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Las pensiones de España

Santiago Niño Becerra - Lunes, 16 de Septiembre

En España se ha abierto la segunda fase del proceso que en pocos años va a desembocar en un doble escenario: reducción de la masa total anual gastada en pensiones, y progresiva reducción de la pensión media hasta quedar convertida en algo insuficientemente simbólico: mis alumnas/os (19 / 20 y 21 / 22 años) tienen clarísimo que no van a percibir ninguna pensión.

La primera fase de este proceso fue de toma de contacto y definición de los instrumentos que están posibilitando lo que sobre pensiones está viniendo y va a venir: aprobación del Pacto de Toledo en aquel ya lejano 1995: cuando España estaba a punto de empezar a ir bien. Esta primera fase, ya dio avisos de por donde podían ir las cosas: congelación de pensiones en 2011.

La segunda fase empezó el pasado Viernes con la presentación por el Gobierno del primer miembro de la fórmula elaborada por los expertos para ‘la reforma de las pensiones’ a fin de asegurar su supervivencia. Resumen del resumen de lo que, pienso, dijo la Sra. Fátima Báñez: en pensiones, se pagará lo que se pueda en función de lo que se tenga.

Lo más sorprendente de los mensajes que en relación a este tema se están transmitiendo es la tergiversación de términos que se está llevando a cabo y el confusionismo que -pienso que intencionado- que se está creando. Por favor, síganme.

Las pensiones nacen con acuerdo a unas circunstancias muy concretas que ya no se dan y suponiendo cosas que ya no se cumplen: ni existe pleno empleo del factor trabajo, ni está garantizada la ocupación de los jóvenes que se van incorporando a la población activa, ni son crecientes los salarios, ni la esperanza de vida son hoy 65 años, ni la recaudación de cotizaciones sociales es creciente, ni existe una URSS que presumiblemente amenace la civilización occidental y que obligue a cubrir las necesidades de futuras de una clase obrera que debe permanecer tranquila, ni es necesario que el consumo de todo sea permanentemente creciente. Vamos, que nada de nada.

En estas se dice que es la crisis económica y la evolución demográfica los elementos que están forzando a la revisión de las pensiones. Vamos a ver. La crisis está causando una caída en los ingresos fiscales y de la seguridad social, pero según el propio Gobierno dentro de nada vamos superar tal crisis por lo que este problema de ingresos quedará resuelto; pero nunca ha sido enfocado así por nadie, ¿por qué?.

Por el lado demográfico es justo lo contrario: en la búsqueda de mayores productividades que ahorren consumo de factores productivos y reduzcan costes, las empresas que queden tras la crisis tras producirse profundos procesos de concentración, y por lo que respecta al factor trabajo, reducirán al mínimo su demanda de trabajo utilizando crecientemente contratos y temporales y por ‘obra y servicio’ o como quiera que entonces se llamen. Una demanda de trabajo decreciente llevará a una menor ocupación, lo que hará caer el número de cotizantes y las cotizaciones al ser menores los salarios en una atmósfera de exceso de oferta de trabajo. Es justo al revés: en un mundo de novela de ciencia ficción, lo óptimo sería una caída demográfica justo hasta el nivel preciso para el modelo productivo.

En esta fase las pensiones no se van a congelar, no, pero irán perdiendo poder adquisitivo progresivamente hasta que la inflación haga, dentro de unos años, que este quede reducido a un nivel de mera subsistencia, o inferior. (La inflación prevista: 2% - 2,5% para los próximos años incluso me parece elevada teniendo en cuenta que el consumo va a ir cayendo a medida que la renta media vaya cayendo, a no ser claro, que se produzca una muy rápida reducción de la oferta, y un muy elevado aumento de los precios de las commodities, que todo podría ser. Y siempre quedará el desequilibrio: en Sabadell tal inflación nunca será igual que en Briviesca)

Decíamos que estábamos en una segunda fase de la ‘reforma de las pensiones’ cuyo objetivo es la reducción de la masa pagada en pensiones. A medida que la recaudación vaya cayendo y creciendo el número de pensionistas, habrá en la caja menos para pagar pensiones. Ante eso dos posibilidades: o aumentar los ingresos o reducir la pensión media utilizando los 50 mM que aún quedan en la reserva para ajustes.

Los ingresos no van a aumentar porque, descartada la vía de más cotizaciones por más ocupación, la única opción es crear impuestos específicos para ello. (Lo cierto es que las cotizaciones aún van a bajar más debido que, para ‘ganar competitividad’ y ‘crear empleo’, las cotizaciones que pagan las empresas van a descender). Pero subir impuestos supone aumentar la presión fiscal a través de la imposición directa, lo que es pecado mortal.

Por tanto tan sólo queda una caída de lo que se paga, es decir, de la pensión media. (Como se reparta en principio le dará igual: aumentar la pensión de las viudas y disminuir las contributivas). Es decir, caída de la masa pagada en pensiones hasta que se equilibre con los ingresos. (El descenso en la esperanza de vida a medida que se vayan produciendo más recortes en el modelo de protección social y como causa de un peor estándar de vida provocado por la caída de la renta, ayudará a compensar el sistema, pero será un proceso que irá por detrás de la caída de ingresos de la seguridad social y que, en cualquier caso, podría trasladarse a un mayor descenso de las cotizaciones sociales de las empresas).

La tercera fase comenzará en el 2019, cuando entre en funcionamiento el segundo miembro de la fórmula: la esperanza de vida una vez se haya alcanzado la edad de jubilación. Pregunta: ¿por qué se espera al 2019? (cierto: mañana puede decirse que se adelanta, pero no lo creo: hay que tener todo muy atado y algo así ha de producirse con la crisis ya estabilizada).

Pienso que es para ver como han evolucionado las distintas variables en esta segunda fase a fin de ajustar lo que sea necesario con la esperanza de vida. Siempre, claro está, con el objetivo de ir reduciendo la masa total pagada en pensiones. En este escenario las pensiones públicas, pienso, ya serán muy, muy reducidas e insuficientes para sostener estándares de vida que garanticen una cierta dignidad, por ello las pensiones de empresa: las pensiones garantizadas por empresas a sus empleados más necesarios, se habrán convertido en una parte muy importante de la remuneración.

Quedará aún una cuarta fase. Ante tal panorama, quienes su salud se lo permita y se hallen ocupados, decidirán continuar trabajando porque jubilarse implica empeorar; pienso que para la gran mayoría de la población ocupada se fijarán edades obligatorias de jubilación a fin de que no quede colapsado al acceso a escaso trabo existente a jóvenes válidos que puedan ocupar los puestos que quedarán vacantes.

A la vez, pienso que es esperable un progresivo y tremendo endurecimiento en las condiciones de acceso a una pensión, y no sólo por los años exigidos de cotización, sino por cuestiones como la renta media del posible perceptor, su patrimonio disponible, la posibilidad de acceder a rentas vía, por ejemplo, el alquiler de tal patrimonio, la posible ayuda que pueda recibirse de familiares, etc.

Hacia el 2025 puede estar ya dibujado el sistema de pensiones de las próximas décadas: pensiones dirigidas a personas con muy escasos recursos con la configuración de subsidios y peso relativo de las pensiones privadas de empresa. Hasta que el concepto ‘pensiones’ se vaya diluyendo con el tiempo hasta que deje de utilizarse y pase a los libros de Historia.

Las pensiones, debido a una serie de razones fueron necesarias; esas razones ya no se dan, luego las pensiones han de ser eliminadas porque supone un coste que puede eliminarse. ¿Las consecuencias de ello?. Tampoco es ni será ya necesario considerar las consecuencias.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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