Karl Marx
Santiago Niño Becerra - Lunes, 18 de SeptiembreSe celebra el 150 aniversario de la publicación del primer tomo de ‘El Capital’. Lo que viene a continuación es un fragmento del mismo:
“Paralelamente a esta centralización del capital o expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se desarrolla (...) la inserción de todos los países en la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista. Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de transformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, de la esclavitud, del envilecimiento, de la explotación; pero también crece la rebeldía de la clase obrera, cada día más numerosa y disciplinada, más unida y más organizada por el propio proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en grillete del modo de producción que ha brotado y crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en el cual resultan incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Suena la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”. (1)
Dejando a un lado lo de que los explotadores son explotados, con una clarividencia portentosa Marx vio hace 150 años una de las principales características del Sistema Capitalista: su tendencia natural hacia el monopolio (hacia el oligopolio debe decirse hoy). Si en el capitalismo triunfa el más hábil, el más listo, el más capaz, el que más riesgos está dispuesto a asumir, el más trabajador, el que tiene más potencia financiera, el más salvaje e inhumano, diría Marx … , se irá imponiendo sobre otros que sean menos lo-que-sea que él, … hasta que se quedará solo imponiendo entonces un monopolio. El ejemplo que siempre se pone: Rockefeller y el petróleo en USA.
Quienes gobernaban el sistema vieron que eso supondría el colapso del Capitalismo y en 1890, con la Sherman Antitrust Act, frenaron esa tendencia e impidieron los dominios de mercados. ¿Lo hicieron porque eran santos? No, que va, lo hicieron porque en 1890 aún había mucho campo para correr y había tarta para muchos; pero eso ya no es así, entre otras razones por las posibilidades que la tecnología hoy aporta, porque el balance entre recursos y población cada vez es más negativo, y porque cualquier tipo de conocimiento, utillaje o maquinaria puntero es cada vez más caro por lo que cada vez se precisa más capital para desarrollar lo que sea. Es decir, hoy no sólo es perfectamente factible alcanzar una posición oligopolista, sino que se ha vuelto una opción perfectamente natural.
Este texto lo explica muy bien. https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2017-09-14/robots-trabajo-empleo-monopolios-inteligencia-artificial_1443013/
Estoy de acuerdo con el razonamiento, un razonamiento que la realidad apoya: la productividad está avanzando muy poco en los últimos quince años. Pero la tecnología, aunque sea bastante rupestre y aún se halle lejos de esa maravilla que nos pintan, ha contribuido decididamente a reducir la demanda de trabajo en múltiples sectores, desde agricultura a fabricación de automóviles, pasando por minería, logística y comercialización.
Es decir, imaginen donde pueden situarse esa tendencia hacia los oligopolios a medida que la tecnología, cualquier tecnología, se vaya desarrollando, e imaginen cómo va a evolucionar la demanda de trabajo. Pavoroso, ¿verdad?.
Recuerden: el futuro es de las grandes corporaciones, oligopolistas, evidentemente.
(1) Esta frase la analizo en mi libro ‘La Economía. Una Historia muy personal’. Los Libros del Lince, 2015.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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