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Lecciones que la UE tendría que aprender: debe hundir el euro

Redacción - Domingo, 02 de Junio

¿Economía estancada? Sí. ¿Envejecimiento de la población? Sí. ¿Carga insostenible de la deuda? Sí. Cuanto más nos fijamos, más aparentes se vuelven las similitudes entre Japón y Europa. Las dos economías están inmersas en una recesión, ambas tienen poblaciones envejecidas y pronto se enfrentarán a un fuerte descenso demográfico, las dos tienen muchas empresas maduras con marcas potentes pero no suficientes negocios nuevos...recoge elEconomista

 

La diferencia es que Japón, con su nuevo primer ministro Shinzo Abe, está haciendo un esfuerzo sobrehumano para salir del atolladero. Por supuesto, todavía está por ver que la abenómica funcione más allá del corto plazo pero, por ahora, se ha visto recompensada con una racha de crecimiento. La rentabilidad de la bolsa ha sido espectacular: el índice Nikkei japonés ha subido ya un 48% en lo que va de año.

Dadas las similitudes con Japón, ¿qué lecciones puede aprender Europa? Necesita ser más audaz, dejar que la moneda se hunda, centrarse en la inflación y controlar su banco central. Si hiciera todo eso, tendría una probabilidad de salir a base de crecimiento de su actual embrollo y los inversores se beneficiarían tan generosamente como lo fueron cuando entraron en el mercado japonés el año pasado.

Similitudes con Japón y Reino Unido

Japón y la Eurozona, junto a las demás grandes economías europeas como el Reino Unido, tienen mucho en común. Son países maduros, muy industrializados, con abundante riqueza pero no mucho crecimiento. Es cierto que Japón ha estado en una depresión mucho más tiempo (dos décadas en vez de cinco años como Europa) y no está enlosado con una unión monetaria que parece más disfuncional cada año que pasa pero ambos envejecen gravemente. El índice de natalidad alemán, del 1,36, es menor incluso que el de Japón, con un 1,39, y España e Italia apenas se sitúan una fracción por encima. También están cargados de deuda.

El Reino Unido y Japón compiten por un puesto en las tablas de deuda global si sumamos los préstamos corporativos, personales y del gobierno.

Lo cierto es que Japón y Europa tienen mucho más en común entre sí que cualquiera de ellas con Norte América, China o los mercados emergentes. Y la abenómica, como han bautizado los mercados al plan para sacar a Japón del hoyo, contiene cinco lecciones para Europa.

La primera es ser audaz. No hay lugar para las reformas pequeñas a medio gas ni los estímulos tibios de la economía. Los problemas grandes requieren grandes soluciones. Si Europa quiere revertir su declive, tendrá que lanzar una facilitación cuantitativa a gran escala. Deberá recapitalizar sus bancos para que puedan volver a prestar dinero y seguramente le haga falta una unión fiscal hecha y derecha en la eurozona para que las deudas de cada estado miembro se compartan y la amenaza de quiebra desaparezca de los países periféricos. Entretenerse por las ramas no va a funcionar. Japón se pasó una década haciéndolo y no ha llegado a ninguna parte.

Hundir la moneda

La segunda es devaluar la moneda. A las economías maduras en declive siempre les cuesta seguir siendo competitivas frente a los mercados emergentes porque sus costes son invariablemente demasiado altos. Los trabajadores nunca aceptan salarios más bajos o, al menos, no sin mucho forcejeo. La única respuesta es devaluar la moneda, de una forma masiva y frecuente.

Así, uno se asegura de que la industria siga siendo competitiva. El Reino Unido ha devaluado y, aunque su economía no se encuentra en la mejor forma, ya ha dejado de encoger (al contrario que Francia, España o Italia). El euro no se ha devaluado nada. Aunque algunos contrincantes nos acusen de lanzar una guerra monetaria, hay que ignorarles. Ése es su problema, no el nuestro y tenemos demasiados problemas como para preocuparnos de los de los demás.

La tercera es atacar la inflación. Acumular enormes deudas siempre es arriesgado, pero es mucho más manejable cuando se cuenta con una inflación sólida y persistente. La deflación es lo que hace la deuda insostenible. Hay que mantener los precios en alza al menos un 2% o 3% anual para tener posibilidades de salir del bache. Europa no se acerca ni de lejos. La inflación cayó hasta apenas el 1,2% en la eurozona en abril, muy por debajo del objetivo del 2%, y podría convertirse en deflación pura y dura a final de año. Eso tiene que cambiar.

La cuarta es controlar el banco central. Los bancos centrales independientes están bien en teoría pero si no ofrecen las políticas que hacen falta, hay que ponerlos a raya. En Japón, Abe ha dado instrucciones claras a su banco central. El Banco de Inglaterra hace más o menos lo que el Reino Unido necesita pero el Banco Central Europeo parece contentarse con dejar que la eurozona siga hundiéndose en la depresión. Alguien tiene que decirle lo que debe hacer y, si no quiere escuchar, habrá que sustituir a sus directivos.

Impulsar a las bolsas

La quinta es arrancar el mercado bursátil. Un mercado bursátil en ascenso ayuda a la economía de dos maneras. Primero, reactiva la confianza (los inversores se sienten más ricos y las empresas más prósperas). Confianza es lo que hace falta para que la economía vuelva a moverse y una subida de los precios de las acciones es la forma más rápida de conseguirlo.

Después, hace que las pensiones sean más asequibles y los pensionistas más ricos, ya que sus ingresos dependen del mercado. Y eso es importante cuando una población envejecida significa que hay más jubilados que nunca. Si se consigue impulsar el mercado bursátil, la economía debería mejorar.

Se trata de un conjunto radical de políticas y todavía está por ver si funciona o no. Abe se ha visto recompensado con un trimestre de crecimiento más rápido pero las estadísticas trimestrales de Japón son erráticas y no sabemos cuánto durará. Aun así, dadas las similitudes entre las dos economías, si funciona en Japón, también lo hará en Europa.

Y ahí hay una lección para los inversores. Las grandes economías de Europa puede que estén hundidas en una depresión y se enfrenten a una montaña de problemas pero eso no significa que los gobiernos no puedan dar con una respuesta política. Si lo hacen, podría producir rendimientos espectaculares para cualquiera que tenga dinero en el mercado.

Matthew Lynn es director ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.




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