La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

Comienza la liturgia de presentación de resultados y, con ella, la frase de “mejores o peores” de lo esperado

Moisés Romero - Martes, 16 de Abril

Ha comenzado la liturgia de presentación de resultados. La ceremonia, el ritual trimestral aquí y allá. Pero es allá, en EE. UU. donde todo el mundo fija la atención, donde todas las Bolsas confían o desconfiarán del futuro que viene. Liturgia que, con frecuencia, provoca escenas de paroxismo colectivo ¡ohhh! se escucha en las gradas cuando una empresa presenta unas cifras horribles, pero mejor de lo esperado por el mercado. Y ahí la maquinaria de los analistas se pone en marcha y desde los helicópteros se lanzan octavillas, pura propaganda, de que vendrán tiempos mejores y que estos resultados, al fin y al cabo, no valen para nada. Luego, con el paso de los días y de las semanas, el mercado retrocederá por el mismo camino y reparará en el desastre que pueden provocar en los índices bursátiles globales unos resultados empresariales muy flacos, excesivamente débiles. Antes, no obstante, repare, amigo inversor, en la gran ceremonia. Wall Street cotiza en máximos históricos y es posible, que los resultados, aunque malos, sean mejores de lo esperado.

He escrito en más de una ocasión que los antiguos bancos de inversión estadounidenses hace mucho que se pusieron el mundo de la Bolsa por montera y, lo que es peor, se pasaron las recomendaciones explícitas de la Crisis por el forro. Es decir, acamparon a sus anchas. Salvo el número de participantes, ahora más reducido, nada ha cambiado en la actualidad. La banca de inversión anglosajona tocó la trompeta del Gran Rebote y el resto de los analistas del mundo replican sus movimientos y hacen suyas las modas de aquellos, pero con menor rendimiento. En este momento de presentación de resultados, volverán a resucitar un término muy viejo, que conduce a error y provoca más estrés de lo deseable en numerosos actores en los mercados. Se trata del calificativo mejor o peor de lo esperado cuando se refieren a los resultados de las empresas cotizadas, que es el eufemismo y la manera de desviar la atención del balance real.

Mejores o peores de lo esperado, dicen, para enmascarar la realidad. Las acciones suben y bajan, entre otras cosas, porque los resultados son buenos o malos. Los buenos resultados sostienen las valoraciones en curso, incluso las aúpan. Los malos resultados provocan el efecto contrario. Pero si al gentío, a la gran manada bursátil, la azuzamos con otras estratagemas, podremos comprobar que un resultado empresarial malo, pero mejor de lo esperado, tiene efectos balsámicos sobre los precios de las acciones, mientras un resultado bueno, pero peor de lo esperado tiene una contestación bursátil contraria a lo que sería lógico.

No obstante, que nadie se rasgue las vestiduras. El mercado es soberano y al final termina llamando pan al pan y vino, al vino. Pero mientras, cotiza al alza la expresión mejor de lo esperado y la Bolsa no analizará que con los resultados que vamos conociendo los multiplicadores se disparan, es decir, ponen muy caras las cotizaciones actuales y, en teoría, restan potencial de subida a los índices.

Mientras eso sucede, o no, Wall Street alcanza la gloria. La escenografía continúa, así, y el inversor debe aceptarla como tal, al menos a corto plazo. El inversor que no quiera sobresaltos debe permanecer fuera del mercado o asumir que pese a este enfoque de Wall Street y de su modo de analizar los balances, la conclusión es obvia: las valoraciones son excesivas. Se esperan cifras malas.  Pero no desafiemos al futuro. Vamos a ver cómo va la ceremonia de los resultados trimestrales. En ella estamos.

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Moisés Romero




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