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Santiago Niño Becerra - Jueves, 01 de Noviembre A veces, recordar el pasado es sano.

El pasado 25 de Marzo se conmemoró el 200у”šÑ‚º aniversario de la censura real de un documento histórico: The Slave Trade Act, por la que el comercio de esclavos pasaba a ser ilegal, en Inglaterra, y, de rebote, en todos los mares. El impulsor de esta ley fue un miembro del Parlamento de Londres de nombre William Wilberforce, un hombre que empleó la mayoríт­a de su vida parlamentaria en conseguir este objetivo. (Una interesante biografíт­a de este ilustre caballero pueden leerla aquíт­: http://en.wikipedia.org/wiki/William_Wilberforce).

La conmemoración, que duda cabe, merece ser celebrada, pero, a la vez, una serie de preguntas continúan flotando en el aire dos siglos después de que el rey Jorge III estampara su sello en el documento promovido por William Wilberforce, ¿por qué fue abolido el comercio de esclavos y, años después, abolida la esclavitud en todo Occidente?, ¿por qué Inglaterra se convirtió en abanderada de este movimiento?, ¿por qué la cuna de Shakespeare encomendó a su flota como tarea primordial la persecución de los buques negreros?.

Los principios filosóficos introducidos por la Ilustración mucho tuvieron que ver en el cambio de visión con que la esclavitud habíт­a sido vista hasta entonces; de hecho Jean-Jacques Rousseau , uno de sus más reputados miembros ya habíт­a manifestado que el hombre, en todas partes nacíт­a libre. Sin embargo, ¿fue la Ilustración lo único que forzó la abolición de la esclavitud?.

La esclavitud “bien entendida”, en contra de la opinión generalizada, no consiste en considerar al esclavo como una “cosa” sino como un bien de capital; quienes mejor entendieron eso fueron los propietarios de las plantaciones de algodón en la Confederación. (Es absolutamente falso que cuando un esclavo no rendíт­a lo que su amo creíт­a que debíт­a rendir fuese atado a un árbol y azotado por un capataz loco, fundamentalmente porque unos latigazos dados de forma inexperta podíт­an dejar lisiado y, por tanto, inútil, a ese bien de capital. Cuando se queríт­a castigar a un esclavo, era un experto en dar latigazos quien se ocupaba de la tarea).

Cuando el siglo XIX comenzó, algunas zonas -que no paíт­ses- de Europa se hallaban inmersas en un proceso que, posteriormente, seríт­a conocido como I Revolución Industrial; algunas de esas zonas se hallaban en Inglaterra. La Revolución Industrial dio lugar a muchas novedades, pero, de largo, la principal fue un apreciable aumento de la productividad; pero más productividad supone más oferta, y para que esa oferta se venda es necesario que haya una demanda que la compre.

La esclavitud “bien llevada” puede funcionar bien cuando la oferta se mueve dentro de unos líт­mites, pero no cuando la oferta es susceptible de crecimientos exponenciales, cuando eso sucede, la esclavitud tiene un problema muy gordo: los esclavos pueden llegar a generar bastante desde el lado de la oferta, pero no generan prácticamente nada desde el de la demanda. Por ello Revolución Industrial y esclavitud son términos totalmente incompatibles. La Revolución Industrial no sólo precisaba de bienes de capital que produjesen, necesitaba, también, de elementos que produjesen hasta el agotamiento pero que, a la vez, consumiesen, y eso sólo podíт­an hacerlo personas libres.

La Ilustración mucho hizo a favor de la abolición de la esclavitud, seguro, pero si no hubiese sido por el aumento de productividad que el maquinismo produjo, ¿se hubiera acabado tan rápidamente la esclavitud?. En Inglaterra y en los estados del Norte de USA lo entendieron, no asíт­ en el Sur; esa es la razón última de la guerra civil USA y, en última instancia, de la abolición de la esclavitud.

Fin de esta reseña, histórica, claro.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economíт­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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