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Jeremy Grantham está preocupado, y sería conveniente escuchar sus motivos

Carlos Montero - Miercoles, 21 de Mayo

Jeremy Grantham, fundador del gigante fondo de inversión GMO, y uno de los gestores más reputados del mundo, mostró en su último boletín trimestral su preocupación por la situación actual de los mercados financieros. Es cierto que muchos son los analistas que llevan vaticinando una caída de las bolsas desde hace meses, pero Grantham es uno de esos personajes que se ha ganado el derecho de ser escuchado cuando habla. Grantham dice:

Si eres un gestor valor compras activos baratos. Si eres muy experimentado, eufemismo utilizado cuando has sufrido muchos contratiempos, te esfuerzas por reservar tus mayores apuestas en momentos en los que los activos están muy baratos. Pero incluso entonces, a menos que seas muy afortunado, puede que los activos alcancen niveles extraordinariamente baratos, incluso extrañamente baratos, y cuando esto sucede, tus posiciones entran en terreno negativo. Si el mercado tuviera sentido, llegaría a niveles de infravaloración por algún tiempo y después volvería a la normalidad. Esto sería muy agradable y fácil de manejar.

Pero en mi carrera, como en la mayoría de las suyas, he visto en muchas ocasiones valoraciones totalmente atípicas. Esto sin duda convierte al mercado en emocionante, pero también produce verdadero dolor, incluso para los gestores valor más disciplinados. A continuación les mostraré algunas de esas ocasiones en las que se han alcanzado valores totalmente atípicos.

En 1974 el mercado de valores estadounidense cayó hasta siete veces beneficio, y el diferencial valor/crecimiento alcanzó un evento sigma 3 (uno cada 700 años). Las acciones de pequeña capitalización alcanzaron el mayor descuento jamás alcanzado. Hasta 1984 estas acciones no se vendieron con prima (la primera vez en su historia).

En 1989 el mercado japonés registró un máximo de 65 veces beneficio, cuando antes de ese ciclo alcista nunca había superado las 25 veces beneficio.

En 1994 la deuda de los emergentes tenía una rentabilidad de 14 puntos por encima de la de EE.UU. En 2007 ese diferencial se había reducido hasta los 2 puntos.

En 1999 el S&P alcanzó un máximo de valoración de 35 veces beneficio. En el 2000 el diferencial valor/crecimiento igualó su increíble récord de 1974 (yo habría casi apostado mi vida a que eso sería imposible que sucediera de nuevo). Igualmente de improbable fue que en 2000 el diferencial entre los valores de pequeña y gran capitalización superó el record de 1974, y los mercados de acciones emergentes tenían un gap del 12% sobre el S&P 500 y nuestras previsiones a 10 años.

Para 2007 todo el mundo disfrutaba de una orgía de toma de riesgos, y la vivienda en EE.UU. había experimentado por primera vez una burbuja a nivel nacional, que también alcanzó un sigma 3 (1 evento cada 700 años).

Estos ejemplos que menciona Grantham muestran con claridad que los excesos en los mercados financieros pueden mantenerse mucho más tiempo de lo que parecería razonable. Tanto por sobrevaloración como infravaloración.

Grantham añade que la política de la Reserva Federal de EE.UU. en los últimos años, inyectando en el sistema un histórico exceso de liquidez, creó en el pasado, y sigue creando ahora, enormes burbujas financieras que terminarán (como todas las burbujas por definición), explotando irremediablemente.

Hasta el período 1997-1999 la burbuja de EE.UU. era manejable (de una magnitud similar a la de 1987). Sin embargo, con la inyección monetaria por la crisis asiática de 1997, seguido por el rescate del Long-Term Capital Managemente en 1998, y la inyección monetaria en 1999, la burbuja alcanzó su clímax en el 2000.

Dado que el crecimiento mundial se construyó sobre arenas movedizas por la excesiva creación de crédito y un aumento proporcional de la deuda, una vez que la burbuja infectó la economía de EE.UU. –el motor del crecimiento mundial-, derrumbó el castillo de naipes que se había creado por el exceso de capacidad y las montañas de deuda.

Se ha demostrado que una política monetaria inflacionista y un gasto gubernamental keynesiano, no son la panacea para una depresión post-burbuja, y esta es una elección que la Fed no ha aprendido a pesar de todo lo sucedido.

Grantham añade que la enorme cantidad de liquidez que ha inundado el sistema por la acción de los bancos centrales, incrementará el riesgo de una incorrecta asignación de recursos. Esto es lo que está sucediendo, por lo que la burbuja está ya en camino.




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