Las dificultades por las que atraviesan los mercados de acciones desde comienzos de año hacen ricos a los vendedores de manuales. Se trata de buscar referencias para justificar el momento actual. No es la primera vez que en la Bolsa confluyen expectativas inflacionistas, determinantes de subidas de tipos de interés, con incertidumbres sobre el estado de salud de la economía y menores avances en los resultados de las empresas que cotizan en los mercados. Así, un sinfín de supuestos y simulaciones inundan desde hace semanas las mesas de los principales gestores bursátiles.
El estratega de un banco de inversión se preguntaba
hace unos días: ¿existe realmente el ciclo de tipos para las bolsas? ¿y
el ciclo de la deuda de las compañías? ¿y la valoración de estas mismas
compañías? La respuesta, el consenso, es que el alza de los tipos de
interés siempre conlleva el deterioro de las expectativas bursátiles,
el apaciguamiento del ánimo inversor, aunque el impacto es pura
coyuntura, según
lo observado en ciclos anteriores. Las Bolsas bajan con la expectativa
de subidas de tipos
y se recuperan cuando los tipos se han asentado al alza, es decir,
cuando permanecen quietos. Del nivel alcanzado por éstos dependerá
luego, la prima de riesgo inherente a la inversión en acciones.
Respecto al denominado ciclo de la deuda empresarial, los expertos
señalan que en la actualidad las tasas de default son muy bajas dado el
severo ajuste de la deuda en los últimos años.
Ello impediría un
repunte rápido de los spread de crédito. Ahora, el ratio
deuda sobre capitalización en Estados Unidos, sin considerar el sector
financiero, alcanza el nivel más bajo de los últimos años, a la vez que
el ratio de cash sobre capitalización, también sin el sector
financiero, sube hasta el nivel más alto de los últimos años. Esta
combinación significa, para muchos, una lectura positiva para las
bolsas.
Es el tercer ciclo, el de la evolución de los beneficios
empresariales el que más influye a corto plazo en el mercado al estar marcado
por la moderación
en su ritmo de aumento sobre lo observado durante los dos últimos años.
Con los datos que manejan los expertos, el beneficio promedio de las
empresas que componen el
S&P 500 subirá un 8% este año, aunque serán claves los resultados
del primer trimestre. El crecimiento esperado es un 65% menor que el registrado en 2004 y ello pone nerviosos a muchos gestores e inversores.
Sólo los analistas más fríos destacan que los
resultados de los dos últimos años parten de bases comparativas
excepcionalmente bajas y que el promedio histórico de crecimiento del
beneficio de las empresas del S&P 500 es del 6%, con lo que la tasa
esperada es muy favorable. Lo peor, en términos de valoración, es
que con estos resultados el PER estimado para el S&P 500 es de 18
veces, un múltiplo por encima de la media histórica aunque por debajo
de las 30 veces que alcanzó en 2000.
Con los datos de cierre de la semana pasada más de la mitad de las compañías que han presentado resultados dentro del S&P 500 han superado las previsiones; la cuarta parte se ha ajustado al guión y la otra cuarta parte ha defraudado. El ratio de sopresas positivas sobre negativas es de apenas 2,2 puntos ¿por qué la desconfianza del mercado? Un estratega comentaba hace unos días que hay un factor fundamental y otro técnico. En el primero, la desconfianza mostrada por las compañías hacia el futuro: un ratio de profit warnig sobre mejores perspectivas que sube hasta 2,1 puntos. Pero también hay razones técnicas o chartistas detrás de las caídas recientes, añadía, como la escasa fuerza de los mercados para acometer nuevas subidas.