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Donde se dijo digo …

Santiago Niño Becerra - Martes, 05 de Septiembre

Cuando finalizó la II GM en todos los países occidentales, es decir, capitalistas (España, no), se puso en marcha una cosa denominada Welfare State. 

No tenía en todos esos países exactamente el mismo enfoque, pero su finalidad era la misma y era doble: tranquilizar al trabajador para que se supiese protegido en la enfermedad, en la vejez, en el cuidado de sus hijos y en los puntuales momentos de desempleo por lo que tuviese que pasar en su vida profesional. Y todo ello aderezado con subidas salariales indexadas a la inflación y pagadas por una demanda de trabajo que no cesaba de aumentar.

Los trabajadores, los antiguos obreros, tenían que estar tranquilos y trabajar, consumir, pagar impuestos, y reproducirse, y, fundamental, no escuchar las consignas ni las propagandas que llegaban del otro lado del Elba. En USA no fue tan intensa esa oferta porque los sindicatos nunca han estado politizados, pero no fue pequeño el cambio, a mejor, experimentado por la clase obrera USA en relación a su situación anterior a la Depresión.

El objetivo fue crear una clase media-media que fuese en aumento y que fuese incorporando a gentes de más abajo. Por encima de ella el 1% y por encima de estos el 0,1%. Todo garantizado por un Estado que sabía lo que tenía que hacer para financiar el mecanismo con unos impuestos crecientes que absolutamente nadie discutía.

El sistema estuvo funcionando como un Patek Philippe hasta 1973. A partir de ahí, lenta, pero imparablemente fue declinando hasta llegar a la situación actual acelerada desde el 2010 cuando se produjo el crash de la actual crisis. Una situación la de hoy que no tiene nada que ver con la existente ayer, absolutamente nada.

Hoy el trabajo es una commoditie más cuyo precio tiende a la baja debido a que su demanda es decreciente. Una commoditie importable y exportable que debe tener flexibilidad total para poder ser usada según necesidad de forma que se pueda prescindir de ella según conveniencia, lo que se está implementando a base de ‘reformas’: comenzó a hacer el Gobierno Thatcher a principios de los 80 y siguieron haciendo otros, como Schröder con su ‘Agenda 2010’, España con sus Reformas Laborales, y anteayer Macron en Francia con sus ajustes, todo, se dice, orientado hacia un solo punto: la reducción del desempleo, un desempleo que hay que resolver y que antes no existía. Es decir, hoy, en cuanto a elemento productivo, no existe prácticamente ninguna diferencia entre en cobre, la madera, el petróleo o el trabajo.

Ya, estarán pensando que sí existe ya que el trabajo lo aportan personas y el cobre se extrae de las minas. Y sí, pero si piensan en términos de disponibilidad, no: la tendencia apunta hacia ‘el uso según necesidad’ en una atmósfera de exceso de oferta, luego, ¿para que preocuparse de cosas como la redistribución de la renta, la reducción de la desigualdad, el salario digno, la protección del trabajador y cosas por el estilo si la oferta no va cesar de aumentar a medida que la tecnología vaya sustituyendo al trabajo y si, además, las revoluciones ya no están de moda?.

El tiempo del factor trabajo pasó, por lo que el de las personas que no aportan un estratosférico valor con su trabajo también. Es decir, existe un exceso de población activa, pero a la vez los recursos son escasos y la población inactiva consume recursos pero no repone; en ninguna parte. Si piensan que estoy pensando en esa Nueva Normalidad en la que la renta básica, la marihuana legal y el ocio gratis por Internet se hallen estandarizados, aciertan, pero ya estoy pensando en que dentro de muy poco eso ya no será suficiente.

Por eso donde se dijo digo se está diciendo Diego. En todo, pero sobre todo en todo lo vinculado con el factor trabajo. Cada vez es menos necesario, y sin embargo cada vez hay más disponible.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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