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Así idear una cartera “a salvo de catástrofes”

Carlos Montero - Martes, 03 de Diciembre

“Si el nombre de Harry Browne no les suena, no me extrañaría. Aunque fue dos veces candidato presidencial, nunca obtuvo más del 1% de los votos. Aun así, Browne es el único asesor financiero que se ha postulado para la Casa Blanca”, así inicia un interesante artículo el analista Adam M. Grossman ¿Pero por qué saca a relucir la figura de Browne? Pues por una de sus ideas que han conseguido perdurar en el tiempo: El concepto de “cartera permanente”. Browne ideó una cartera que pudiera hacer frente a una combinación de factores “catastróficos” lo mejor posible. Cuatro eran los eventos extremos que tendría que soportar esta cartera: 

  • Hiperinflación, como la experimentada por Alemania después de la Primera Guerra Mundial. 
  • Deflación, en la línea de lo que Japón ha sufrido en los últimos 15 años. 
  • Confiscación de activos, como se ve en Venezuela, por ejemplo. 
  • Devastación, incluyendo guerra y desastres naturales. 

El enfoque de Browne era identificar al menos un activo que sobreviviera a cada calamidad. Cuando hay deflación, por ejemplo, el efectivo resulta ser una gran inversión. Cuando hay inflación, a las acciones les va bien. 

Usando esta lógica, Browne pudo construir una cartera que no era necesariamente inmune a las pérdidas, pero que al menos sería más inmune que otros enfoques. Así nació la cartera permanente, que estaba compuesta por cuatro clases de activos, mantenidos en cantidades iguales: acciones, bonos del gobierno a largo plazo, oro y efectivo.   

¿Cómo ha ido la cartera permanente con el tiempo? Depende de cómo lo mires. Desde una perspectiva de rendimiento, se ha retrasado. Desde 2001, la cartera permanente ha crecido un 170% acumulativo, mientras que el mercado de valores de EE.UU. ha generado un 278%.  

Pero el enfoque anterior en la rentabilidad ignora el riesgo, que era la principal preocupación de Browne. En ese sentido, la cartera permanente tuvo un desempeño estrella exactamente cuando los inversores más la necesitaban. En 2008, cuando el mercado de valores de EE.UU. perdió un 37%, la cartera permanente cedió menos del 1%. 

Otros han seguido los pasos de Browne. En particular, el administrador de fondos de cobertura Ray Dalio ha popularizado lo que él llama una cartera para todo clima, que es una copia casi al carbón de la cartera de Browne. De hecho, el concepto es anterior al mismo Browne. Hace dos mil años, el Talmud de Babilonia incluyó esta exhortación: "Que cada hombre divida su dinero en tres partes e invierta un tercio en tierra, un tercio en negocios y un tercero lo deje en reserva". Ideas similares se pueden encontrar en los escritos de Rey Salomón, Shakespeare y otros.  

¿Es esta la mejor forma de invertir? Pues cómo casi todas las preguntas en la vida, depende. Es evidente que no existe una cartera perfecta, pero también lo es que resulta fundamentar que las carteras se ajusten por un lado a nuestras expectativas de rentabilidad/riesgo, y por otro lado a las circunstancias previstas para el mercado en los años en los que queramos mantener las inversiones. 

En el artículo de mañana hablaremos precisamente de cuáles son las preguntas que tendremos que contestar para diseñar esa “cartera a salvo de catástrofes”. 




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