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Democracia y economía

DROBLO - Lunes, 27 de Junio

En 2002 fue la única vez que visité Cuba, lo hice de un modo diferente al habitual porque fui a una casa donde me alquilaron una habitación (en el control de aduanas mentí porque había que decir donde me iba a alojar y di el nombre de un hotel) y contraté a una persona que me dio vueltas en coche (auto que estaba a nombre de un extranjero con el que su chica estaba casado o algún chanchullo así) por toda la isla. La única vez que hice algo típico de un veraneante fue cuando me colé en la piscina de un hotel en la Habana para darme un baño en la piscina. El caso es que tenía muchas ganas de palpar la realidad cubana antes de que cayera el castrismo, algo que entonces pensé era inminente. El “chófer”, que no debía tener más de 30 años, era muy crítico con el régimen pero me decía que su padre, y en general toda las personas mayores, tenían una adoración ciega por Fidel Castro. Mientras él veía la incomodidad de la falta de alimentos o la obligación de recoger autoestopistas –era “obligatorio” por la necesidad de vehículos- por carreteras por las que apenas se podía ir por las noches por la evidente falta de iluminación, el padre recordaba que cuando triunfó la Revolución, Castro quitó los autos a los ricos y se los entregó a los médicos para que pudieran hacer visitas a domicilio. Como se puede ver, la discusión ideológicademocracia/dictadura o el tema de los presos políticos eran lo de menos.

Yo no me lo quería creer pero me dijo que mientras estuviera vivo Fidel, y él estaba seguro que duraría muchos años más –y ha tenido razón- nada sustancial cambiaría porque demasiada gente le veía como a un padre. Eso sí, estaba seguro que en cuanto se muriera, la mayoría del pueblo se rebelaría contra el régimen y las nuevas generaciones juzgarían muy mal a Fidel Castro. Catorce años después, no puedo evitar encontrar paralelismos con el franquismo. 4 décadas después, la opinión mayoritaria es contraria al franquismo, incluso hay una “ley de memoria histórica” que pretende borrar los vestigios que quedan de aquel régimen (¿habrá alguna similar en Cuba dentro de unas décadas?) pero lo cierto es que en su día Franco no fue el líder despreciado por la mayoría que algunos películas quieren hacernos creer. Nos guste o no, murió en la cama porque tenía mucho apoyo popular. Y claro que su balance es negativo pero en su momento mucha gente, como en Cuba, no se paraba a pensar en la falta de democracia o en los presos políticos. Por ejemplo mi padre, que vio interrumpidos sus estudios por la Guerra Civil que le pilló en una familia católica en Madrid -que se veía obligada hasta a rezar a escondidas-, y pasó tanta hambre como para encontrar un lujo el comer las mondas de las patatas y la piel de las naranjas, adoraba a Franco. Él se asombraba de poder disponer de hospitales públicos, de las viviendas sociales que se construían y repartían a cambio de un pago mensual bastante asequible, de los bajísimos impuestos… era un obrero sin cualificación que tuvo 8 hijos en 10 años, 4 con problemas de sordera por lo que consiguió el carnet de Familia Numerosa de Honor con el que todos mis hermanos estudiaron gratuitamente en uno de los mejores colegios privados de Madrid y podían viajar en tren con descuentos de hasta el 50%. Ya le podías explicar que otros países en 40 años habían avanzado mucho más que España, a él no se le iba de la cabeza cómo era la España de su niñez y cómo era la España de los años ´70.

