La Carta de la Bolsa Imprimir Artí­culo

HAY DIVORCIOS IMPOSIBLES

Jueves, 21 de Abril de 2005 Moisés Romero

{mosimage}Las estrategias de inversión que han proyectado en los últimos dí­as numerosas firmas especializadas insisten en aumentar el peso de la renta variable en los paí­ses europeos en detrimento de las Bolsas de Estados Unidos. Se repite el argumentario de la debilidad de las grandes cifras de la primera economí­a del mundo, atenazada por los déficits gemelos y crispada por los súbitos movimientos del dólar tanto al alza como a la baja además de por el empeoramiento de las expectativas empresariales. La estadí­stica empaña, no obstante, este sentimiento porque los flujos de capital hacia el área del dólar no dan sí­ntomas de agotamiento singulares. Una vez más, la clave está en si el divorcio entre ambos mercados, que muchos gestores pregonan, será realidad. A los observadores les cuesta creerlo, porque el efecto manada impera en las Bolsas. Los últimos dí­as han resaltado el fenómeno.
Los resultados bursátiles, que no los empresariales, aunque en ello estamos, del primer trimestre del año ya dejaron insatisfechos a un importante número de gestores y a la mayor parte de los ahorradores. Los resultados no respondieron a las expectativas, aunque la cantinela que más repiten los especialistas en la administración e intermediación de valores es que las cosas podí­an haber ido peor dada la coyuntura adversa del entorno extrabursátil, es decir, la vieja excusa del mal de muchos para consuelo de aquéllos.

Como la industria de la intermediación necesita seguir en la cresta de la ola, o como algunos dicen, encima de la bicicleta pedaleando para que ésta no se detenga, los estrategas alimentan el ánimo de sus clientes con nuevos proyectos visionarios. Haciendo bueno el viejo axioma de la montaña inamovible, los gestores han decidido ir a la montaña de las Bolsas europeas y abandonar las cumbres de Wall Street. Para ello recalcan hasta la saciedad que los principales í­ndices estadounidenses arrojan sí­ntomas de debilidad claros, que obligan a darles la espalda y dirigir los pasos hacia otros mercados.

El recital de quejas relacionadas con la evolución de la coyuntura económica estadounidense es amplio. Déficits gemelos al borde del caos; volatilidad excesiva del dólar; desajustes comerciales interminables, con aumento de las tensiones con China; sensación de que los flujos de capitales disminuirán su presión hacia el área del dólar a medida que pasa el tiempo; advertencias renovadas de Alan Greenspan sobre la enorme burbuja inmobiliaria, por cierto, algo de lo que deberí­an tomar buena nota otros paí­ses, como España; expectativa de nuevas subidas de tipos de interés y empeoramiento de los resultados empresariales respecto a promedios anteriores, son algunas de las referencias negativas.

Hechas esas advertencias, los especialistas en la materia recomiendan a sus clientes tomar posiciones en los mercados europeos, porque consideran que aquí­ las cosas están mejor, aunque apenas haya argumentos que lo justifiquen. Por ejemplo, fallan el crecimiento económico, la generación de empleo, la balanza energética y ante todo, la competitividad. Las variables económicas europeas se asemejan a cañerí­as obstruidas y nadie parece estar dispuesto a desatascarlas.

Por eso ¿cómo apostar por el divorcio de los grandes mercados? ¿Por qué considerar, desde ahora, que una tormenta en Wall Street no va a contagiar al resto de los mercados? Los intentos de romper con la historia de amor y odio a ambos lados del Atlántico han sido muchos en los últimos años, pero Wall Street se ha negado. Su capacidad de contagio no tiene lí­mites. Desde la semana pasada hay suficientes ejemplos para constatar que hay divorcios imposibles. Al menos por ahora.
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