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Se acabó la fiesta: ¿Qué? Ѣ€“ 1

Santiago Niño Becerra - Viernes, 02 de Enero A estas alturas del calendario, a estas alturas de la precrisis sistémica en la que estamos metidos, nunca mejor dicho el dicho que da título a estas líneas, ¿verdad?.

No, no voy a hablarles del informe elaborado por The Economist: “The party"s over”, un informe sobre España publicado el pasado 11 de Noviembre (por cierto: esperaba más de ese informe, mucho más: The Economist puede hacerlo infinitamente mejor; luego la pregunta es: ¿por qué lo ha hecho así?).

Tras unos días para que reposase el affaire Madoff, y ya reposado, podemos volver a él (¿había sido abandonado?) y abordarlo desde otra perspectiva: desde su significado.

La historia de Bernard L. Madoff es una historia muy vieja, una historia que conecta con las grandes familias, con los ambientes exclusivos, con los brandys de 60 años, con la genuina lana de karakul, con salas privadas con paredes paneladas en roble. Es un mundo cerrado, único, al que no se accede pagando una entrada: se nace en él, y a unas cuantas personas, muy pocas y muy de vez en cuando, se les permite ingresar temporalmente hasta que en la próxima generación su caso vuelve a ser revisado. Son ricos, pero son mucho más que eso: están por encima de las cosas.  Han existido desde siempre, pero fue en el siglo XVIII cuando adquirieron auténtica carta de naturaleza.

Esas gentes son muy, muy reservadas. Cuando confían en alguien, confían, pero prácticamente nunca lo hacen en alguien que no pertenezca a su grupo (“grupo”, no “clase”: no constituyen un grupo suficiente para formarla).

Si un día, tras unos sets en un court de una mansión de los Hamptons, dos caballeros charlaban relajadamente mientas degustaban un Keyhole, y uno dejó caer al otro lo bueno que era Madoff para sacarle jugo a esos billetes que se tenían parados o a la espera de algo, para el que escuchaba fue suficiente: con esa simple indicación supo que Madoff era su hombre: lo había dicho alguien que para él tenía la verdad porque era alguien de su grupo. ¿Exagero?; saben que no.

Por eso Madoff ha podido hacer lo que ha hecho durante el tiempo que lo ha hecho y del modo que lo ha hecho. Incomodar a Madoff era incomodar a ese círculo. Más allá, absolutamente nada, ¿para qué tenía que hacer falta más?.

Mi lectura es la siguiente. En una atmósfera de “vamos-siempre-a-más”, Madoff construyó un mecanismo más allá de la física, un mecanismo que se autoalimentaba. Mr. Madoff podía ser muchas cosas, pero no tonto: él sabe -sabía- que una crisis sistémica de proporciones colosales estaba -está- llegando y supo que su mecanismo ya no iba a poder obtener más alimentos: lo que se sacaba ya era superior a lo que se metía.

Supongo: se ha erigido en único culpable, en único cerebro, en único genio, por lo que ha decidido que es el único que debe ser castigado: 70 años de edad, sin antecedentes: 10 años, condicional a los 5, puede que a los 3, y a escribir sus memorias. Pero Mr. Madoff tiene un problema: todo lo que sabe, y él lo sabe. Volveremos sobre esto. Volveremos.

Se acabó la fiesta: no digo ni pío, solo les sugiero que lean esto: http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087&sid=alIddFR0iWGE&refer=home. Lo de las barbas del vecino, sí, pero sin remojar.

(En el reino el Señor Ministro de Economía se siente satisfecho porque en el segundo semestre del 2009 puede empezar la recuperación: ¿realmente lo cree?; pienso que no: quiero pensar que no. Ya hemos llegado a esa fase en la que a la enferma -la economía- hay que decirle palabras bonitas: “que buena cara tiene Vd.”, cuando sabemos que está en las últimas. Enero, Febrero y Marzo: tengan mucho cuidado, sobre todo los dos últimos: lo volveremos a recordar).

Buen comienzo de año.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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