De tanto repetirlo casi ya no tiene sentido, pero, ¡bueno!, ¡vamos allá!. España no va bien (creo que soy el primero en decirlo), y ahora le toca recibir al sector exterior: España importa más de lo que exporta y los ingresos por turismo y las rentas de los emigrantes ya no compensan esa diferencia negativa.
Hasta aquí los hechos, pero yo les recomiendo un ejercicio: tomen un listado de lo que España exporta y tomen otro de lo que importa y analicen qué bienes y servicios figuran en ambos listados; luego tomen esos mismos listados para Suecia y compárenlos con los españoles. Cuando lo hayan hecho, sírvanse un Drambuie con hielo (ya no se dice on-the-rocks, con lo bien que quedaba), siéntense en un sillón que sea cómodo, y mediten.
Mediten en que cuando los países europeos cuya economía, hoy es algo en el mundo mundial habían completado la fase de acumulación originaria de capital y estaban iniciando la II Revolución Industrial, España estaba enfrascada en su restauración monárquica y aún no había entrado en la I, es decir, España continuaba siendo un país totalmente agrario. A partir de aquí nos fuimos alejando más y más de la tendencia y aproximándonos al lugar en el que hoy estamos, y, ¿dónde estamos?.
Estamos en un lugar en el que nuestros precios crecen más que los de nuestros competidores, sí, pero, ¿los precios de qué?, pues los precios de los bienes de medio y bajo valor añadido. Estamos en un lugar en el que se culpa a los costes laborales de nuestros males, pero no al verdadero culpable: la baja productividad. Estamos en un lugar en el que el turismo es básico para enjugar el déficit por cuenta corriente, sin embargo nos hemos especializado en un turismo de baja calidad. Estamos en un país de más de 40 millones de habitantes que no es capaz de generar empleo de calidad para toda su población activa y susceptible de ser activa.
Estamos en un país en el que gran parte de la población cuenta con una formación inadecuada; en el que la inversión pública y privada es insuficiente; con una tasa de ocupación temporal y precaria disparada, con un fraude fiscal elevado pero, en gran medida y desgraciadamente, necesario; y en el que la mentalidad de gran parte de aquello que antes se llamaba ?la clase dirigente' está superada.
Esto, ni más ni menos, es España. ¿Cuándo llegaremos a darnos cuenta de una p--- vez?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad d Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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