Martes, 17 de Mayo de 2005
Moisés Romero
{mosimage}En la coyuntura actual los expertos advierten de
enormes desajustes que inducen a considerar que muchos de los que
participan en los mercados se equivocan con sus movimientos y
proyecciones. Los bonos inquietan, porque su cotización se encuentra en
niveles máximos históricos; es decir, con rentabilidades por los
suelos. Lo mismo sucede, desde hace varias semanas, con los fondos que
replican las materias primas, cuyos varapalos son de consideración.
Esto es así, porque ambos mercados apuestan por enfriamientos
económicos sucesivos en las principales economías del mundo durante los
próximos meses. Sucede, en el mismo proceso, que el dólar renueva su
poderosa fuerza relativa generada hace ya algunas semanas y que los
resultados de las empresas cotizadas superan las expectativas a ambos
lados del charco ¿Quién o quiénes se equivocan?
En la economía global los errores se pagan caros
y lo que es es peor, tienen efectos letales sobre el conjunto del
entramado económico, empresarial y financiero. Los fiascos de los hedge
funds conocidos en los últimos días a propósito de la calificación de
bonos basura de las empresas emblemáticas del automóvil son
ilustrativos. Caen los fondos como fichas de dominó y arrastran al
conjunto del mercado. Luego vendrán los rumores, y certezas, sobre
fallidos en bancos de negocios y otros tantos comerciales. Al tiempo.
Entre los errores de bulto de las últimas semanas, que conducirán a
situaciones de temblores generalizados, los expertos destacan el juego
a la contra desarrollado por la cotización del dólar y las posiciones
que manejan en divisas los principales fondos de inversión del mundo. El dólar, que desde mediados de agosto de 2004 figura en todas las quinielas como caballo perdedor, ha girado sobre sí mismo y ha reconsiderado la tendencia. Son muchos los profesionales del mercado de divisas los que están atrapados en este proceso.
Hay más. La cotización de los bonos alcanza el cielo, que es el sentido contrario a la rentabilidad.
Los futuros anticipan, o apuestan, mejor dicho, por que el
Nirvana actual de algunas economías durará muy poco y que el segundo
semestre será peor. Los bonos, con su comportamiento radicalmente
opuesto a lo que señalan las estadísticas sobre el estado de salud de
la economía de los Estados Unidos, como la gran referencia, dejan anonadados
a los mejores observadores, porque los promedios de fondo incluso
anticipan caídas de los tipos de interés oficiales en medio mundo,
cuando el consenso del mercado es que volverán a subir hasta en dos ocasiones más, antes de que llegue el otoño.
En esta locura colectiva otro de los asuntos que dejan atónitos a los observadores más pacientes es el error de bulto de la mayor parte de los analistas respecto a la evolución de los resultados empresariales.
Tanto en Estados Unidos como en la zona euro, con España a la cabeza,
los excedentes han superado las previsiones más optimistas, con lo que
se refuerza el sentimiento de que la maquinaria económica sigue bien
engrasada.
Llantos para esta crónica desahuciada, finalmente, de la mano de los agitadores inmobiliarios. Advierten
de que las subidas de tipos y actuaciones gubernamentales para tratar de
poner orden en el desorden inmobiliario podría acarrear graves
consecuencias. En fin, que no se entiende nada. Por eso la Bolsa sigue
viva.
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