Jueves, 31 de Marzo de 2005
Moisés Romero
{mosimage}El cierre del primer trimestre del año marca un
antes y un después para las Bolsas, porque es cuando los gestores
y los clientes se ven las caras. Es el momento de las rupturas
patrimoniales, descontentos los últimos de aquellos, y la búsqueda de
un mejor postor. La historia se repite año tras año. Los intermediarios
se ceban, con frecuencia, en la búsqueda de comisiones sin reparar en
la consecución de resultados netos competitivos y el ahorrador confiado
no perdona este gesto. Sucede que el cambio, la firma de contrato con
otro administrador, a la postre tampoco satisfará los deseos del
ahorrador, porque la industria de la intermediación financiera está
montada más en el corretaje que en el cobro de servicios de valor
añadido, aunque algunos hacen las dos cosas al mismo tiempo.
El tiempo corre a la velocidad del rayo en los
mercados, quizá más que en otros aspectos de la vida cotidiana. En lo
que ya todo el mundo, hasta los legos, denominan globalización de los
mercados, el tiempo es una secuencia filosófica que sólo abona el
recuerdo. No obstante, hay circunstancias temporales que sirven para
aislar unos asuntos de otros, para marcar el comienzo de la carrera y
la llegada a la meta. Son referencias que dan soporte a los
asientos contables y éstos a la satisfacción o no de los inversores. El
primer trimestre del año es una de las fechas singulares.
Se ha repetido que marzo se despide de las Bolsas con más pena que
gloria por cuanto la mayoría de los participantes en el mercado habían
depositado grandes esperanzas de mejora en la renta variable, que no
han culminado con éxito. Los tres primeros meses del año han hecho
bueno aquello del ruido de las nueces, mucho barullo para tan poco
fruto. Los optimistas han aprovechado el caso para considerar que
el mejor augurio del futuro que empieza ha sido la gran capacidad de
aguantar adversidades demostrada por la renta variable. Los
pesimistas proclaman la incapacidad manifiesta de los índices para
pulverizar y mejorar las mejores marcas de los últimos meses, bien
porque el dinero no empuja, bien porque el entorno se muestra díscolo.
O ambas cosas a la vez.
Antaño, los mejores gestores bursátiles revolvían sus neceseres
a la búsqueda de pócimas y ungí¼entos con los que adornar y cambiar la
cara a las cotizaciones bursátiles del cierre del primer trimestre,
por aquello de mantener un diálogo menos tenso con la clientela. Por
eso, el último día de marzo hábil a efectos bursátiles estaba marcado,
en numerosas ocasiones, por el desatino en la composición de cambios.
Éstos resultaban más notables en los valores más capitalizados, que
eran los
que más pesaban en las carteras, y en los que contaban con cuidadores.
En la actualidad, los diferentes ciclos contables y la extensión del
horario operativo han provocado cambios sustanciales respecto a lo
que era tradicional. Por ejemplo, se ha visto que gran parte de la operación maquillaje del cierre trimestral se hizo el Jueves Santo y en la parte final de la sesión del lunes. Hay fondos, además, que supeditan sus resultados al vencimiento del futuro, es decir, al cierre del tercer viernes de mes.
Los tiempos cambian, pero siempre quedan retazos de la historia, que repiten estrategias. Por
eso, lo normal es que al cierre de hoy el maquillaje se imponga en
multitud de compañías cotizadas y que en algunas de ellas se sucedan
despropósitos operativos. Será, en cualquier caso, pan para hoy.
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