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El factor trabajo en una economía estacional

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 27 de Enero

El reciente “Informe sobre la Sostenibilidad Fiscal 2015” elaborado por la Comisión Europea  (http://ec.europa.eu/economy_finance/publications/eeip/ip018_en.htm) coloca en su sitio, en relación a España, una serie de cosas que el año pasado –en el que tuvieron lugar cinco procesos electorales– se olvidó: que la deuda de España es monstruosa, que España tiene unos compromisos que cumplir, y que la española es una economía estacional.

Eso, lo de que España tiene una economía estacional, evidentemente no lo dice, pero se deduce de lo que argumenta y comenta en relación al mercado de trabajo (aquí pueden echar una ojeada: http://economia.elpais.com/economia/2016/01/25/actualidad/1453754946_507166.html). Y lo peor es eso que no dice: la Comisión Europea, pienso, pretende que el mercado de trabajo de España deje de ser formalmente estacional aunque luego continúe siendo  lo que pueda ser. Y eso me lleva a un razonamiento.

Una de las cosas que han quedado meridianamente claras en esta crisis en la que nos hallamos inmersos es que no hay ni va a haber trabajo para toda la población activa y potencialmente activa existente y que en los próximos años vaya a incorporarse al mercado de trabajo, razón por la que el desempleo estructural va a ser monstruoso. Cierto, con medidas como modificar la definición de ‘población ocupada’ y ‘población parada’ pueden maquillarse las estadísticas, pero, números al margen, la realidad es que hay y va a haber una enormidad de personas que no van a poder trabajar porque no van a ser necesarias para generar PIB. En todas partes, pero en una economía estacional como la española, mucho más.

España es un país estacional. Turismo, construcción, ocio, actividades de temporada, puntas de actividad, una población activa de 23 M de personas y una tasa de actividad de las más reducidas de Europa: 59,9%. La Comisión Europea critica la alta temporalidad de España y el chollo que tienen los trabajadores con contrato indefinido a tiempo completo por la ‘elevada protección’ (?) con la que cuentan ya que lo uno, dice, no favorece la productividad y lo otro, añade, no motiva la movilidad; y eso, arguye, hay que arreglarlo.

No es nuevo y aquí ya hemos hablado de ello; otra vez. La Industria 4.0 y su evolución –si en 1820 la gente alucinaba con aquellas aplicaciones primitivas de la máquina de vapor, imaginen que hubieran dicho si se les hubiese contado como iba ir la industria en 1870– nos va a llevar a escenarios en los que, por ejemplo, hasta en España, a pesar del reducido valor medio que genera, va a ser rentable invertir en tecnología; ¡Qué no será en economías generadoras de alto valor!. ¿La conclusión de esto? Ya casi lo es pero en el futuro: mañana, el trabajo se va a convertir en una commodity, igual que ya lo es el cobre, el algodón y el café.

En España, dice la Comisión Europea, hay que sacar más punta a la reforma laboral. Es decir, hay que montar una legislación para que el factor trabajo del tipo y en la cantidad que se necesite sea conseguible cuando se necesite, durante el tiempo que se necesite, al precio que marque la demanda, y con las menores trabas legales posibles; como una especie de Ejército Industrial de Reserva de la Primera Revolución Industrial pero a medida; aunque, a diferencia de aquel, no para explotar a la clase obrera y conseguir su mercancía trabajo al menor coste posible, sino para mantener la figura del trabajador y su función en un mundo de trabajo menguante.

Ya conocen lo de que hay que recortar las pensiones para asegurar su sostenibilidad; sería eso: se precariza al trabajador, se le recorta seguridad, se le eliminan garantías, para que pueda sobrevivir su figura. Será algo en la línea de lo que Forges tan bien reflejó en aquella viñeta fechada en el futuro: ‘Si al contrato basura. No al contrato detritus’.

Si el trabajador no acepta la precarización y el empobrecimiento, de entrada las actividades que como la española son estacionales e intensivas en trabajo, verán el cierre de un número creciente de empresas; lo que supondrá una caída de la demanda de trabajo, más desempleo, menos PIB y más empobrecimiento; para, a medida que la tecnología vaya –aceleradamente– cayendo de precio, asistir a la sustitución de factor trabajo por tecnología aumentando  el desempleo, disminuyendo PIB generado por el trabajo y ocasionando un mayor empobrecimiento.

Y no, no hay salida. Existe un excedente de horas de trabajo que no son necesarias para generar PIB, un excedente creciente; la productividad en aumento abaratará costes de producción y permitirá disminuciones en los precios de venta; y la renta básica y la economía de intercambio más o menos asegurará una supervivencia bastante marginal.

Pero puestos de trabajo tal y como hasta ahora han sido entendidos cada vez habrá menos y, salvo excepcionales excepciones, de peor calidad. Y lo más curioso es que en su empeoramiento reside su continuidad; como las pensiones, si.

De esto es de lo que nos habla, en esta ocasión, la Comisión Europea.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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