La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

Cuando llegue Septiembre - 1

Santiago Niño Becerra - Martes, 20 de Febrero

"Cuando llegue Septiembre" es el título de un film, de una comedia (de las de antes).

Producida en 1961, dirigida por Robert Mulligan y protagonizada, ¡nada menos!, que por Rock Hudson y Gina Lollobrigida, el eje de su argumento es la sorpresa que supone esperar algo y encontrarte con otra cosa, otra cosa que no se parece absolutamente en nada a lo que esperabas. El film es una comedia porque como comedia fue concebido, pero, convendrán conmigo, que ese eje argumental no tiene nada de cómico.

El discurso que el 8 de Febrero pronunció en Berlín el presidente del BCE, M. Jean-Calude Trinchet, posiblemente sea uno de los más interesantes que el banquero europeo haya pronunciado, y no tanto por lo que dijo, que también, sino por lo que insinuó.

Trinchet abordó un panorama incierto, incierto y a la baja. Habló, como siempre, de los riesgos inflacionarios, pero incluyó algo verdaderamente novedoso: la idea de que mañana podemos pagar lo que ayer hicimos; "El futuro no es más que el pasado que regresa", ya saben.

El mundo, en general, y la UE, en particular, han estado creciendo, poco o más, en los últimos tres años, pero ha estado creciendo hipotecadamente, o cuanto menos, aparcando, mejor dicho, queriendo ignorar, lo que estaba sucediendo en la calle; unos países más que otros, claro, caso del nuestro.

La UE ha estado creciendo con un petróleo -recuerden: petróleo = energía + combustible + materias primas- cuyos precios apuntaban al alza y sus reservas a la baja; con una capacidad productiva que tiraba para arriba y que había que colocar a base de conceder endeudamiento a la ciudadanía y a base de exportar reduciendo costes mejorando productividad y deslocalizando, capacidad productiva que, a pesar de todo, no podía utilizarse en su totalidad entre otras cosas porque la tecnología es capaz de evolucionar de tal modo que torne obsoleta a la anterior antes de que esa anterior sea utilizada. Metamos en la coctelera, también, las tensiones monetarias entre el euro, el dólar, y, si quieren, con el yen y el yuan.

Paralelamente, los Estados tenían que continuar con sus modelos de protección social porque, otra cosa, era impensable; la ciudadanía antes mencionada tenía que percibir que, de alguna manera, sus rentas iban ascendiendo; las compañías debían continuar aumentando sus beneficios; los índices bursátiles tenían que seguir subiendo; la presión fiscal no debía crecer, pero si, pero no notándose que si ni que no, un lío, vaya.

En resumen, en los últimos tres o cuatro años, el mundo ha ido, como se dice coloquialmente, tirando de veta; el mundo ha estado funcionando por inercia; una inercia que llevaba a ir a más porque no debía llevar a ningún otro sitio; esa forma de proceder suponía aceptar cosas, asumir comportamientos, admitir que se iban dejando muertos por el camino, pero, ¡bueno!, avanzábamos y todo iba bien.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




[Volver]