La Carta de la Bolsa Imprimir Artí­culo

ELLOS, OTRA VEZ

Martes, 05 de Abril de 2005 Moisés Romero

{mosimage}Los traders se han vuelto a adueñar de la situación. En épocas de dinero fácil, como la actual, el apalancamiento les permite actuar en todas las plazas con éxito garantizado, porque son suficientes pequeños porcentajes de revalorización en los activos que compran para deshacer posiciones con rapidez. La clave está en los montos impresionantes que manejan más que en los cortos resultados que obtienen. Se trata, por tanto, de sumar muchos pequeños rendimientos. El petróleo es ahora objetivo preferente. Goldman, el mayor trader en esta commoditie, especula con un precio de 105 dólares. No es casual la apuesta, porque el banco de inversión es el que mayores contratos de futuros de petróleo acapara en el mundo.
Uno de los reguladores más famosos del mercado español lanzó un dí­a una gran reprimenda a las firmas de Bolsa respecto a lo que ellas definen como precio objetivo de una acción. Eran los tiempos del desconcierto contable y de la actuación de analistas como jueces y partes en la historia de la Bolsa, aunque dicen los observadores que nada ha cambiado ahora, porque lo de las murallas chinas es pura entelequia. Argumentaba el regulador que no existí­an bases suficientes para determinar si ésta o aquella acción tení­an éste o aquel precio objetivo, porque en el proceso de formación de los precios de las acciones intervienen multitud de variables, la mayor parte de ellas con epí­grafes que no admiten combinación. Por ejemplo, ¿cómo medir en el precio objetivo de una acción el impacto de un atentado terrorista con la venta de cemento de esa misma empresa y su anotación en el balance correspondiente?

Viene a colación el recuerdo por la sonrisa mal disimulada que ha provocado el último informe de Goldman Sachs respecto a la posible evolución de los precios del petróleo. Los estrategas de este banco no hablan de 100, 200 o 300 dólares, es decir, de las cifras redondas que la mayorí­a entendemos y manejamos. Los estrategas de este banco hablan de 105 dólares justos, ni un dólar más, ni un dólar menos. Este precio objetivo tiene, claro está, una visión apocalí­ptica inmediata, porque supera la centena, los 100 dólares, que es lo mismo que abrir las puertas al campo de mayores y mayores subidas. Por el contrario, hablar de 100 dólares es situar el punto de mira de los ciudadanos en algo escalofriante, pero quizá manejable. Pues no, la cifra elegida por Goldman es la de los 105 dólares.

Los grandes traders también se han adueñado de otros aposentos financieros. Las Bolsas contabilizan en los últimos dí­as multitud de operaciones de compra-venta rápidas. Se calcula que en la segunda quincena de marzo, el 70% de las operaciones bursátiles intradí­a que se realizaron en Wall Strteet correspondieron a puro y duro traders de los grandes bancos de inversión. En la relación de entidades que facilita con regularidad la SEC apenas hay seis bancos de inversión. Goldman es, como hecho curioso, el más activo en la mayor parte de las ocasiones.

Lo que se preguntan los observadores es si la presión que vuelven a ejercer los traders sobre el mercado es buena o mala para la tendencia de fondo. El silencio es, con frecuencia, la respuesta, porque no hay datos estadí­sticos sobre los que sustentar una afirmación. Lo cierto es que como Juan Palomo ellos se lo guisan, ellos se lo comen. El inversor final ha vuelto a desaparecer.
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