El lazarillo de Tormes
Santiago Niño Becerra - Martes, 23 de SeptiembreHace unos días recibí un mail de un lector:
“(…) mi padre que es autónomo siempre me dice cuando discutimos sobre el problema económico de España lo siguiente:
"el problema es que durante todos estos años la administración, en general (Estado, CCAA y ayuntamientos) han jugado a competir con la empresa privada. Es decir, no han dejado a la empresa privada la libertad necesaria para poder gestionar cualquier tipo de servicio público o negocio. Los políticos han querido ser ellos mismos los responsables de gestionar y administrar determinados ámbitos y sectores productivos y en algunos casos han dificultado que la empresa privada pudiese realizar de forma óptima su trabajo. En muchos casos la empresa privada se ha venido abajo porque no podía competir con la administración o porque ésta no dejaba la libertad necesaria".
Un ejemplo que a veces me pone es porqué no ha dejado la administración estos años de atrás montar una ITV a cualquier empresario. ¿es porqué solo dejan tenerlo a unos pocos o solo para la administración? ¿por qué un taller de coches cualquiera no puede ser ya una ITV (no interesa)?”
Mi respuesta:
“Dejando al margen que en décadas pasadas el protagonismo de lo público fue mayor porque no había suficiente potencia privada para desempeñar ciertas tareas, en España esa tendencia se vio acusada por los 36 años de franquismo: entre otras cosas el franquismo era muy intervencionista en lo económico porque, per se, era muy controlador. A eso añada una extendidísima aversión al riesgo que impera en España, no tanto por cobardía económica como por falta de posibilidades: el error no es perdonado en España porque los recursos siempre han sido escasos y errar suponía posiblemente no tener otra opción: seguro que la frase ‘La oportunidad solo pasa una vez por delante de ti’ la acuñó un español. (Lo que no quiere decir que no sea cierta). Que duda cabe que no es por casualidad que la postura del Calvinismo ante el riesgo sea más abierta.
Pero son escasos los ejemplos de concurrencia entre empresas privadas y públicas porque era la industria pesada y ciertos servicios donde la presencia de la empresa pública era más numerosa y masiva. El ejemplo de las ITVs es uno de los servicios prestados en régimen de concesión, pero pienso que este ejemplo en concreto lo que ilustra es una desconfianza hacia el papel de ‘lo privado’: ¿serán realizadas de forma honesta y exhaustiva las revisiones pertinentes en el caso de que las realizase un taller privado?.
Porque, desgraciadamente, en numerosos aspectos España continúa siendo “El lazarillo de Tormes”.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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