Reflexión
Santiago Niño Becerra - Miercoles, 29 de MayoMe escribía recientemente un lector:
“Pensaba esta mañana: el euro fue tangible a partir del 2002. Su crisis, la del euro, empezó más o menos 8 años más tarde. Y por seguir en el euro, algunos países como Grecia han perdido ya un tercio de su renta disponible y van a comerse una década perdida (eso son 10 años, dos más que los años de bonanza) y cuando acabe esa década, les espera crecimiento vegetativo capaz de recuperar solamente una fracción de la riqueza perdida. ¿Para qué seguir en el euro?, me preguntaría yo”.
Le respondí:
“Porque la unión, la coordinación, la cooperación es el futuro. Porque la fase de ‘cada uno a la suya’ ya ha pasado debido a que los recursos son limitados y es imprescindible la eficiencia. El euro, pienso, no es un fin en sí mismo, sino una etapa intermedia para llegar a una unidad de cuenta mundial: la primera unión monetaria moderna fue el área dólar: tras la Guerra Civil USA.
Cierto: las pérdidas de renta, los retrocesos en el bienestar. Pero es que mucho de aquellos años fue ficticio: se consiguió creando bits en un ordenador y permitiendo que todo el mundo se endeudase infinitamente más de su capacidad para generar valor. A eso añada el desperdicio de recursos tan alucinante que en estos años pasados se ha llevado a cabo. Lo que viene es muy fuerte: en realidad, lo que en Grecia está sucediendo es el retorno de su economía a un lugar más próximo al que le corresponde: repase lo que era la economía griega en los 70 y 80. Eso, lo de Grecia, es extrapolable a todas partes, España incluida, claro.
Para España, fuera del euro está la nada, una existencia hoy inimaginable: la nueva peseta estaría depreciada más de un 40% respecto al cambio actual, pero las deudas de España, la pública y la privada, estarían en euros y en dólares; y las commodities y los consumibles y equipos que España necesitase habría que pagarlos en dólares y en euros (y en francos suizos, y en coronas noruegas, y ...) ¿Se imagina un retroceso -real- de más del 40%?. Porque claro, España no es Noruega, ni siquiera Dinamarca.
El problema de España no es el euro, ni el BCE, ni siquiera Alemania, sino su bajísima productividad, y su modelo basado en el bajo valor. Y su Historia, claro: cuando el Norte del Báltico era un emporio comercial, aquí estaban matando sarracenos y no aprendiendo nada ni de su filosofía ni de su técnica, y suma y sigue. Y cosas como esas se notan”.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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