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La luz

Santiago Niño Becerra - Jueves, 15 de Febrero

No, no se asusten, que no voy a hablarles de una secta religiosa.

Me refiero a la luz artificial que nos alumbra y a la energía que hace que se conserven los yogures de fresa que tenemos en la nevera; es decir, a una de esas cosas que nos han subido desde el día uno del presente año, vamos.

Pues resulta que hay en estudio un proyecto para cambiar los contadores que la gente tiene en sus casas y de los que se extrae la información relativa al consumo a fin de facturar los kilowatios de energía que los hogares consumen. Parece ser que los tales contadores, en muchos casos, son más viejos que Carracuca: hasta 30 años es la edad de algunos. Pero hay más.

Actualmente, la gente consume energía y paga por la que consume independientemente de cuando esa energía sea consumida y del empleo que a esa energía la gente le de. Es decir, es una especie de café para todos, lo que, años ha, podía ser comprensible, pero no hoy cuando estamos iniciando la Era del Acceso.

La verdadera, la genuina, idea que subyace en el proyectado cambio de contadores es la de poder discriminar todo (y subrayo ‘todo') lo referente al consumo de electricidad que realicen las personas, tanto las físicas, como las jurídicas; y, ¿cómo?, pues instalando unos contadores ‘de la luz' que, en realidad, serán auténticos ordenadores que, incluso, podrán llegar a comunicarse con la compañía eléctrica con la que se haya contratado el suministro a través de la Red, con lo que todo lo referente al consumo de una/un abonada/o será conocido en tiempo real, por momentos de utilización y hasta por tipo de utilización caso de que los utensilios a la red eléctrica conectados fuesen proveídos de un chip identificador.

Lo que persigue esta idea es simple: pagar por acceder al uso, pero no pagar al tun tun, sino pagar en función de una serie de parámetros establecidos de ante mano: cantidad consumida, momento en el que el consumo sea realizado, utilización dada a la energía consumida, del tiempo dedicado al consumo, ..., todo es cuestión de fijar parámetros.

Así tendrá sentido cumplir la recomendación dada por el ministro de Industria, el Sr. Joan Clos: poner la lavadora entre las 21:00 h y las 11:00 h. Lo que no tengo yo tan claro es que los vecinos de la persona que decida poner la lavadora a, por ejemplo, las 01:00 h, les apetezca tener de fondo el rumor (o el estruendo caso de que la máquina tenga un rodamiento escogorciado y/o no se halle bien nivelada) que el lavado generará. (Sería interesante conocer la calidad constructiva de la vivienda en la que el señor ministro reside; muy posiblemente no tendrá deficiencias en su insonorización acústica).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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