Han pasado más de 40 años de la muerte de Franco (aunque en sus últimos años, como le pasa a Fidel, ya no mandaba tanto, de hecho las peleas entre las distintas familias del franquismo están incluso plasmadas en la prensa de entonces, no eran secretas ni se censuraban) y la mayoría reniega de aquella etapa histórica a la que se juzga desde una perspectiva actual como ahora juzgamos al régimen castrista desde una perspectiva europea. Y no defiendo a ninguno de los dos pero en aras de la objetividad, hay que recordar que en gran parte del mundo, la democracia no es una prioridad porque antes de eso está la preocupación material. Y es que la democracia o las libertades civiles, no son una meta para gran parte del mundo, incluso en el siglo XXI. El mejor ejemplo es China, un inmenso país superpoblado en el que hay una dura dictadura con presos políticos y represiones y censuras varias sin que la población se manifieste contra esa situación. Piensan como mi difunto padre, que citando a Franco defendía que lo mejor era no meterse en política. Yo no estoy de acuerdo, ni la mayoría aquí que nos encanta debatir sobre ella pero no es algo común en el mundo. Y tendemos a olvidarlo. Quien conoce bien China sabe que las libertades son escasas, las páginas y servicios de comunicación más populares de internet en Occidente están capados allí y hay más miedo que respeto hacia la autoridad pero los que viven en las zonas costeras están abrazando el capitalismo occidental sin ninguna preocupación por las libertades políticas mientras que los que viven en el interior aspiran a hacerlo como los de las zonas costeras siendo la mayor preocupación de los chinos la material. Y es posible que cuando todo el país viva bien les preocupen otros temas pero de momento el recuerdo de las grandes hambrunas aún está muy cercano. En el mundo musulmán los motivos son otros, la falta de separación iglesia-estado no casa demasiado bien con la democracia y aunque se ha intentado cambiar desde Occidente ha resultado un fracaso. En casi todos los países, incluso los más occidentalizados, el “caudillismo” es lo habitual, y el rey o la autoridad religiosa –que en la cercana Marruecos por ejemplo, es la misma persona- mandan mucho más que los gobernantes votados en las urnas. Salvo alguna excepción, como Indonesia, tampoco la democracia es una prioridad ni mucho menos.

En la actual Europa los países más ricos (Suiza, Noruega, Dinamarca etc.) son los más democráticos, transparentes, con mayores libertades y menor corrupción y los que tienen más problemas son, bien los que tenían dictaduras hasta los años ´70 del siglo pasado en la Eurozona (Grecia, Portugal, España), bien los que sufrían dictaduras comunistas hasta los años ´90 en el resto del continente. No digo que haya una relación causa/efecto pero es difícil ver que sea sólo casualidad. Y en la España del siglo XXI muchos no valoran que tenemos tanto un sistema de derecho muy por encima de la media mundial como una situación material privilegiada para lo que es la mayoría del planeta. Por eso es triste que en la España de hace diez años, con una democracia aún en construcción con muchos problemas graves, éstos se obviaran porque no había crisis. Y eso es curioso ya que al contrario que lo que suele pasar en el mundo, muchos han empezado a preocuparse por mejorar nuestro sistema debido al empeoramiento de la economía, por la decepción por cómo los últimos gestores políticos han gestionado la crisis. El sistema actual no es peor ahora que el de 2006 cuando, por ejemplo, nadie se planteaba el cierre del Senado o de las diputaciones, apenas se criticaba la injusta ley electoral y el independentismo era anecdótico. Si ahora esos temas preocupan más es sobre todo por la crisis y sin embargo, por poner otro ejemplo, las últimas actuaciones policiales y judiciales contra miembros del partido del gobierno son una excelente noticia que demuestra que el sistema, con todos sus defectos, funciona.

Hay que reformar y mejorar muchas cosas en esta España–en mi opinión empezando por una nueva Constitución- pero me sorprende primero que la mayoría no se haya dado cuenta hasta esta crisis económica y segundo el pesimismo y alarmismo de muchos en la actualidad ya que no deberíamos confundir nuestro cabreo por la situación de nuestros bolsillos o por la corrupción de muchos políticos o por su incapacidad para pactar con la suerte que tenemos, desde un punto de vista planetario, de vivir en la España del siglo XXI.

DROBLO




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