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El inversor particular tiene que ser analista, trader y gestor de riesgo

Carlos Montero - Miercoles, 04 de Mayo

Como saben, mi carrera profesional en los mercados financieros ha estado yendo y viniendo entre la gestión patrimonial y el análisis financiero. La labor es diferente. Las preocupaciones también. El aspecto emocional es mucho más pronunciado en el lado de la gestión, que en muchos casos nubla las decisiones pero en otros te hace estar mucho más atento a las oportunidades de mercado.

Creo que es más fácil pasar de gestor a analista, aunque en realidad todos los gestores realizan análisis diariamente, que al contrario. He visto a muchos analistas, buenos analistas, tener una labor bastante deficiente en la gestión real. El motivo es el aspecto emocional al que hacíamos antes referencia.

El trader financiero Sam Eder muestra claramente las diferencias entre un trader, un analista y un gestor de riesgo. Veamos lo que señala Eder:

El analista es responsable del impacto de los datos fundamentales y la imagen técnica en los mercados con el objetivo de conseguir la dirección correcta.

El trader se encarga de ejecutar las operaciones que estén en consonancia con las opiniones del analista. También de la gestión de las posiciones abiertas utilizando una combinación de prudencia y conocimiento del mercado.

El gestor de riesgo es responsable de asegurarse que el tamaño de la posición esté en consonancia con los objetivos de la empresa, que las correlaciones se mantengan bajo control, y que la compañía no esté sobreexpuesta a sucesos inesperados o al incremento de la volatilidad.

Las compañías profesionales de gestión tienen bien diferenciadas las tres labores, con las personas idóneas para cada una de ellas. Los inversores particulares tienen que ejercer las tres a la vez. Un particular tiene que ser un buen analista, para intentar descubrir las tendencias subyacentes de los mercados y posteriormente los valores con mejores perspectivas. Tiene que ser un buen gestor para ejecutar las operaciones en el momento adecuado y gestionarlas según las condiciones del mercado. Y un gestor de riesgo para que esas posiciones no presenten un riesgo para la totalidad de su patrimonio.

El inversor particular tiene que acometer estos tres papeles pero no a la vez. Se necesita un tiempo para el análisis y la evaluación objetiva del mercado. Esto en muchas ocasiones llevará un largo proceso de investigación. Se deberá tener un conocimiento detallado sobre la empresa objetivo de compra y sobre todos los factores externos que puedan afectar a su actividad.

Una vez identificados estos objetivos se pasará a la fase de ejecución. Ahí es donde entra la labor del gestor. Se deberán cultivar las aptitudes para mejorar esta faceta: Conocimiento de la operativa de mercado, control emocional, análisis de la fortaleza de la línea de oferta y demanda en cada momento y activo, conocimientos de la política de diversificación de carteras.

Y finalmente, aunque no menos importante, el papel de control de riesgo. Aquí deberá primar la objetividad y la visión de conjunto, y como en el caso anterior, intentar no dejarse llevar por las emociones.

El éxito de un inversor particular se incrementa notablemente si se trabaja para mejorar cada una de estas tres facetas que intervienen en la operativa financiera. 




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