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Responsabilidad ante incentivos perversos

Droblo - Viernes, 03 de Junio

Hay un aspecto en la evolución de la crisis de la que se comenta poco: la actitud de los individuos respecto a las culpas y la responsabilidad sobre lo que ha acabado pasando en sus finanzas personales. En un primer momento la mayoría resumía los primeros coletazos, en 2008, con un “es culpa de la banca norteamericana”, luego los españoles se empezaron a dar cuenta de la enorme responsabilidad de las entidades financieras, grandes empresas y los gestores políticos nacionales. Hubo una fase en que la principal culpable era Merkel e incluso la UE y el € y últimamente hay quien directamente culpa al capitalismo pero en general la dinámica siempre es la misma: localizar la culpa y la responsabilidad lejos de nosotros mismos. Tiene sentido, individualmente poco podemos hacer y se supone que los grandes dirigentes mundiales están ahí para mejorar nuestra calidad de vida y no para empeorarla. Pero quizás estemos exagerando al echar todos los balones fuera en lo que se refiere a la gestión de nuestras cuentas individuales.

Es algo que en mi vida profesional he visto mucho en los inversores: la inmensa mayoría, sean traders bancarios de derivados con experiencia o ciudadanos novatos que compraron acciones, siempre encuentran excusas ajenas a ellos para explicar sus pérdidas. Es algo muy común el auto-exculparnos (siempre son los demás los que pagan pocos impuestos, siempre son los demás los que ven Gran Hermano, siempre son los demás los que están enganchados al móvil… ) pero en estos años es un fenómeno que se ha extendido: la culpa de no poder pagar es del banco que me concedió la hipoteca, no sabía que podía perder dinero con las preferentes, quién iba a pensar que ese político al que voté fuera un corrupto… Y lo cierto es que la mayoría de las personas paga sus hipotecas, no contrató preferentes y suponemos que la mayoría de los políticos no son corruptos.

No digo que los bancos o los políticos sean inocentes, ni mucho menos, pero no podemos escudarnos en factores externos para justificar actos que están en nuestra mano como por ejemplo la prudencia financiera. De hecho, es de suponer que si esta crisis ha servido para algo es para que la gente no se confíe, sea más cauta -como de hecho lo fueron muchísimos- y asuma más control en las decisiones que afectan a su vida mirando más hacia el largo plazo y hacia la posibilidad de malas rachas. No es un fenómeno sólo español y lo más triste es que estamos haciendo un mundo en el que hay una empatía mayoritaria hacia el que no se responsabiliza de cosas que sí puede cambiar pero a la vez hay un empeño de inculparnos de cosas como el hambre en el mundo, los refugiados o el terrorismo cuando como individuos apenas nada podemos hacer.

Lo más grave de este proceso es que los que gobiernan también son humanos y hay en la actualidad unos incentivos perversos que pueden hacerles caer en el camino fácil, en el beneficio a corto plazo sin pensar en las consecuencias. Me refiero a esta situación que parece sacada de algún manual de surrealismo por la que algunos emisores de deuda cobran dinero a quienes se la compran. Estamos hablando de que un estado –e incluso algunas empresas- puede ganar dinero endeudándose. Hay quien cree que el problema del déficit público es cumplir con Europa y eso no deja de ser anecdótico porque los “castigos” que la UE nos pueda imponer tras tantos perdones a incumplidores a lo largo de su historia, son una quimera. Lo grave del déficit es que no debería existir, deberíamos tener unos gestores que no gasten más de lo que ingresan, y si es posible que ingresen de más para crear un fondo de reserva para la siguiente recesión. Si eso no pasa seremos esclavos de la deuda que tendremos que emitir para cubrir los desfases año tras año. Pero si emitiendo deuda ingresamos dinero, resulta que endeudándonos reducimos el déficit. Repito, es surrealista. Eso aún no pasa en España –de momento sólo se nota que pagamos menos intereses de lo presupuestado, lo que también debería mejorar el déficit- pero sí en algunos otros países. En el caso de España algún “listo” podría reducir las emisiones de deuda a largo plazo (por la que se paga) y aumentar las de letras del Tesoro (por las que se cobra). Es un incentivo perverso y demasiado tentador.

No deja de ser similar a la burbuja inmobiliaria: endeudarse para comprar daba beneficios porque los precios no dejaban de subir y cuando eso dejó de pasar, culpamos a quien nos prestó el dinero ¿Serán los políticos responsables y dejarán de mirar por el corto plazo y entenderán que la situación actual es excepcional o actuarán como si siempre vaya a ser rentable endeudarse y cuando llegue el crash echarán las culpas a los que nos financiaron? Si hacen lo segundo, en parte tendrán razón –como en parte tienen razón los hipotecados al echar la culpa a los bancos- pero eso dará igual ya que no evitará los efectos nocivos para todos del fin de la absurda situación actual del mercado de deuda.

 

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