Uds. saben que no suelo hablar de la Bolsa (dirán que eso lo digo cada vez que hablo de la Bolsa, y sí, pero convendrán conmigo en que me refiero muy poco a los mercados de valores), pero hoy sí voy a hablar de donde se compra y vende capital porque estamos en unos momentos en que la cosa se las trae. El viernes 17 de Junio, el Ibex español alcanzó su cota más elevada en los últimos cuatro años, el FTSE 100 británico el valor más alto en los últimos tres, al igual que el francés CAC 40 y que el DAX alemán. Bueno, pues que bien, ¿no?.
Soy de los que continúa creyendo que los mercados de valores deben ser un reflejo de la realidad económica y de las expectativas de esa realidad, lo que incluye el hecho inevitable de que los concurrentes a esos mercados dispongan de información sesgada. En consecuencia, si los índices citados alcanzaron valores récord en ese día de ese mes y teniendo en cuenta que nos hallamos en un mundo postglobal, las situaciones económicas por las que estaban transitando los países padres de esos índices, así como sus expectativas futuras debían ser magníficas y diáfanas, ¿no?.
Veamos. Recientemente, alguien que conoce muy bien la realidad británica, me ha informado de que en UK, independientemente de lo que digan estadísticas y macroagregados, es posible percibir una sensación de decadencia que, lenta pero continuadamente, está alcanzando más altura; la economía alemana, sin paliativos, se encuentra estancada; la francesa, va claramente a peor; la del Reino de España, y al margen de los políticos y sus ecos, también. Sin embargo, sus bolsas alcanzan récords.
La explicación más extendida es la de que las Bolsas están subiendo debido a la inexistencia de alternativas de inversión pero, ¿cabe otra posibilidad?. ¿Qué sucedería si, de forma consciente, planificada y programada se estuviesen inyectando dineros en los mercados con el sólo objetivo de que éstos subiesen?. ¿El fin?, dar sensación de bonanza, provocar ascensos; imaginen Uds. para qué; poner parches, tapar agujeros, aumentar volúmenes.
Pero, por favor, que nadie diga que he dicho Diego cuando lo que he hecho es decir digo, que luego dicen que cuestiono la realidad, y la realidad no hay quien la cuestione, ¿o no?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.