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Santiago Niño Becerra - Miercoles, 10 de Diciembre Ya habrán dado un vistazo al informe "Global Trends 2025" del Nacional Intelligence Council (lo tienen aquí, entren y vayan ojeando: http://www.dni.gov/nic/NIC_2025_project.html). Aunque simplemente lo miren por encima se darán cuenta rápidamente de quienes, según el informe, son los que pierden cuando llegue ese escenario temporal: la UE y Japón. USA pierde, sí, pero, a) muy poco, y b) continuará siendo un país ultraesencial. Pienso que las cosas van a ser muy diferentes.

La crisis en la que estamos entrando va a ser un mazazo sobre el modelo USA que el país empezó a poner en marcha hacia 1890, un mazazo del que no va a volver a recuperarse y que va a suponer el descalabro de su economía, de su sociedad y el fin del papel que hasta ahora el país ha desempeñado en el planeta. USA ha sido lo que ha sido porque cuando comenzó la II Revolución Industrial no tenía los lastres que entonces tenían quienes lideraron la I, también, porque al resto del mundo le convino que lo fuese. Eso ha conformado, en USA, un-modo-de-hacer-las-cosas, un modo de vida, de pensamiento, propio de unas circunstancias que ya no se dan ni volverán a darse.

De todos modos, pienso que, en el fondo, da lo mismo: el futuro -el 2025 lo es- no pertenece a los países, sino a las corporaciones. La nueva geopolítica mundial entiendo que pivotará sobre principios basados, no en los Estados, sino en la administración de unas commodities que van a ser muy escasas, en una creciente eficiencia, y en una ideología difusa y ligera, y en el que el concepto de grupo -colaboradores, mucho más que competidores- será determinante: grupos de personas generadores de PIB vía productividad y destinatarios de outputs vía participación en esos entornos corporativos.

En una estructura así ¿qué sentido tienen “Noruega”, “USA” o “Australia”?. Marginal, ¿verdad?.

No cambio de tema (¿o si?).

Poco a poco, tímidamente: empieza a decirse que “esto-que-está-pasando” puede acabar derivando en una depresión, en algo parecido a lo que sucedió en los años treinta. Bien, está bien. Uds. lo están leyendo aquí desde hace bastante más de un año.

Ahora se está en la fase de “es posible que se produzca (una depresión) si no se toman las medidas adecuadas” y esas medidas son -se dice- la vuelta al keynesianismo: también han leído Uds. aquí que se ha estado aplicando un manual equivocado. Lo trágico del tema es que Keynes no va a servir para nada, pero hoy no hay alternativa a esa nada que no sea aceptar que la crisis, la depresión deflacionaria, es inevitable y preparar el escenario para esa situación.

Lo recordamos por enésima vez: los niveles de deuda privada de los años 50 eran ridículos en comparación con los actuales, luego había margen de maniobra; los niveles de deuda pública, de déficit estatal, eran irrisorios respecto a los actuales, luego por ahí se podía tirar. A nivel operativo todo estaba por hacer: la capacidad de absorción de bienes y servicios , tanto en el ámbito privado como en el público, era tremebunda.

Es decir: el mundo podía ir-a-más; hoy, sin embargo, la saturación de la demanda y el exceso de capacidad productiva son monstruosas y, lo más importante: las posibilidades que existen para incrementar brutalmente la productividad son reales, ciertas, evidentes, más que posibles, en cualquier caso, mucho más de lo que lo eran en los años 50, lo que pone sobre la mesa la posibilidad real de que se produzcan cuantiosos excedentes de factores productivos, por ejemplo, de factor trabajo. Finalmente, en los 50 todo el mundo creía que las cantidades disponibles de commodities eran inagotables, hoy sabemos que no es así.

Los años 30, pero sobre todo los 50 y los 60 fueron los idóneos para las políticas keynesianas, por eso se aplicaron, y por eso tuvieron un éxito incuestionable: The Golden Era: las cosas suceden cuando es conveniente y adecuado que sucedan, y gracias a ese modo de hacer el planeta entró en un estado de bienestar, estado que propicio la continuidad en la aplicación de las políticas keynesianas: el círculo virtuoso.

Genial, magnífico, fantástico: el planeta se recuperó de la Gran Depresión, multiplicó su crecimiento, ocupó toda su capacidad para crecer y todo el mundo se puso muy contento, pero aquello es hoy irrepetible: las políticas keynesianas funcionaron porque se dieron unas circunstancias y unos condicionantes que hoy no se dan. Las políticas keynesianas pueden, hoy, tapar un par de agujeros, nada más: ¿no es, en el fondo, keynesiano, meter pasta pública en un banco o en una automovilística para que se salve -¿temporalmente?- de la quema?.

“In other words” (The Voice): los cambios que se están anunciando: son sistémicos: “There"s no more Wall Street”, lo ha dicho el que fuera CEO de Bear Stearns -”¡Ostras!. Bear Stearns, si que hace tiempo de eso”- (http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087&sid=agN6XHEZNRMw&refer=home). Todo está cambiando porque lo anterior se agotó, luego, ¡como demonios van a funcionar políticas keynesianas diseñadas hace 80 años!.

(Para decir algo de aquí. No, no es curioso que mientras el Presidente de la Generalitat de Catalunya se halle en Japón se publique esta noticia: “Sony Will Cut 16,000 Jobs as Recession Curbs Demand” (http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=20601087&sid=aiP0oocLk1KY&refer=home), seguro que otros Señores Josep Montilla han pasado, o pasarán, por las oficinas de empresas del Imperio del Sol Naciente: van para que les digan que va suceder con las plantas que esas compañías tienen en sus países. Sony va a congelar los salarios en su planta de Viladecavalls; y se ganarán al tiempo unas semanas, unos meses, pero Sony Barcelona ya está cerrada. Nissan, también).

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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