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Reflexiones de un millenial – y 2

Santiago Niño Becerra - Jueves, 01 de Diciembre

Mi respuesta al mail que leyeron ayer fue: “De entrada pienso que es necesario contextualizar las cosas: en España, en los 60, una familia de cuatro miembros –ya no de nueve – vivía de una forma muy, muy precaria porque la oferta de bienes y servicios era la que era en aquella España franquista y dictatorial y porque los salarios eran muy, muy bajos, razón por la que el pluriempleo era la norma y motivo por el que la migración a Europa era lo habitual en las zonas rurales y no tan rurales. 

Precisamente en los 60, un mapa, si no recuerdo mal editado por la FAO, situaba al Sur de España en la ‘zona del hambre’ del planeta. Vacaciones verdaderamente pocas familias podían permitírselas a no ser que fuese ‘ir al pueblo’; y entre los extras estaba el pollo por Navidad y el lote de turrones que daban las empresas a sus trabajadores. La de los 50 y 60 fue una España muy limitada y triste, tan sólo en las grandes ciudades había ciertas expectativas y más por las ilusiones de la intelectualidad antifranquista que por la realidad cotidiana. (Y no, la pobreza infantil no era el 30 % porque la renta mediana era tan baja que era muy difícil distinguir entre quien era pobre y quien no lo era. Quédese con un dato: en Barcelona, las barracas del Somorrostro, la zona que hoy ocupa el Port Olimpic, que estaban sobre la misma arena, fueron desmanteladas en 1966 porque el General Franco iba a presidir unas maniobras navales en la ciudad y no era estética la visión de tal ‘agrupamiento’).

Hay varios autores que han retratado de forma genial aquella época, uno de ellos es Juan Marsé en su obra ‘Últimas tardes con Teresa’. A Marsé, auténtico cirujano social, Juan Cruz le hizo una entrevista que publicó El País Domingo del 04.12.2005. y en la que aparece una frase que yo analizo en mi libro ‘La Economía. Una Historia muy personal’, esta:  "(...) desde los trece años (desde 1945) yo había trabajado en un taller, donde había treinta operarios, y yo sabía cuáles eran sus aspiraciones: comprarse un reloj, una gabardina, un coche. Aquel romanticismo de la izquierda que veía el cambio al doblar la calle no se correspondía con la realidad". Fue una época triste en la que la élite, sustentada en las bayonetas del ejército y en el terror de la policía, copaba todo lo copable; lo único que sí había, que sobraban, eran expectativas de que las cosas mejorasen porque ya llevaban veinticinco años mal. (Y fuera, para la mayoría, las cosas no estaban para tirar cohetes: a mediados de los 50 la mitad de las viviendas de Paris no disponían de cuarto de baño individual en cada vivienda).

Hoy, en lo operativo, tanto a nivel personal como de servicios públicos las cosas están en España mucho mejor que entonces: una mayoría tiene más bienes, dispone de más servicios, dispone de ´más dinero’, pero las expectativas de esa mayoría son muy limitadas por no decir nulas, entre otras razones porque el endeudamiento privado es sideral debido a que la inmensa mayoría de esos bienes y servicios, de ese ‘estar mucho mejor’, se han obtenido a crédito en la creencia de que la ‘España va bien’ iba a ser eterna. En otras palabras, en los 60, teniendo una licenciatura universitaria, habiendo cursado un master y hablando Inglés se era, literalmente el rey del mambo (la reina no porque el papel profesional de alto nivel de la mayoría de las mujeres era entonces marginal); y evidentemente, hoy eso no es así.

Lo que hoy sucede es algo muy simple: estamos –el 99,9999% de la población– yendo a menos. De forma imparable, inevitable. Debido a la tecnología y a la organización que tal tecnología posibilita, cada vez se precisan menos horas de trabajo para fabricar bienes y transportarlos y para transportar a las personas que, por necesidad, cada vez es menos necesario que se muevan (recuerde que la mayoría de los gastos turísticos se pagan a crédito, por lo que …). La caída en la demanda de trabajo genera desempleo estructural y precariedad en el empleo, lo que deriva en menores salarios medios, lo que genera ingresos impositivos menores que los gastos necesarios e insuficientes cotizaciones sociales que derivan en problemas en el pago de pensiones.

Lester Thurow, que fue decano de la Sloan School, en el MIT, definió los hijos como ‘centros de coste’. Pienso que cada vez se va a tener que pensar más y mejor sobre la viabilidad de tener hijos, porque cada vez va a ser más caro mantenerlos en base a las expectativas de renta como por las posibilidades futuras que esos hijos van a tener en un entorno ultracompetitivo en el que los excepcionalmente buenos y con buenos contactos (solo con una de las dos cosas no será suficiente) tendrán verdaderas posibilidades profesionales.

Ud. no lo dice, pero he deducido que me escribe desde España. Uds. los millennials tienen un horizonte muy complejo (los miembros de la Generación Z ni le cuento), pero tienen una cosa buena para este mundo que les ha tocado vivir: son unos supervivientes natos. Mi sugerencia: si con una licenciatura y un master sólo ha tenido la oportunidad de encontrar el empleo que tiene busque algo en otro país. Las cosas aquí, en términos generales, pienso que no van a variar sustancialmente. Una muy buena directora de cine y amiga mía, Andrea Jaurrieta, lo expone perfectamente en su corto del 2013 ‘Los años dirán’;  cuando uno de los personajes, una joven de 27 años, dice refiriéndose a los jóvenes: ‘Nos educaron para creer que llegaríamos donde quisiéramos, y lo peor es que nos lo creímos’. Se les acusa a Uds., a su generación, de que no protestan, de que no se revelan contra esta situación que les ahoga, que en los 60 si se revelaban los jóvenes; pienso que no es por negligencia sino porque saben que es inútil gastar energías en algo de lo que no van a sacar nada. Lo que decía: supervivientes”.

¿A que tiene miga?

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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