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Dilema de un graduado

Santiago Niño Becerra - Jueves, 19 de Octubre

Hace unos días recibí este mail: “Me llamo (nombre de persona), tengo 26 años, vivo en (nombre de una localidad española) y soy graduado en (nombre de una titulación oficial) y máster en (nombre de una especialidad dentro de la titulación referida).

He decidido escribirle esta carta como último recurso esperando que me pueda ayudar en lo que pueda, pues creo que he llegado a un desesperante punto muerto en mi vida en el que ya no sé qué decisiones debo tomar para asegurarme un futuro digno que me permita empezar a construir, de una vez por todas, mi propia historia como persona independiente.

Lo cierto es que, durante mis prácticas de máster en (nombre de una institución hospitalaria española), mi tutor me animó, a raíz de las fundadas dificultades para encontrar un trabajo como (titulado en su especialidad) cuando terminase las prácticas, a opositar para la especialidad (referida), que por si no está muy al corriente, es la especialidad sanitaria más draconiana que existe en España con un promedio de 125 plazas por más de 4000 aspirantes –lo que significa tener que estudiar con total dedicación unos 3-4 años-.

Pues bien, en 2015 renuncié a mi trabajo en calidad de indefinido en una reconocida tienda de deportes para ponerme a estudiar 9h diarias y así llevo hasta día de hoy. Pero con el tiempo, he ido gastando inevitablemente mis ahorros hasta el punto de verme obligado a depender totalmente de la ayuda de mis padres –uno de ellos ya jubilado-.

Ante esta situación, decidí buscar trabajo relacionado con (su titulación), porque honestamente creo que me merezco trabajar de aquello para lo que me he formado. Pero no estoy teniendo suerte. La gran mayoría de las poquísimas ofertas que se ofrecen en (nombre de la región en la que reside) son para trabajar en recursos humanos, y las que están mínimamente relacionadas con mi formación específica, o bien piden unos requisitos que no alcanzo, o tienen unas condiciones laborales que a mi parecer son ridículas, o las dos cosas a la vez.

La verdad es que me siento muy frustrado, impotente, desamparado, desilusionado y con un sentimiento de injusticia que nunca antes había experimentado.

Yo soy consecuente con mi decisión de opositar. Y las quejas que aquí le expongo no tienen su origen en las oposiciones sino en la realidad laboral que tengo como (titulado en su especialidad) en general –incluso como joven en general-. Siento como si llevara demasiado tiempo corriendo encima de una cinta de esas que se usan en los gimnasios sin llegar nunca a mi destino y cansándome cada vez más y más. He llegado a plantearme qué es más adaptativo o inteligente, –o pongámosle la etiqueta que queramos- si seguir esforzándome por conseguir lo que quiero a expensas de mi calidad de vida y el retraso de mi independencia personal o intentar buscar vías alternativas que se ajusten a las demandas del marcado aún sabiendo que esto comporte “colgar” mi trayectoria curricular y subemplearme.

También me he planteado marcharme al extranjero o hacer otro máster para ampliar curriculum pero cuando se me pasan todas estas ideas por la cabeza siento como si estuviera realizando una “huida hacia adelante”, porque la experiencia me está enseñando, intuitivamente, que las reglas del juego están cambiando pero los jugadores todavía juegan con las instrucciones antiguas.

Todavía me queda motivación para emprender cualquier acción, sea cual sea, y cambiar la trayectoria de mi vida a mejor, puesto que veo mi futuro bastante negro. El problema es que ya no sé en quien confiar. Por esto me dirijo a usted con la esperanza de que me pueda orientar o aconsejarme de algún modo”.

Mi respuesta fue:

“De esa profesión desconozco absolutamente todo por lo que nada puedo comentarle. Lo único que se me ocurre es que si su título se halla reconocido en Europa podría considerar plantearse buscar algo en Europa. Las oposiciones siempre son muy complicadas porque intervienen una serie de factores que no se controlan. Otra aproximación: podría plantearse integrarse en un gabinete privado, aunque ignoro cómo está ese tema. Más: ¿existen sustituciones en hospitales y gabinetes?. Lo digo porque esa sería una forma de aproximación al mundo hospitalario. En cualquier caso pienso que lo que debe plantearse son dos cosas: ¿tiene contactos en ese mundo? y ¿piensa que realmente puede tener posibilidades? Y a partir de ahí ...”.

Supongo que quedó suficientemente claro lo de los contactos. No hubo respuesta por su parte. ¿Cuántos jóvenes se hallarán hoy en una situación semejante? Demoledor por lo que significa y por las consecuencias, pero los políticos, todos, continuarán con sus mensajes.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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