Los políticos son personas curiosas. Vean, si no, lo que dijo el Comisario Joaquín Almunia en la reunión del G -7 en Washington el pasado viernes 15 de abril: "los países más exitosos de Europa tienen un sector público y un Estado del Bienestar fuertes. Es el caso de Dinamarca, Suecia y Finlandia. Y otros países donde el Estado del Bienestar está menos desarrollado, tienen menos éxito".
Cierto es que países exitosos de Europa hoy tienen un modelo de protección social -educación, sanidad, pensiones de jubilación, becas, etc- (no un Estado de Bienestar: eso, en realidad, es otra cosa) potente; así mismo, también lo es que países de éxito tienen un sector público poderoso; pero, de las palabras del Comisario, parece deducirse que la lectura inversa sea también correcta, cosa que no es.
Cierto es que Suecia, Dinamarca y Finlandia cuentan con un Estado que desempeña un papel muy activo en la vida económica y social de estos países, pero estos países tienen unas características que, en si mismos, les hace únicos: su superficie es reducida; sus niveles de población, bajos; sus tasas de inmigración, también; su productividad por hora efectivamente trabajada, muy elevada; su presión fiscal, alta; sus tasas de desempleo, de momento, bajas (excepto en Finlandia, pero esa es otra historia); el nivel de cualificación de su mano de obra, elevado y, en cualquier caso, el adecuado; y el desglose de su PIB muestra la abrumadora contribución a éste de bienes y servicios de alto valor añadido.
A partir de esos mimbres y de una historia en la que el modelo de protección ha jugado un papel básico desde hace décadas (en Suecia su introducción se remonta a 1936), esos países han estructurado un sector público que no sólo no está en oposición al privado, sino que colabora íntimamente con él, por ejemplo, en facetas como en I+D+i+d.
Es decir, esos países -con características muy específicas- cuentan con un sector público y un modelo de protección social potentes porque gracias a ellos, y con ellos, su economía se desarrolló, y ese desarrollo económico ha ido realimentando positivamente a ambos. Las generalizaciones son peligrosas, pero, en este caso, más aún. Nos gustaría ser Suecia, pero para ser Suecia hay que serlo del todo y desde que Suecia lo es; y España, para bien o para mal (?) nunca lo ha sido, no lo es y, podemos extrapolar, jamás lo será.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.