La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

Gentes

Santiago Niño Becerra - Martes, 10 de Marzo La población, la ciudadanía, el pueblo (antes se decía), la chusma (algunas/os decían: ¿lo seguirán diciendo?). La gente sirve para lo que ha de servir (hay una canción que habla de eso: no recuerdo su título), pero lo que mejor hace es ser moneda de cambio. ¿Ejemplos?. estos días: Barajas, Gaza; si piensan seguro que se les ocurren más. La gente también desempeña muy bien otro papel; ejemplo: yo. Se lo explico.

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Hace unas semanas adquirí por Internet un bien, su importe: 250 dólares más 40 de envíos. Lo adquirí con tarjeta de débito, y el proceso de compra se desarrolló felizmente.

Al día siguiente consulté por Internet, claro, el extracto de la cuenta asociada a la tarjeta, y ¡oh sorpresa!, el importe total de mi adquisición figuraba cargado dos veces: una en el momento de realizar el pago, y otra unas ocho horas después. Inmediatamente telefoneé al número de asistencia de la tarjeta.

Tras recorrer un menú telefónico: “Si tal, pulse uno, si cual pulse dos”, me atendió una señorita muy amable a la que expliqué detalladamente lo que me había acontecido. Cuando finalicé mi explicación, muy suavemente me dijo que lo que me había sucedido era algo bastante normal, que no me preocupase, y que el importe me sería abonado en cuanto se viera que era incorrecto; para acabar de convencerme me dijo que era habitual que operaciones como las que había realizado estuvieran cubiertas con un seguro.

Como pueden imaginar me quedé bastante mosca: era normal duplicar pagos, me repetí a mi mismo; era normal que sofisticados sistemas informáticos diseñados específicamente para cargar y abonar por Internet duplicaran esos cargos: los cargos: quien me había realizado la venta me dijo que él no había recibido el abono por duplicado: le creí, ¿por qué?, no lo sé, pero le creí.

Telefoneé a un alto empleado de la entidad financiera en la que tengo la cuenta asociada a la tarjeta de esta historia y a quien conozco muy bien, y aquí es donde empecé a ponerme verdaderamente nervioso, sobre todo porque ese alto empleado comenzó a explicarme cosas que yo desconocía en absoluto, cosas que yo les voy a contar ahora, cosas que, estoy convencido, muchas/os de Uds. desconocerán.

Resulta que cuando Uds. hacen un pago por tarjeta se produce una “reserva” por el importe del pago por Uds. realizado. La localización de tal reserva no es la cuenta asociada a la tarjeta, sino una especie de saco virtual con su nombre que lleva impreso el número de la cuenta asociada a la tarjeta utilizada. Pues bien, lo que debe suceder es que cuando al saco llega la confirmación de la compra o del gasto, al saco llega una instrucción para que se produzca el cargo en la cuenta asociada a la tarjeta, cargo que se producirá al cabo de los días pertinentes caso de que la tarjeta sea de crédito, o de forma instantánea si es de débito.

¿Qué sucedió en mi caso?, pues que la reserva pasó a ser cargo porque llegó una instrucción del tipo: “reserva a la espera de recibir confirmación que tiene que llegar ya”; cosa que es cierta: llegan ya, pero en mi caso no llegó porque ya había llegado antes. Si la tarjeta con la que realicé la compra hubiese sido de crédito no me hubiese enterado del problema (a no ser que hubiese superado el límite concedido a la misma, claro: yo hubiera pensado que aún me quedaba saldo, y no) pero como era de débito, me enteré inmediatamente.

Pero claro, mientras el alto empleado me iba explicando todo esto yo estaba pensando en lo que me había dicho la amable señorita de atención al usuario de tarjetas hacía un momento: que lo que me había sucedido a mi “era normal”, es decir, que sucedía con una cierta asiduidad. Y me pese a hacer cálculos extrapolando cifras a nivel continental, planetario, y llegué a cifras monstruosas, mareantes, y comencé a pensar en cosas raras.

El abono de ese cargo duplicado -con valor del día en que se produjo- me llegó cuando el alto empleado me dijo: al cabo de siete días que parece ser que es el tiempo que el sistema tarda en verificar que no existe orden de confirmación a la “reserva” porque no debía haber tal reserva. Es decir, yo había estado “financiando” no-se-que, no-se-a-quien, no-se-donde, por un importe de 290 dólares durante siete días; entonces volví a pensar en los cálculos que había realizado y me salieron cifras aún más monstruosas. Porque claro, ¿qué sucedió con mis 290 dólares durante los siete días que desaparecieron de mi cuenta?.

¡Atención!, ni estoy diciendo nada raro ni quiero decir nada raro, pero ante cosas así a uno le da la sensación de haber desempeñado un papel extraño, ¿no?. Yo simplemente digo que cuando adquieran algo por Internet recuerden que es normal que suceda lo que acabo de relatarles.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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