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Moda

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 17 de Diciembre La última moda: especular hasta dónde van a caer -que no bajar-, a hundirse -que no descender- los tipos de interés en la UEM, es decir, hasta dónde los va a decrementar el BCE. Mi previsión: hasta el 0% si se cree que va a hacer falta; ¿por qué?, pues porque ahora todo el mundo tiene que demostrar que está haciendo todo lo que haga falta para contribuir a ¿salir? de la actual situación, y el BCE también tiene que dejar muy claro que está ayudando a ¿salir? de esa situación. Hacia finales del 2009 pienso que en la UEM nos iremos a un tipo nominal que se moverá en el entorno de ese porcentaje antes apuntado, lo que se traducirá en tipos reales negativos. Y, ¿va a servir de algo?, absolutamente de nada.

Y esto, el tema de los tipos nos lleva, de nuevo, a las culpas: “¡Ha sido él!. ¡Es feo!”. Primero, las culpables fueron las entidades financieras que “no daban” crédito, y, también, las agencias de calificación que habían puesto un 10 a un examen cuya puntuación debía ser un 0; eso ocurrió en la primera fase, cuando la mayoría negaba la crisis y se hablaba de recesión mientras se tomaban gin tonics.

Ahora, la mayoría ya habla de crisis, aunque se refieren a su “superación”, a su “salida”, a su “solución”, y en esta nueva fase, esa mayoría ha pasado a culpabilizar al BCE y a M. Trichet: el villano de la trama y sus secuaces. ¡Por favor!, ¿pero no decía esa misma mayoría hace escasos meses que M. Trichet casi era el Dios monetario que se preocupaba por la inflación como nadie lo había hecho hasta entonces?, ¿tan pronto pueden cambiar las fidelidades?.

El problema no reside en la política del BCE ni en un posible dolor de estómago de M. Trichet, sino en la forma como se han estado haciendo las cosas en los últimos veinte años. (¿Por qué somos tan pocos los que decimos eso?). Dejen en paz a M. Trichet: quienes hoy más le critican eran quienes ayer más le alababan. El problema está en otro sitio: en como el sistema está haciendo las cosas, una forma que ya no responde a lo que está sucediendo en la calle.

Decíamos que, de momento, se han dado dos fases y dos son, también, las fases que se han estado dando en la ¿resolución? de lo que estamos viviendo. En la primera, mientras se iba a toda pastilla por una calle encajonada entre paredes, se vislumbraba un muro en la lejanía. Se telefoneaba a la central (siempre hay una central a la que telefonear), y un montón de enanitos de cuento iban formando una rampa de créditos, ayudas, compras de activos tóxicos, reducciones de impuestos, y cosas financieras varias con el objetivo de que tomásemos la rampa y, de golpe, pasásemos por encima del muro.

Pienso que se continúa considerando que el modo de superar el muro continúa siendo básicamente el mismo, pero intuyo que ya hay quienes están viendo que eso de construir una rampa es bastante irreal: hace falta una cantidad inimaginable de recursos y no se dispone de suficiente tiempo para construirla; y me parece que se está empezando a optar por otro sistema, mucho más sutil, mucho más selectivo.

Consistiría en practicar un agujero en el muro, utilizando, ¿qué?, una carga explosiva muy poderosa: la productividad; un agujero de un tamaño suficiente para que quienes tengan la talla adecuada y se desplacen a la velocidad conveniente puedan pasar a su través. ¿Quiénes no puedan?, pues ... ¿Arriesgado?, mucho, pero no hay demasiadas opciones.

¿La tercera fase?, ¿en qué consistirá?, pues en culpabilizar a la dinámica del sistema reconociendo que la crisis es del sistema, y abordando el problema por ahí; ¿para cuándo?, del 2010 en adelante.

Para antes otra moda: los aplazamientos ofrecidos: “¡He!. ¡Oiga!. Vd. debe pagarme X, pero como ya sé que no puede, le concedo un aplazamiento”. Ya está sucediendo, y va a ir a más, a mucho más: es la manera de que no aumenten los impagados, los incobrables; “y los morosos”, dirá alguien. Una figura curiosa esa del moroso. Alguien moroso es alguien que tiene un problema puntual, que negocia un aplazamiento, que pacta una financiación, que fracciona su deuda, y que acaba pagando. Según la definición anterior, ¿cuántos “morosos” actuales -personas físicas y jurídicas- van a convertirse en incobrables?.

