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Soluciones

Santiago Niño Becerra - Miercoles, 13 de Mayo El País del 28 de Abril publicó un artículo del Sr. Ángel Ubide verdaderamente interesante, de hecho ya lo era el título: "España es diferente". Hablaba de un trabajo recientemente publicado: "Convergencia real y envejecimiento: retos y propuestas"; si van aquí: http://www.fedea.es/033_Publicaciones_VerMas.asp?id=832, se lo pueden descargar. Vale la pena.

¿A qué conclusiones llega el trabajo?. El Sr. Ubide, en su artículo, llega a algunas, pero pienso que es posible alguna matización más: la realidad es mucho más brutal (la realidad siempre lo es) que la mayoría de nuestros juicios. En este caso: España ha sido, ya no es, y, en un período de tiempo abarcable, no volverá a ser. Sobre España, durante diez años han incidido un cúmulo de circunstancias que le han favorecido obviando las históricas carencias que tenía, pero esas circunstancias han concluido y España ha regresado de donde ha salido, pero peor: con ocho millones de habitantes que fueron necesarios para que llegase a donde creyó estar pero que ya no lo son.

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Lo que pasa es que así, esto no tiene solución, nadie dice las cosas (excepto yo y cuatro más): siempre, se dice, hay que dar un manojo de soluciones (por aquello de que “Si denuncias un problema y no das una solución te conviertes en parte del problema”, cosa que, pienso, es una chorrada: un problema puede ponerse de manifiesto, un problema que nadie ha visto, y la denuncia puede llevar a que alguien, en otro momento, halle una solución, pero en fin), y en el caso del estudio, evidentemente, se hace. Mi opinión: son soluciones que no solucionan.

Las pensiones son insostenibles porque el reino tiene el monto de población que tiene y que genera el valor añadido que genera, OK, pero la solución a tal insostenibilidad, ni está en alargar la vida laboral (aumentará el desempleo), ni en reducir las pensiones (aumentará la miseria), ni en tomar la totalidad de la vida laboral como cómputo (se pospondrá el problema); LA solución solo puede ser una de estas dos posibilidades: 1) que España aumente espectacularmente su generación de valor, o 2) que el número de ancianos se reduzca. No hay más: no-hay-más.

Históricamente España ha tenido una baja o muy baja productividad: reducido valor añadido generado y muy alta población en relación a ese valor generado. Eso ha sido debido a que su estructura de PIB era ultraintensiva en un factor trabajo generador de bajo valor. Cuando -como en años pasados con la construcción- España ha podido utilizar mucho factor trabajo -nacional e importado- España ha generado un monto de valor muy elevado -“La economía española es la octava del mundo”-, pero manteniendo una muy reducida productividad. Muchas voces llevan tiempo diciendo que eso se arregla con formación, con cualificación de ese factor trabajo, y no, eso, incrementar la productividad, sólo se consigue con capital.

La gran falacia, el gran engaño, es hacer creer a la gente que si toda ella se forma más la productividad crecerá, el PIB será de más calidad, la renta disponible será mayor, y que cantarán los pajaritos y se levantarán las nubes; y eso es una patraña. Siempre, pero hoy más que nunca, la productividad se mejora con tecnología, más cuanto más de punta es esa tecnología; sin olvidar, para la que no es tan puntera, que la tecnología cada vez es más sofisticada, más barata y más fácil de utilizar. En esa tesitura, ¿qué actividades / subsectores invertirán en tecnología?, pues aquellos que ya son generadores de alto valor añadido. Y serán esas actividades y esos subsectores los que demandarán las megacracs y los megacracs mejor formadas/os y más superinteligentes.

La otra medida que siempre se maneja: el acercamiento de condiciones contractuales entre los diferentes colectivos que integran el mercado laboral, y que contempla desde la flexibilidad de contratación hasta el abaratamiento del despido, pasando por la vinculación de salarios y productividad y eliminación de conceptos como el “pago por antigу¼edad”. El argumento resumen que justifica la adopción de esta batería de medidas es el aumento de la tasa de ocupación. Y yo, ante eso, y como en filosofía, niego la mayor.

Todas esas medidas y mil más que puedan ser diseñadas, están orientas a rebajar coste, a esquilmarlos, a hundirlos, pero no a que se incremente la población ocupada. Una compañía contratará al factor trabajo que necesite cuando lo necesite y como lo necesite, si no lo encuentra, se adaptará a lo que haya, si no, se irá fuera, bien a buscarlo, bien a producir. Pero para que haga todo eso tiene que necesitarlo, si no lo necesita, por flexible que sea el mercado de trabajo, no contratará más factor trabajo del que ya tiene, a no ser, claro, que su coste total sea tan cochambroso que, por ejemplo, resulte más rentable tener a un montón de personas tirando de una cuerda que pagar los servicios de una grúa.

La economía española fue lo que fue, ha sido lo que ha sido y, a medio plazo, continuará siendo lo que es. En la teórica cumbre de su gloria, el Estado español realizó cinco suspensiones de pago; llegó pésimamente mal y fuera de tiempo a la Revolución Industrial, y el tren de mañana, el de la eficiencia, ya lo ha perdido, ¡ya-lo-ha-perdido!, y no hay más que decir; punto.

¿No hay absolutamente nada que hacer?, por la vía de ese tren, no, porque estructuralmente estamos a kilómetros de la estructura que deberíamos tener para subir a él; se puede hacer, sí, pero implica elegir que sí y que no, donde sí y donde no, implica decidir cómo sí y cómo no. Lo que está claro es que 46 millones de habitantes, con lo que disponemos, no; ni con flexibilidad, ni sin flexibilidad; ni con pensiones bajas, ni con pensiones superbajas.

Es una mierda, si, pero es lo que hay. Es lo que tiene afrontar una crisis sistémica con los mimbres de que disponemos: pocos y pobres.

(Puede que hayan dicho: “Vaya, no ha hablado nada del debate de ayer en el Parlamento del reino”. Pues no, ¿saben por qué?, pues porque pienso que ayer tan sólo se pretendió cumplir con un trámite, un puro trámite, nada más).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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