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Los inversores en acciones deberían temer estas cuatro palabras

Martes, 21 de Noviembre de 2017 Carlos Montero

El mercado bursátil mundial ha mostrado un impulso extraordinario desde las elecciones presidenciales estadounidenses, y los inversores que apostaron por esa fuerza irresistible obtuvieron grandes ganancias. Pero la gente debería pensar mucho sobre otra fuerza que es mucho más fiable que el impulso. Según la historia, es la fuerza irresistible real, y consiste en cuatro palabras: "Reversión a la media".

A pesar de las subidas y las valoraciones, cuando se considera la reversión a la media, el sesgo de Wall Street en el mercado bursátil parece tan exagerado como los espejos en las ferias que alargan a un niño escuálido a la altura de un pivot de la NBA.

Para comprender mejor esa reversión, piense en el S&P 500 como una gran acción. El concepto establece que cuando el precio de esa acción se vuelve extremadamente elevado en comparación con las ganancias que los inversores obtienen de esa acción, ya sea en forma de dividendos o ganancias reinvertidas, el precio relativo a esas ganancias regresa a la media de largo plazo, como si estuviera gobernado por una fuerza gravitatoria.

Entonces, examinemos lo que le sucede a esa relación entre precio y ganancias, o el PER del mercado, después de que se eleva a niveles inusualmente altos, precisamente el escenario a los que hoy se enfrentan los inversores.

La mejor medida para las valoraciones de actuales de las acciones es el CAPE, o la relación precio/ganancias ajustada cíclicamente, desarrollada por el economista de Yale Robert Shiller. El CAPE suaviza las fluctuaciones volátiles de las ganancias al usar una media de 10 años de ganancias ajustadas a la inflación como la lectura actual. La razón es básica: cuando las ganancias suben, los PER no ajustados parecen artificialmente bajos - la imagen probable de hoy en día - y cuando se desploman como en 2009, las acciones parecen falsamente caras. El CAPE elimina esas distorsiones.

El CAPE para el S&P 500 promedió alrededor de 16 desde 1888 hasta 1990, y un número mucho mayor de 19 en el último cuarto de siglo. Una gráfica del CAPE desde finales de la década de 1960 muestra cuatro períodos en los que la medida llegó a extremos. Y es instructivo ver qué sucedió después de que la medida se disparara muy por encima de esos puntos de referencia.

La primera meseta: desde julio de 1962 hasta noviembre de 1965, el CAPE aumentó bruscamente, desde 17 a 24. Para finales de 1970, había caído a su media de largo plazo de 16. El segundo ejemplo: A principios de 1992, el CAPE estaba parado alrededor 19, una vez más, cerca de su nivel normal en las últimas décadas. En julio de 1999, había alcanzado su punto más alto, 44. Luego prevaleció el miedo a las alturas y, en febrero de 2003, el CAPE había disminuido a la mitad.

El tercer caso: después de la gran caída desde mediados de 1999 hasta principios de 2003, el CAPE repuntó a casi 28 en mayo de 2007. Una vez más, la gravedad prevaleció y cayó a 20 a finales de 2010 cuando Estados Unidos salió de la crisis financiera. El cuarto ejemplo se aplica hoy: desde finales de 2010, el CAPE se ha disparado alcanzando un récord de dieciséis años de 31.2 en octubre.

Del análisis de las pasadas subidas sacamos una conclusión básica: el CAPE nunca se ha quedado en 31 por un período prolongado. Solo superó ese nivel dos veces, primero brevemente antes del desplome histórico de 1929, y segundo, durante un período relativamente largo de cuatro años durante la burbuja tecnológica desde mediados de 1997 hasta mediados de 2001. Y cada pico del pasado fue seguido por un desplome.

Aquí está el peligro: si el S & P 500 volviera a un CAPE de 20, justo por encima de su media de las últimas décadas, los precios de las acciones tendrían que caer un 36%. Esta no es una predicción de que tal colapso sea inminente, o que vaya a suceder. Es simplemente un recordatorio de que, si bien el impulso está del lado del mercado, la historia no.

 

Fuentes: Fortune

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