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Un poco de ideología

Droblo - Lunes, 22 de Diciembre

Parece claro que en la economía actual la corriente económica que más está influyendo –tanto a gobiernos de derechas como de izquierdas- es la keynesiana o más bien la interpretación mayoritaria de ciertas ideas de Keynes. Casi la única alternativa ideológica a ello viene de la denominada corriente austriaca (más conocidos por sus contrincantes como “neoliberales”), que a su vez están bastante divididos en muchas cosas y que por tanto no es muy correcto englobarlos en una misma etiqueta. Como figuras más visibles del “keynesianismo” en el mundo destaca Paul Krugman, no sólo por su premio Nobel (recibido por sus estudios sobre comercio internacional) sino porque escribe casi a diario en el New York Times y quizás en España el más conocido sea José Carlos Díez. Sin embargo, el público en general no conoce a las principales figuras del pensamiento liberal y está tan confundido que hasta cree que el actual gobierno del PP lo es.

No hay espacio para tratar de todas las apasionantes polémicas teóricas entre los partidarios de una corriente económica u otra pero me voy a centrar en la que concierne a algo tan básico como la respuesta teórica ante una crisis como la actual. Los keynesianos defienden que si el consumo privado cae, el estado debe sustituirlo con planes de estímulo para que la actividad económica no decaiga. El punto más extremo de este punto de vista se lo leí a Krugman cuando afirmó que la solución a la crisis vendría de actuar como si nos defendiéramos de una invasión alienígena: todo esa inversión para la defensa provocaría un aumento del PIB inmediato. Keynes ya expuso que enterrar botellas con dinero en minas en desuso y vender la explotación de ellas a quien quisiera desenterrarlas provocaría beneficio económico y empleo. De hecho, alguno de sus seguidores ha utilizado esa analogía para ironizar sobre el patrón oro ya que defienden que la mejor función de éste ha sido la actividad económica que ha generado al extraerlo del subsuelo para volverlo a enterrar en los sótanos de los bancos centrales.

Siguiendo con este razonamiento, cualquier inversión de dinero público, aunque no sirviera para nada útil, sería positiva. Es la filosofía del famoso plan E de ZP de 2009 y, aunque a los del PP les moleste, la misma que los JJ.OO. de 2020 para Madrid. La idea no tiene por qué ser negativa per sé pero como ya dije en 2009 cuando critiqué el plan E: “¿qué sentido tiene gastar un dinero que no tenemos en algo no necesario cuando hay tanto por hacer en este país?” Construir autopistas sin tráfico, aeropuertos sin aviones o estadios para una celebración puntual que además no tienes claro que te concedan con un nivel de deuda pública que ronda el 100% del PIB -cada madrileño debe 2000€ sólo por la deuda municipal- aparte de no cuadrar con un país que presume de austeridad, es absurdo cuando a la vez se recorta en aspectos básicos como sanidad y educación o cuando las carreteras ya construidas necesitan un mejor mantenimiento que no se hace por falta de fondos. En cualquier caso, como ya pasó tras la crisis de 1929, lo más probable es que la solución keynesiana de estímulos públicos tirando de deuda gracias a la capacidad mayor de financiación de los estados y la ayuda de políticas monetarias poco ortodoxas de los bancos centrales acaben, más tarde que pronto, con la depresión pero, ¿hubiera sido la alternativa liberal mejor?

Imposible saberlo pero veamos qué se hubiera hecho teóricamente si fuera la corriente predominante en el mundo: los liberales creen que si el consumo privado cae, los empresarios deben transformar sus productos, abaratándolos o mejorándolos hasta conseguir el beneplácito del comprador y si no lo consigue, debe quebrar. Nadie debe sostener un negocio que no funciona y al que el consumidor ha dado la espalda, por ejemplo las cajas de ahorros españolas hubieran tenido que reconvertirse o morir ya en 2008 y con ello nos hubiéramos ahorrado mucho dinero público ya que todas las empresas deberían haber hecho como Apple o los inventores de las cafeteras en cápsulas que, incluso ofreciendo productos más caros que la media, han conseguido vender más que nunca justo en la peor crisis en 80 años. Evidentemente sin el apoyo del estado y los bancos centrales 2008 y 2009 hubieran sido años más duros pero, ¿estaríamos mejor a finales de 2013 si hubiéramos dejado que se estabilizara por sí sola la relación entre el productor y el consumidor?

De nuevo imposible saberlo pero mi opinión es que en un mundo sin deuda seguramente sí pero en el actual lo veo muy difícil porque la imposibilidad de devolver tanto dinero inexistente hubiera sido posiblemente un golpe mortal para el sistema económico global. Es decir, creo que esta crisis viene provocada por un abuso de las políticas keynesianas durante la época de expansión que provocó un exceso de crédito barato que disparó la deuda de muchos estados, familias, empresas y bancos hasta niveles insostenibles. Ante ese panorama la auto-regulación entre los actores económicos se me antoja utópica y es probable que sólo medidas mixtas fueran posibles. El caso es que se aplicaron sólo medidas keynesianas que, con mucha lentitud y mucho coste social como estamos viendo, han evitado el cataclismo que esas mismas políticas crearon. Pero una vez más, como ya ocurrió tras la crisis de 2001, el mantenerlas y no enmendarlas será el germen, a mi juicio, de la próxima gran recesión. Yo creo que debemos cambiar el modelo económico, dejar de intentar crecer a toda costa y reducir la deuda. Hay que luchar contra esa aceptación de que las crisis son cíclicas e inevitables. Pueden acabarse si hacemos las cosas de forma diferente pero si las hacemos igual está claro que pasará lo mismo. O peor.

Como decía Mafalda, nadie es un buen Sherlock Holmes de sí mismo pero yo prefiero pensar que me guía el sentido común y la coherencia por encima de las ideologías y por eso critico igual las subidas de impuestos del PSOE y las del PP ¡faltaría más!. Y en cuanto a las corrientes económicas, pues depende, por poner 2 sencillos ejemplos: no entiendo por qué es buena la inflación, no entiendo por qué el simple paso del tiempo hace perder dinero al ahorrador y en eso estoy en contra de la corriente keynesiana, creo que los precios se deben mover en función del coste y de la oferta y la demanda, sin intromisión del banco central. Pero tampoco estoy a favor de los liberales cuando confunden la defensa  del individualismo -algo que comparto- con la indefensión del ciudadano: hace falta supervisión y más en temas financieros que son tan desconocidos por el gran público. Personalmente odio las etiquetas, estoy de acuerdo y en desacuerdo con pensamientos y reflexiones de gente de lo más variada y creo sinceramente que hasta criminales como Hitler o Stalin tomaron algunas decisiones acertadas. Detesto el blanco o negro y la descalificación del que no piensa como nosotros, creo en la versatilidad y en coger sin rubor lo que consideremos mejor de cada ideología para crear una opinión propia lo más coherente y razonada posible.

Droblo




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