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Alimentos. Sus precios

Santiago Niño Becerra - Jueves, 27 de Septiembre Seguimos con lo de ayer.

Los alimentos van a subir de precio o ya lo están haciendo (más que antes, se entiende). Ya ha sido dicho para los cereales y sus derivados y anunciado para la leche y los lácteos. Uds. han leíт­do sobre los motivos asociados al esperado aumento de los precios de los productos derivados de la leche; un razonamiento semejante puede hacerse para los cereales. Pero hay algo más.

Dos preguntas. Antes, hace cuarenta o cincuenta años, o más, claro, ¿quiénes consumíт­an qué?, ¿cuándo y cada cuánto lo consumíт­an?. Por ejemplo, en el reino, hace medio siglo, ¿cuánta gente consumíт­a pollo?, los que lo consumíт­an, ¿quiénes eran?, ¿con qué periodicidad lo consumíт­an?. Lo preguntado para esta volátil es extensible a la ternera, a la merluza, a los melocotones o al caviar; y es aplicable, también, a los franceses, a los italianos o a los canadienses.

Lo que ha sucedido es que las consecuencias de los aumentos de productividad acaecidos en los últimos cincuenta años han tenido un impacto en la producción de alimentos, lo que se ha traducido en un incremento espectacular de las cantidades producidas de los mismos y, consecuentemente, en un descenso relativo de sus precios, lo que, combinado con el aumento medio habido en la renta -media- de las poblaciones de los paíт­ses desarrollados, y, sobre todo, del incremento habido en su capacidad de endeudamiento, ha tenido como consecuencia un aumento de su consumo.

Pero claro, eso no se ha conseguido gratis. Dos han sido los precios que han tenido que ser pagados. Uno. La calidad de prácticamente todos los alientos a los que hoy puede accederse y que antes ya existíт­an es peor en el sentido de que su gusto, su aroma, su textura, es eso: peor; quienes de Uds, recuerden lo que hace años era un melocotón de Calanda, comparen su recuerdo con lo que hoy con un melocotón de Calanda pueden obtener. Esto es asíт­, y punto. Pero, adicionalmente, otro precio ha tenido que ser pagado.

Antes, los procesos productivos de los alimentos, se desarrollaban de forma más “natural” (no estoy diciendo más “limpia”), es decir, con una práctica total ausencia de esas cosas que hasta hace un par de años en las etiquetas de la casi totalidad de los alimentos veníт­an escritas: los “E” -conservantes, antiapelmazantes, antioxidantes, espesantes, edulcorantes, etc.- y que ahora han sido substituidos por definiciones larguíт­simas debido a la mala prensa que los Es despertaron. Bien el hecho es que, al margen de que los Es sean inocuos o no lo sean, antes la cantidad de éstos que los alimentos incorporaban y el número de alimentos que los incorporaban, era ridíт­cula en comparación con la cantidad que ahora los incorpora. (Lo dicho, evidentemente, es aplicable a los “nuevos alimentos” que hoy son producidos y que hace años no existíт­an).

Juntemos todo. Más renta y más capacidad de endeudamiento, junto a una mayor productividad aplicada a la producción de alimentos ha ido dando lugar a un aumento del consumo de los mismos pero a un empeoramiento de su calidad y a una forma crecientemente menos natural en su producción. Lo dramático es que ambos factores son indisociables. Si queremos comer pollo de más calidad, el número de personas que podrán consumirlo decrecerá porque su precio aumentará.

Si ahora, por las razones que sea, se fuerza a la baja la producción de leche y de cereales, teniendo en cuenta que la demanda de sus derivados tiende al alza, su precio aumentará, pero como la productividad no se reducirá, sino todo lo contrario, es decir, como los alimentos continuarán siendo producidos utilizando semejantes técnicas a las actuales, su calidad no sufrirá variación, por lo que llegaremos al peor de los mundos alimentarios posibles: alimentos crecientemente caros y de calidad (no de pureza) discutible.

Detrás de todo esto de los alimentos lo que hay es una falta de recursos: EL problema de los próximos años. Es un poco como volver al pasado: menos personas podrán consumir una gran variedad de alimentos, pero la calidad de los alimentos que se consuman no mejorará.

(Algo muy parecido a lo sucedido con los alimentos también está sucediendo con los juguetes. ¿Cuántos juguetes consumíт­an los infantes hace cincuenta años, incluso menos?, y, ¿qué niños consumíт­an juguetes?. Ahora cualquier niño consume juguetes en cualquier época del año; juguetes “made in PRC”, claro, aunque, puede, que juguetes pintados con pintura con plomo).

¡Pues que bien!, ¿no?.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economíт­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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