Uno de los principales enemigos de los mercados
financieros a medio y largo plazo, cuando alguién decida desenredar la
madeja con paciencia y poner las cosas en su sitio, es el mercado de
bonos. Masas ingentes de dinero se han apoltronado en bonos corporativos y gubernamentales en los últimos años gracias a la facilidad pasmosa con que las instituciones financieras han concedido créditos. La especulación es, desde hace años, asunto de párvulos, fácil e inocente.
Lo peor es que todo el mundo se ha acostumbrado a abrir el cajón y a
coger dinero, con la creencia de que eso no faltará nunca.
Esta apelación al dinero fácil ha generado una
burbuja de tamaño gigantesco en los inmuebles y una bola de nieve
descomunal en la renta fija, en los bonos. El mantenimiento en el
tiempo, demasiado tiempo, de tipos de interés irrisorios ha movilizado
a las masas a favor de nuevos recortes en Europa, porque las cifras
económicas no acompañan. Quienes vuelven a vocear nuevos recortes sólo
piensan, dicen los observadores, en llenar sus barrigas, con menores
tipos hipotecarios o mayores desmanes en cuestión de riesgo.
Por eso nadie puede manifestar sorpresa por la nula
reacción del mercado de bonos a las alzas sucesivas de tipos de interés
que ha emprendido la Reserva Federal de Estados Unidos en los últimos
meses. "Sí, yo también estoy entre los sorprendidos por los bajos niveles
de tipos de interés a diez años", dijo Guynn, de la Fed hace unos días.
Guynn es uno de los que más ha advertido sobre los riesgos de conllevan
tipos de interés tan bajos a la vez que considera que se mantendrá el
sesgo alcista, al menos en Estados Unidos, entre otras cosas, porque
persiste el riesgo inflacionista; las cifras de empleo comienzan a ser
más sólidas; la política monetaria sigue siendo expansiva, aunque
próxima a una etapa de incertidumbre sobre su diseño y, finalmente, se
mantienen las perspectivas de un déficit
público exagerado.
Hay coincidencias claras entre los apuntes de última hora ofrecidos por la economía estadounidense y los proyectados por la europea, principalmente en lo referente al descontrol de déficits presupuestarios y mantenimiento de riesgos inflacionistas. No obstante, en Europa se enarbola la bandera de tipos cero, barra libre para todos. Son muchos los que defienden esta teoría, pero sólo se refugian en manuales viejos, fuera de lugar. No quieren reconocer que tipos más bajos aumentarían el tamaño de las burbujas y servirían para muy poco en materia de dinamismo económico y de empleo.
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