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Confianzas

Santiago Niño Becerra - Martes, 02 de Junio Se está diciendo que las cosas no están tan mal porque el ritmo de empeoramiento es menor del que era, eso, junto a un mensaje político hábil, muy cuidado, profesional, y al lado de las ganas tremendas de las diferentes ciudadanías de volver a lo-de-antes, ha llevado a que ya se esté diciendo que "lo peor ya ha pasado" (en USA, se dice, la recesión podría acabar este Verano) a la vez que se esgrimen índices que muestran mejoras en la confianza de los ciudadanos/consumidores/votantes.

La realidad, pienso, es muy diferente. Tras inyectar los Estados de mil y una formas cantidades monstruosas de dinero público en el sistema (12,5 billones de USD en USA, por ejemplo, y de momento) se ha producido en ciertos subsectores -los que más directamente se han beneficiado de tal inyección- un efecto de euforia semejante al que puede experimentarse ingiriendo un estimulante, pero ese organismo que se ha estimulado continúa con su fatiga crónica consecuencia de un desgaste irreversible, por lo que a la que el efecto del estímulo desaparezca, volverá la fatiga acompañada de la frustración de haber perdido la falsa ilusión proporcionada por la farmacopea. En nuestro sistema ha sucedido lo mismo.

Dejando al margen chistecitos fáciles, la realidad es que todos los países han contraído unas deudas monstruosas a fin de que “el carro siguiera adelante”; y esto es sólo el principio, perdón, esto deberá ser tan sólo el principio. El problema de los chutes, de los estímulos, es doble: el cuerpo se acostumbra a ellos por lo que cada vez se necesita una dosis superior o más frecuente, a la vez que, cada vez, se hace más difícil funcionar sin ellos. Los Estados han inyectado cantidades enormes que, de momento alguien les ha dado (y que, obviamente, deben, es decir, debemos todos), pero lo peor es que para mantener esta situación esos mismos Estados van a tener que continuar inyectando cantidades crecientemente enormes de pasta, lo que dudo vaya a ser posible: ni la van a encontrar, ni estructuralmente es esa situación sostenible.

Cierto, cierto: se ha conseguido llegar a mañana, cada día se gana un día más, pero, ¿realmente está valiendo la pena?. Las cosas suceden cuando han de suceder -aunque el cirujano vea que la infección de una pierna va a desembocar en una gangrena que supondrá su amputación, deberá esperar y tratar esa infección-, pero hoy, pienso, quienes rigen los destinos económicos del planeta se están equivocando.

No estoy hablando de España, o, al menos, no concretamente. España es lo que es: más o menos el 8% del PIB europeo y más o menos el 2% del mundial, punto pelota; en otras palabras, la economía española ha de estar a lo que le digan y podrá decir cuando le pregunten; otra cosa es su propio estado de salud, y es malo, peor que el otros países y mucho peor que el de algunos. Pero ahora no estoy hablando de España, sino del conjunto.

El FMI dice que, de seguir con el esquema adoptado: inyecciones continuadas de fondos, déficits crecientes, emisiones sucesivas de deuda pública, en el 2013 los países desarrollados van a alcanzar un nivel de deuda pública equivalente al 140% de su PIB; encuentro esa previsión muy moderada, pero eso es lo de menos: lo cierto es que continuar con ese esquema es imposible. Pienso que dentro de muy poco van a comenzar a ponerse de manifiesto los primeros síntomas de agotamiento, pero Agosto está a la vuelta de la esquina, y las ciudadanías necesitan creer en que “aún es posible”, pero cuando llegue Septiembre (otra vez Septiembre) y el Otoño extienda sus alas ...

ilustraciónTras el Verano se acabó. Los efectos de los estímulos ya se habrán diluido, las ciudadanías se enfrentarán a sus verdades últimas: sus empleos precarios o desaparecidos, sus plásticos agotados y en rojo; las empresas a una continuada caída de la actividad que ya nada ni nadie estimula ni financia; los Estados a la realidad de que los fondos que necesitarían para continuar inyectando, o los obtienen a un precio desorbitado, o, pura y simplemente, no pueden obtenerlos porque han desaparecido. ¿Dónde se colocará entonces ese índice de confianza que hoy se está esgrimiendo cual enseña salvadora?.

Volveremos a abordar este tema (en realidad es EL tema), pero, de momento, tomen nota. Esta falsa sensación de “mejora” que se quiere ver en el ambiente (y que no se palpa a nivel de calle en la calle) y que se numeraliza en un índice, es la causa de una serie de efectos muy concretos, muy calculados y muy medidos; cuando el efecto de esos efectos se diluya, se acabó; y más efectos como esos no serán ya posibles porque físicamente no serán ya posibles. Y a partir de este momento, para abajo. (Aún quedará un último escalón, eso será en el 2010: cuando ya se admita que la crisis es inevitable).

¿La gente?, ¿las ciudadanías?, cada vez más moscas, cada vez más incrédulas, cada vez más afectadas; los Gobiernos intentarán superarse con sus juegos malabares, aunque crecientemente atraerán a un público menos numeroso; las compañías, reorganizándose y reorientándose las que puedan y sepan, y diluyéndose el resto en la nada.

¿El índice de confianza?, pues tomándose unos daikiris en una playa olvidada.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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