Los mercados y el cuento de las dos ciudades
Carlos Montero - Lunes, 09 de Septiembre"Los mercados llevan meses mostrando el temor a una próxima recesión de la economía, pero lo cierto es que podría decirse que la economía global está de hecho atravesando una fase recesiva", afirmaba recientemente Nicolás López de M&G A.V. en una nota a clientes. ¿Cómo es posible que los inversores teman la llegada de un escenario contractivo que realmente ya está presente? La respuesta es que está recesión es "particular", y que solo afecta a una parte de la economía relacionada con la industria, como consecuencia principalmente de las tensiones comerciales entre EE.UU. y China.
López añade:
Esto se refleja en el dispar comportamiento entre diferentes sectores de la Bolsa o entre indicadores económicos relacionados con la industria (en clara contracción) o bien el consumo y los servicios (en general con un crecimiento aceptable). En algún momento esta situación se ajustará, y bien la recesión de la industria se extenderá al resto de la economía, o por el contrario la industria se recuperará y la fase expansiva de la economía continuará algunos años más.
Otra forma de explicar el comportamiento de la economía sería la idea del crecimiento débil e inflación baja a largo plazo conocido como “estancamiento secular” El problema de la economía no sería tanto la posibilidad de una nueva gran crisis como la de 2008/09 que no parece muy probable, sino más bien un problema de orden estructural que puede acompañarnos muchos años en forma de un crecimiento de la economía muy débil e inflación baja. Este escenario sería consistente con unos tipos de interés muy bajos durante mucho tiempo y un mercado bursátil en tenencia suavemente alcista
Podríamos tener dos narrativas diferentes para explicar el comportamiento de los mercados en los últimos meses. Una sería la del estancamiento secular y otra la posibilidad de una recesión más tradicional en un futuro no muy lejano. Ambas podrían explicar cuestiones como la desaceleración de la economía, los bajos tipos de interés, el sesgo sectorial más bien defensivo en la bolsa, e incluso la nueva “fiebre del oro” que parece haberse desatado en los últimos meses. En cierto modo una recesión no muy intensa seguida de una vuelta a un escenario de crecimiento normal sería probablemente un mejor escenario a medio-largo plazo, aunque nos costara uno o dos años más de movimiento lateral/correctivo en la Bolsa. La lógica de esta recesión sería que vendría provocada por un “shock” externo derivada de la guerra comercialtecnológica entre EEUU y China que obligaría a las empresas a un ajuste más severo que eventualmente se trasladaría al consumo provocando la recesión.
Sin embargo, al menos en Europa, nos parece más plausible en este momento la idea del estancamiento secular para explicar las condiciones de la economía en los últimos años. Factores como la resaca de la gran crisis de 2008/09, el parón demográfico o el impacto de la globalización y el cambio tecnológico en la precarización del empleo han creado un entorno de crecimiento débil e inflación baja del que es difícil escapar. Los inversores se adaptan a este escenario buscando activos que les puedan dar algo de rentabilidad lo que explica el comportamiento positivo de los bonos y las acciones defensivas con alta rentabilidad por dividendo. También las compañías de sectores de crecimiento (tecnología, consumo …), que se supone pueden mantener un crecimiento de los beneficios superior al crecimiento del PIB, han mantenido un buen comportamiento es estos últimos años de atonía bursátil general. Pero esta búsqueda de rentabilidad a toda costa tiene el riesgo de elevar los precios de los activos hasta niveles que hagan que su rentabilidad futura ya no sea atractiva. Es decir, en ausencia de crecimiento, la rentabilidad que se deriva del aumento de los precios no sería sostenible y llegaría un momento en que toda la rentabilidad total para el inversor sería la que se deriva de los dividendos o cupones de los activos y poco más. En el caso de los bonos es más evidente. Las rentabilidades negativas que se han alcanzado en los bonos del tesoro y cercanas a cero en empresas de elevado rating difícilmente van a seguir cayendo mucho más lo que significa que, en el mejor de los casos, un inversor en estos activos va a recibir una rentabilidad cero o ligeramente negativa en los próximos 10 años comprando hoy los bonos.
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