{mosimage}El deterioro de las expectativas enfría los ánimos
en Wall Street y por contagio, los del resto de los mercados del mundo. Las
Bolsas europeas quieren mantener el tipo, sacar pecho e intentar mirar
a otro lado, pero no siempre lo consiguen. Fallan las previsiones de
resultados en numerosas empresas emblemáticas, aunque los analistas más
fríos sugieren que no hay que perder la calma, porque la base
comparativa es falsa en promedios históricos. El petróleo se resiste a
perder la cota de los 50 dólares y en última instancia los denominados
déficits gemelos se hinchan cada vez más, hasta hacer más difícil el
caminar normal de la economía estadounidense. Ayer el déficit comercial
volvió a fallar y a decepcionar a los mercados.
La entrada de la primavera ha traído cambios
súbitos del tiempo, en pura terminología metereológica, así como decepciones
en lo económico. Los grandes gestores contemplan apesadumbrados
cómo los desequilibrios históricos, lejos de corregirse se agravan,
principalmente en Estados Unidos. Además, renacen las tensiones
inflacionistas en las economías occidentales sin que se anime el
crecimiento de la demanda y la maquinaria recupere toda su energía
potencial. Hay temor, al mismo tiempo, a un estallido de la burbuja
inmobiliaria y a los efectos colaterales por la exposición de las
grandes instituciones financieras al fenómeno.
En términos de expectativas empresariales, que representan una de las grandes referencias del momento bursátil, empeoran los pronósticos a medida que crece el número de compañías que revisan sus estimaciones a la baja
y lo que es peor, dibujan un panorama más sombrío para el conjunto del
año. Aunque no se ha llegado aún al ratio histórico de 2,5 en la
relación profits warnings/aumento de beneficios, el tiempo corre en
contra del mismo.
Para colmar el vaso inmediato de las decepciones en los mercados llega de nuevo la lectura de los déficits gemelos,
los que tanto asustan a Wall Street y al resto del mundo por sus
implicaciones alcistas en materia de tipos de interés. Ayer se conoció
el déficit comercial de febrero, el cual subió a 61.000 millones de
dólares frente a los 59.000 millones que esperaba el mercado. La cifra
supone una subida del 44,9% en tasa anual, frente al 34% de enero, aunque los más optimistas señalan que está por debajo del crecimiento del 54,7% registrado en noviembre del año pasado.
Hay coincidencia en dos hechos. Primero, que esta nueva cifra
fomenta la especulación en contra del dólar. Segundo, que alimenta
nuevas subidas de tipos de interés en Estados Unidos. Nunca ha sido
buena para la Bolsa la combinación de un dólar débil en un contexto
alcista de los tipos de interés. Además, las exportaciones crecieron un
8,9% en febrero, la cifra más baja desde el 7.2 % anual registrado en
noviembre. Por el contrario, las importaciones experimentan un fuerte
aumento del 20.16 % alcanzando un máximo desde agosto del año pasado.
Los más optimistas señalaban al término de las operaciones de ayer que
lo normal es que los flujos de dinero se redistribuyeran y tendiesen a
partir de ahora más a la zona euro en detrimento de la del dólar. Los estrategas afamados replican que tampoco hay argumentos sólidos en este área para que el dinero se vuelque apasionado.
POST DATA:
Por países el déficit estadounidense ha crecido un 13,9% frente a
Europa, un 13,5% frente a Japón Y UN 67,5 % FRENTE A CHINA, QUE
SUPONE YA UN 22,75 DEL TOTAL.