Liechtenstein
Santiago Niño Becerra - Viernes, 07 de Marzo Nunca he estado en ese paíÑ‚Âs (hoy es mejor no preguntar si se ha estado en él).De Liechtenstein pueden contarse muchas cosas, yo me quedo con dos. Una. Hasta 1984 las mujeres nunca votaban; el 1 de Julio de dicho año los hombres, permitieron a las mujeres que, desde ese momento, votaran en las elecciones generales, pero no en las locales. Otra. El Estado es una monarquíÑ‚Âa y el jefe del mismo es un príÑ‚Âncipe cuyos poderes recuerdan a los monarcas de antes, Uds. ya me entienden; pues bien, en el 2003 el sector críÑ‚Âtico del paíÑ‚Âs forzó un referéndum para tratar de reformar esa situación, y el jefe del Estado lo interpretó como un plebiscito: o todo seguíÑ‚Âa como estaba, o él y su familia se ¿exilaban? a Viena; ganó el príÑ‚Âncipe.
¿A que no sabíÑ‚Âan lo que acaban de leer?, si no se ha dicho ya cuando lean esto, pronto se dirá. Es un condimento estupendo para aderezar todas las historias de fraude, evasión de impuestos y corrupción que están tomando a Liechtenstein como centro de operaciones, historias de las que no dudo ni por un instante. Lo que es realmente sorprendente es que lo que hoy es objeto de persecución por suceder en el paíÑ‚Âs centroeuropeo, sucedíÑ‚Âa, exactamente igual, hace dos meses, y hace dos años, y nadie comentaba absolutamente nada, ni se publicaba absolutamente nada, ni se perseguíÑ‚Âa absolutamente nada. ¿Curioso, no?. Pues no, nada curioso.
Lo hemos comentado, lo repetimos. Los paraíÑ‚Âsos fiscales han sido lugares útiles y necesarios. Los habíÑ‚Âa ultraconsolidados, megahistóricos, supragubernamentales, metapolíÑ‚Âticos, como Suiza. (Una ¿anécdota?. Hace años, una persona me contó que, en plena II Guerra Mundial, vio con sus propios ojos, a financieros y prohombres de todas los paíÑ‚Âses participantes en la contienda, tanto de un bando, como de otro, departiendo amigablemente en los bares de los hoteles de Zurich los negocios que haríÑ‚Âan cuando la guerra acabase; ¿es cierto?, lo ignoro, pero, de serlo, sólo en Suiza seríÑ‚Âa posible que hubiese sucedido algo asíÑ‚Â). Luego estaban los paíÑ‚Âses fiscales de última hornada, los recién llegados, como Andorra.
Los paraíÑ‚Âsos fiscales era útiles para que personas fíÑ‚Âsicas y juríÑ‚Âdicas que no podíÑ‚Âan ser alcanzadas por la guadaña fiscal de los 50, 60 y 70 -¿por qué no podíÑ‚Âan ser alcanzadas por la guadaña fiscal?, pues porque no podíÑ‚Âan, no pregunten más- tuvieran una salida; y los paraíÑ‚Âsos fiscales eran necesarios a fin de que, durante esos años, la guadaña pudiera actuar con toda la contundencia de la que eran capaces de implementar los sistemas fiscales de las economíÑ‚Âas en las que actuaba. La contundencia fiscal teníÑ‚Âa un fin supervendible electoral y políÑ‚Âticamente: financiar el modelo de protección social, y, también, un fin supervendible en términos económicos: comprar la paz social. Todo eso ya se acabó.
Hoy los Estados se hallan en retroceso y el modelo de protección sociual en retirada. Hoy la redistribución de la renta no es un objetivo de nadie, ni siquiera de los pobres, fundamentalmente porque ya no hay que comprar ninguna paz social. Hoy -desde hace años- la dinámica es conseguir equilibrios presupuestarios -mejor superávits, claro- a través de la reducción de gastos públicos (sociales, sobre todo), lo que justifica la reducción de ingresos públicos, es decir, la reducción de impuestos y, en concreto, potenciar la fiscalidad indirecta en detrimento de la directa. Hoy, lo anterior, con ligeríÑ‚Âsimas variaciones, es defendido, tanto por los llamados partidos políÑ‚Âticos de derechas como por los, también llamados, partidos políÑ‚Âticos de izquierdas. Lean:
“Hoy, ser keynesiano consiste en reducir los déficts públicos”, lo dijo en 1999 quien entonces era Ministro de EconomíÑ‚Âa, Finanzas e Industria de la República Francesa, en un Gobierno socialista, en una alocución durante la preparación de los presupuestos para el 2000, el Sr. Dominique Strauss-Kahn, síÑ‚Â, el mismo que hoy preside el FMI. Lo siguiente, aún es mejor: “Puede ser enormemente atractiva la idea de gravar la fiscalidad del capital, pero ¿qué hacemos si se nos va?”, el autor de la frase es el Sr. Pedro Solves, vicepresidente y ministro de EconomíÑ‚Âa y Hacienda del Reino de España cuando la pronunció en una comparecencia en el Senado el 15 de Junio del 2004, y candidato a las elecciones del 9M. Con estos planteamientos, ¿para qué queremos paraíÑ‚Âsos fiscales?.
Hoy toca reducir tipos (reducir la presión fiscal), a fin de que, entre otras cosas, desaparezca el fraude y, por tanto, no sea necesario perseguirlo. Se trata de convencer a la gente que utilizaba esos paraíÑ‚Âsos fiscales que ya no es necesario que lo haga, pero se les ha de incentivar a que vuelvan, y para eso, bueno es sacarse un DVD de la manga, amenazar con el fuego y el azufre a, ¿a quién escogemos de muestra?, ¿a Liechtenstein?, pues vale a Liechtenstein, y publicitar unos cuantos nombre de tíÑ‚Âos forrados y tíÑ‚Âas forradas; y, si de paso quienes están en el Gobierno pueden ponerse una medalla, bote.
Si los pantalones pitillo ya no están de moda, ¿por qué iban a seguir estándolo los paraíÑ‚Âsos fiscales, no creen?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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