de empresas de seguros y de fondos de pensiones que garantizan rentabilidades a medio y largo plazo.

La estabilidad financiera es una condición imprescindible para el crecimiento. De ahí el esfuerzo de las autoridades para preservarla. En muchas ocasiones, las amenazas que se ciernen sobre ella son precisamente las debilidades e incertidumbres que acechan a la recuperación económica. El aumento de la deuda pública, sin duda necesario a corto plazo para proteger a los más vulnerables y compensar la pérdida de rentas por la pandemia, es una de estas amenazas.  Los máximos históricos alcanzados por la deuda obligarán en el futuro a diseñar una estrategia de ajuste a medio y largo plazo para su corrección. El comportamiento de los mercados financieros también es un factor de debilidad, ya que éstos se mueven entre excesos en su afán de descontar un futuro incierto. La política monetaria expansiva llevada al límite ha sido fundamental para la estabilidad de los mercados a corto plazo, aunque las mismas autoridades alerten del riesgo de desconexión con la economía real. Sobre todo, si la recuperación económica futura es más débil de lo esperado.

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