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“La tecnocracia vuelve a estar de moda, pero muchos no saben lo qué es, tampoco si es buena o mala”

Moisés Romero - Martes, 15 de Noviembre "Me parece especialmente interesante las siguientes reflexiones ahora que tanto se habla de la vuelta de los tecnócratas al poder, tras las caídas de los presidentes griego e italiano y el varapalo fenomenal , que, según todos los pronósticos, recibirá el gobierno español de Zapatero. Vuelve a mencionarse el término Tecnócracia y muchos no saben lo qué es. Tampoco si es buena o mala: El término tecnocracia se deriva de los vocablos griegos tecnos ("técnica") y kratos ("fuerza", "dominio" o "poder"),por tanto, tecnocracia significa literalmente "gobierno de los técnicos". El "técnico que gobierna" es por consiguiente un tecnócrata, o más bien lo que se consideraría como que la tecnocracia es el gobierno llevado por un técnico o especialista en alguna materia de economía, administración, etcétera; que ejerce su cargo público con tendencia a hallar soluciones apegadas a la técnica o técnicamente eficaces por encima de otras consideraciones ideológicas, políticas o sociales. El tecnócrata es quien es partidario o implementa la tecnocracia...", me escribe Luis Cazrola, economista.

y sigue:


“La primera tecnocracia que se concibió fue la del gobierno de sabios en la República de Platón.

El término tecnocracia se impone a partir de los primeros años 1930 para indicar la progresiva expansión —alentada por parte de algunos, temida por otros— del poder de los técnicos de producción (químicos, físicos e ingenieros) basado en el supuesto de que quien está capacitado para gobernar el proceso industrial empresarial está capacitado para gobernar no solamente enteros sectores productivos, sino también la sociedad industrial en su conjunto.

Los técnicos industriales son pronto reemplazados por la clase de los “directores”, que debe su fortuna al debilitamiento de la función de la propiedad —ya sea en su faceta de titularidad, con la sociedad por acciones, ya sea en su faceta decisional—, característico de los grandes grupos industriales. Con la creciente intervención del Estado en la vida económica de los pueblos, con la planificación económica y con la integración entre industria y sistema de defensa durante los periodos bélicos, con la carrera armamentística durante la llamada Guerra Fría, el tecnócrata medio se abre a los más altos niveles de la burocracia estatal y de los aparatos industrial-militares, además de, evidentemente, a exponentes de renombre de las facultades universitarias científicas, tecnológicas y económicas, con un trasvase continuo de una realidad a otra, ejemplificado por la carrera de Robert S. McNamara, en primer lugar presidente de la Ford Motor Company, luego ministro de Defensa de EE. UU. en la época de la guerra de Vietnam (1965-1975) y finalmente presidente del Banco Mundial.

La importancia económica y social de los flujos financieros e informativos de los años ochenta determina una imponente aportación del mundo de las finanzas, de la informática y de la comunicación en la formación de la mentalidad y del personal tecnocráticos. No obstante, la calificación de tecnócrata se otorga al técnico no como especialista, sino más bien como presunción de poseer los elementos para aplicar la técnica al gobierno de todo entorno humano.

Entre las denominadas familias políticas del franquismo, se denominaron tecnócratas a los que dirigieron el área económica de los gobiernos desde el Plan de Estabilización de 1959, muchos de ellos en la órbita del Opus Dei.


La ideología tecnocrática [editar]Por regla general, se atribuye la primera expresión consciente de la ideología tecnocrática al filósofo y sociólogo francés Claude-Henri Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), que en su obra Réorganisation de la société européenne, de 1814, afirma:

“Todas las ciencias, no importa de la rama que sean, no son más que una serie de problemas que solucionar, de cuestiones que examinar, y se diferencian entre ellas sólo por su naturaleza. De esta forma, el método que se aplica a alguna de ellas conviene a todas las demás por el mero hecho de que conviene a algunas [...]. Hasta el momento el método de las ciencias experimentales no ha sido aplicado a las cuestiones políticas: cada uno ha contribuido con sus propias formas de ver, de razonar, de evaluar, y la consecuencia es que todavía no hay exactitud de soluciones ni generalidad de resultados. Ahora ha llegado el momento de superar esta infancia de la ciencia”.

Claude-Henry Rouvroy, conde de Saint-Simon
Saint-Simon es el primero que propone para el poder político a aquellos que, en su época, lideran el proceso de transformación económica en Francia, los dirigentes industriales y los técnicos; augurando el reemplazo de la política por la ciencia de la producción, el “gobierno de los hombres” por “la administración de las cosas”.

Por los mismos derroteros circula otro filósofo y sociólogo francés, Auguste Comte (1798-1857). Contemplando la sociedad industrial, científica y tecnológica como fruto de toda la historia universal, saca la conclusión de la necesidad de una dirección tecnológica y no política de la sociedad. La ideología tecnocrática se fundamenta en una concepción del radio de acción y del método de la ciencia, de las relaciones entre la ciencia y la técnica y del papel social…”


Y finaliza:


“Pero es buena o mala la tecnocracia. Les remito el siguiente enlace escrito por Valentín Puig en La Vanguardia:”...A cada embate de la crisis, como los cohetes espaciales que se iban desprendiendo de módulos en su ascensión, cae un gobernante en ejercicio –Portugal, Irlanda, España, Grecia, Italia– y aparecen los tecnócratas de toda la vida. Da que pensar una vez más si el proyecto europeo no tiene más de tecnocrático que de político. La política tiene una grave responsabilidad en todo lo que está pasando, pero es la mala política. También hay política de la buena. También hay gran política. La alternativa a la mala política no es la gestión tecnocrática –como parece preferir Bruselas– sino la buena política, la que menguase en lo posible la avalancha de la antipolítica y las probabilidades del descontento en las calles. La salida de la crisis necesita de vectores potentes pero también de una política capaz de ajustar todas las piezas de un reloj para no generar antipolítica…”

 

 

 

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Moisés Romero




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