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El Papa ataca el Capitalismo. ¿Sabe cómo funciona el mundo real?

Carlos Montero - Martes, 24 de Junio

No hay ninguna duda de que el Papa Francisco es un hombre devoto y desinteresado que ha dedicado su vida a servir a los demás. Un fenomenal teólogo, que aborrece la guerra y la pobreza y es una inspiración para cientos de millones de creyentes; se ha ganado el respeto generalizado, incluso entre aquellos que están en desacuerdo con las enseñanzas de la iglesia católica romana.

Pero, con gran tristeza, se le puede poner un pero a sus opiniones sobre economía y negocios. Su hostilidad hacia el capitalismo está algo fuera de lugar. En varias ocasiones ha atacado salvajemente al libre mercado, la más reciente en una conferencia en el Vaticano la semana pasada, alineándose con las opiniones de Thomas Piketty, el intelectual de izquierdas que se centra en la desigualdad y aboga por impuestos agobiantes sobre la renta y la riqueza.

En una intervención, el Papa afirmó que la "autonomía absoluta de los mercados" era una "nueva tiranía". Fue un dibujo extrañamente inexacto del sistema económico moderno, que se caracteriza por mercados no tan libres que son rescatados de forma rutinaria, subsidiados, gravados, protegidos, encadenados, regulados y distorsionadas por los gobiernos y sus políticas monetarias y fiscales. Corea del Norte es una auténtica tiranía; genuinos mercados libres y de libre comercio son todo lo contrario.

A la altura de Piketty, y antes de que muchos destacados economistas pusieran en duda la tesis del economista francés, el Papa publicó en su cuenta de Twitter, sin ningún tipo de contexto, que "la desigualdad es la raíz del mal social". Se refería a las diferencias en los resultados financieros y la riqueza - y lo más importante, no a la pobreza o la desigualdad de oportunidades, ambos conceptos muy diferentes.

"En cualquier sociedad libre caracterizada por derechos de propiedad privada y personas dotadas de diferentes gustos, ambiciones, talentos y aspiraciones, es inevitable que haya una divergencia en los ingresos y la riqueza", dice Allister Heath, editor en The Telegraph.

"La condena total del Papa Francisco a la desigualdad equivaldría a un rechazo total de los sistemas económicos contemporáneos. No es un llamado a la reforma, o la moderación, sino una denuncia radical."

"La conclusión lógica de los tweets del Papa es que los gustos de Sir Richard Branson son "malos" ya que se queda con el dinero ganado por al público bienes y servicios, y que se necesita una igualar la riqueza a través de los impuestos punitivos. Tal punto de vista extremo tendría consecuencias catastróficas, aniquilaría los incentivos para trabajar, ahorrar e invertir y detendría el progreso de la civilización humana.

La última crítica del Papa de la semana pasada fue igualmente infundada, culpando a los especuladores de los altos precios de los alimentos. "Los pocos tiene una inmensa riqueza que viene de la especulación financiera, mientras que los muchos están profundamente agobiados por las consecuencias", dijo, afirmando que "la especulación en los precios de los alimentos es un escándalo que compromete seriamente el acceso a los alimentos por parte de los miembros más pobres de nuestra familia humana".

El predecesor de Francisco, Benedicto XVI, hizo comentarios similares. Pero la verdad es esta: los especuladores no tienen la culpa de los precios altos (o bajos) durante cualquier período significativo de tiempo, no hay evidencia estadística genuina ni sólida para respaldar las afirmaciones del Papa y los beneficios de los traders no vienen a expensas de los pobres.

Los que compran y venden y tratan de predecir el futuro realizan una función social fundamental y legítima; sin ellos, la economía daría bandazos ante los excesos o falta de oferta. Los mercados serían tremendamente opacos y sin liquidez, con unos consumidores que pagarían mucho más que otros por los mismos productos. Cuando el precio de los alimentos sube, significa que los expertos creen colectivamente que la demanda aumentará o el suministro caerá; gracias a estas especulaciones, los precios de mercado son la mejor señal de alerta temprana. Permiten que los agricultores planten más los tipos adecuados de cultivo, y los mercados de futuros les permiten asegurarse contra los cambios de los precios.

La comida es relativamente cara, ya que es relativamente escasa. Hay muchos países que cada vez son más ricos y por lo tanto consumen más los mismos productos y cada vez hay más tierras agrícolas que se están utilizando para producir biocombustibles y etanol. Sin embargo, el progreso tecnológico, impulsado por la innovación empresarial, ha hecho que la agricultura sea inmensamente más productiva; y la mejora de las políticas ha llevado a que más países operen ahora en sectores agrícolas productivos.

Con el tiempo, son estas tendencias las que determinan el costo de nuestra comida y cena, y no los traders; es una lástima que a tantas personas les resulte más fácil matar al mensajero que tratar de entender las causas subyacentes de la escasez y la abundancia.

Por supuesto, el sistema puede fallar. Las burbujas pueden aparecer: la flexibilización cuantitativa y las tasas de interés tan bajas han provocado una subida importante en muchos activos en los últimos años; demasiado dinero persiguiendo a muy pocos productos básicos. Los mercados pueden ser manipulados, como hemos visto con el Libor; afortunadamente esta actividad ilegal no tiende a ser muy importante en el largo plazo, no obstante debe ser penalizado severamente. Tomar medidas fuertes contra tal abuso es una cosa; tratar de detener la especulación es otra muy diferente.

Los grupos religiosos tienen un papel muy importante en la mejora de la sociedad: se puede promover el autocontrol, la cortesía, el respeto y el comportamiento ético, y ayudar a reducir el fraude, la manipulación y otras actividades ilegales en todas las esferas de la acción humana. Pueden recordar a sus seguidores que hay más en la vida que simplemente acumular bienes, y que la lectura, el aprendizaje y el pensamiento son cosas maravillosas.

Pueden convencer a los ricos para que financien programas de reducción de la pobreza, investigación médica y becas educativas. Deben hacer hincapié en la unidad de la humanidad, y por lo tanto a ayudar a eliminar las barreras proteccionistas que impiden a las personas de los países pobres vender sus productos a los países más ricos. La tarea es inmensa.

Pero luchar contra el capitalismo - el mayor remedio contra la pobreza y libertador de personas que se ha descubierto - no tiene mucho sentido.”


Fuentes: Allister Heath




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