Martes, 29 de Marzo de 2005
Moisés Romero
{mosimage}Los viejos bolsistas enseñan que el primer
trimestre del año tiene una significación especial tanto en calidad
como en cantidad. Primero, porque marca muy bien las líneas de
actuación de los profesionales del mercado durante el periodo. Segundo,
porque el músculo logrado servirá para mantener la despensa bien
provista de cara al conjunto del año. Sucede, no obstante, que el primer
trimestre del ejercicio no ha reportado ni lo uno ni lo otro. El
profesional, como el bolsista, debe seguir en el terreno de juego si
quiere conseguir algún fruto, porque el primer trimestre, que
ahora termina, ha dado poco de sí. No pasará a la historia.
Hasta ahora el especialista sólo ha tenido
buenas palabras con el cliente. Ha sido un contacto dialéctico, que no
se ha plasmado en nada concreto. El cierre del primer trimestre sirve,
no obstante, para que los gestores y los profesionales del mercado
envíen relaciones detalladas de los movimientos, en el debe y en el
haber, de las cuentas de los clientes que administran. La
realidad es la que marcan los números. No hay muchos teñidos de rojo,
pero tampoco réditos que considerar. El primer trimestre se despide
como vino, con las manos a la espalda, sin alforjas y lo que es peor,
sin mimbres con los que confeccionar mejores cestas.
En
el curso actual de la Bolsa comparecen con la misma soltura los
alcistas y los bajistas. A ello se acojen los especialistas para
retener a una clientela disgustada, insatisfecha por la debilidad de
sus cuentas de resultados durante el primer trimestre. Los más optimistas señalan que el hecho de que los mercados hayan aguantado el tipo
en coyuntura tan adversa como la vivida es el mejor ejemplo de
fortaleza de la Bolsa, de tal modo que cuando el entorno enseñe una
cara más amable los cambios subirán con decisión. Los pesimistas, por su parte, mantienen la tesis de que los malos fundamentales del momento se mantendrán o incluso, empeorarán en algunas partidas, principalmente en las que se refieren al dólar y al precio del petróleo.
Argumentos
como los expuestos, aunque contrarios, están colmados de realidad. O si
se prefiere, todo sigue como estaba, con la Bolsa colocada en la línea
de salida presta para disputar una gran carrera. Lo importante en este
caso, es la victoria. Los inversores no se contentan con el simple
hecho de participar. El dinero quiere rendimientos magros y
mantiene su apuesta firme en las acciones como la alternativa más
válida. Quizá es ésta la referencia destacada del primer trimestre,
la buena posición de las acciones en las estrategias inversoras de los
grandes gestores ante el deterioro de otras fórmulas como los inmuebles
y la renta fija.
La subida de los tipos de interés
decidida, mantenida y proyectada por la Reserva Federal de Estados
Unidos ha obligado a muchos participantes en el mercado a nadar y
guardar la ropa, principalmente a quienes se han sumergido en
inversiones concretas en inmuebles y en rena fija. El alza de tipos de
interés complica la especulación inmobiliaria al máximo, a la vez que
procura pérdidas fabulosas a los más atrevidos operadores en los
mercados de bonos. En este último apartado, el alto apalancamiento
permite ingresos extraordinarios en situaciones de tendencia bajista,
como la de los últimos años, pero hace tambalear a muchas fortunas
cuando la evolución es la contraria.
En este primer trimestre que se va, llama la atención sobremanera, el mantenimiento de la volatilidad en niveles muy bajos pese
a la agresividad que han manifestado activos con influencia directa en
los mercados de renta variable como el petróleo, los bonos o la
evolución errática del dólar. Para determinados observadores, este
hecho augura mejores momentos bursátiles. Ese es el deseo de la mayoría.
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