“Vd. me debe tanto, pero como no me lo puede pagar, ya volveremos a hablar del tema cuando pueda pagarme”; pensando así un nivel de impagados es cero y un nivel de morosos, también: a mis deudores he sido yo quien les ha dicho que no me paguen, no han sido ellos quienes me han pedido plazo porque no pueden pagar, ¿ven el matiz?. Contando así los números, la tasa de morosidad de las entidades financieras puede ser baja, muy baja, ¡bajísima!, y algún político puede salir en la tele diciendo que “las entidades financieras españolas están aguantando bien la actual situación de desaceleración”. Como si lo viera.

Otra moda: es un tema: Madoff. La historia de Bernard L. Madoff es una historia muy vieja, una historia que conecta con las grandes familias, con los ambientes exclusivos, con los brandys de 60 años, con alfombras de lana de karakul, con clubs de paredes paneladas en roble. Es un mundo cerrado, único, al que no se accede pagando una entrada: se nace en él, y a unas cuantas personas, muy pocas y muy de vez en cuando, se les permite ingresar temporalmente hasta que en la próxima generación su caso vuelve a ser revisado. Son ricos, pero son mucho más que eso: están por encima de las cosas.  Han existido desde siempre, pero fue en el siglo XVIII cuando adquirieron auténtica carta de naturaleza.

Esas gentes son muy, muy reservadas. Cuando confían en alguien, confían, pero prácticamente nunca lo hacen en alguien que no pertenezca a su grupo (“grupo”, no “clase”: no constituyen un grupo suficiente para formarla).

Si un día, tras unos sets en un court de una mansión de los Hamptons, dos caballeros charlaban relajadamente mientas degustaban un Keyhole, y uno dejó caer al otro lo bueno que era Madoff para sacarle jugo a esos billetes que se tenían parados o a la espera de algo, para el que escuchaba fue suficiente: con esa simple indicación supo que Madoff su hombre: lo había dicho alguien que para él tenía la verdad porque era alguien de su grupo. ¿Exagero?; saben que no.

Por eso Madoff ha podido hacer lo que ha hecho durante el tiempo que lo ha hecho y del modo que lo ha hecho. Incomodar a Madoff era incomodar a ese círculo y, ¿quién se atrevía con algo como eso?. Más allá, absolutamente nada, ¿para qué tenía que hacer falta más?.

Mi lectura es la siguiente. En una atmósfera bursátil de “vamos-siempre-a-más”, Madoff construyó un mecanismo más allá de la física, un mecanismo que se autoalimentaba. Mr. Madoff podía ser muchas cosas, pero no tonto: él sabe -sabía- que una crisis sistémica de proporciones colosales estaba -está- llegando y supo que su mecanismo ya no iba a poder obtener más alimentos.

Supongo: se ha erigido en único culpable, en único cerebro, en único genio, por lo que ha decidido que es el único que debe ser castigado: 70 años de edad, sin antecedentes: 10 años, condicional a los 5, puede que a los 3, y a escribir sus memorias. Pero Mr. Madoff tiene un problema: todo lo que sabe, y él lo sabe.

La pregunta en estos casos: ¿cómo lo hizo?, pero no es lo verdaderamente importante: ¿qué sucedió con los 50 miles de millones de dólares?. Voy a hacer un vaticinio: ¿a qué no se descubre?. “¿Por qué?”, preguntarán, pues porque hay cosas que es mejor no divulgar porque la mayoría no es capaz de comprender-las, ¿no creen?.

(A principios de Enero nuevas previsiones del FMI, y un mes antes ya publico las “actuales”: -1,0%. Ya han dicho que serán peores. Pero si dicen que van a sacar algo que va a ser peor que lo que han dicho es que ya lo tienen, ¿no?, o, al menos, que tienen un avance, ¿no creen?. ¿Tan malo va ser lo que van a decir que lo tienen que guardar hasta después de Fiestas?).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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