La Carta de la Bolsa Imprimir Artí­culo

EIGHTY YEARS

Jueves, 21 de Julio de 2005 Santiago Niño Becerra

Moisés Romero (Uds. ya saben quien es) escribió ayer una Carta para guardar; yo, en amarillo, resalté lo que transcribo a continuación.

"Los analistas y operadores más ortodoxos señalan que Alan Greenspan ha generado una burbuja de liquidez antológica (...) para que la bicicleta de la economí­a siga en pie y que, por derivación, se han creado otras burbujas enormes como la de los bonos y la inmobiliaria. (en base a un) dinero que regalan, prácticamente, las entidades a los grandes fondos y a los inversores de prestigio".

Partamos de la base de que Mr. Alan Greenspan no es tonto, luego, si hace lo que está haciendo y lo hace como lo hace, será por algo; ¿cuál puede ser el motivo?.

Las crisis del 73 y 79 fueron tremebundas en muchos aspectos, pero tuvieron dos efectos positivos (?): 1) de entrada, drenaron dólares del sistema -habí­a que poner más dólares encima de la mesa para obtener la misma cantidad de crudo- y 2) posteriormente, se produjo una redistribución de parte de los dólares existentes en el sistema (un buen número de esos dólares fueron de los bolsillos de los pobres a los de los ricos).

No se lo cuento porque ya lo saben, les recuerdo, sólo, el final de la pelí­cula: en los primerí­simos 80 comenzó a sobrar capital y empezaron a diseñarse complejí­simas estrategias comercial-financieras para obtener rentabilidades estratosféricas, rentabilidades que el sistema dio, pero a un coste: ese sistema cada vez estaba menos conectado con la realidad y más con lo virtual, es decir, crecientemente fue entrando en "piloto automático". El final de esa evolución máxima y el inicio de lo que hoy es normal lo pudimos ver en 1995, en el film "Virtuosity".

Y aquí­ estamos. Nuestras vidas, nuestras inversiones, nuestro consumo y nuestros empleos, nuestras expectativas; absolutamente todo está sostenido por los créditos, es decir, por las deudas: las nuestras y las de los demás. Se consume, se invierte, se vive gracias a las deudas y por los créditos. Se inyecta liquidez al sistema para que el sistema continúe moviéndose pero, por simple definición, una evolución así­ tiene un lí­mite: las capacidades personales de endeudamiento y las capacidades de absorción de nuevas ?cosas': Ferraris, casas en Malibu, botellas de vino de 3.000 dólares o tí­tulos de la deuda de Malí­. TO-DO.

Y ahora, lo mejor. Algo así­ no es nuevo, ya pasó; empezó a pasar hace el número de años indicado en el tí­tulo; tí­tulo que he escrito en inglés porque ayuda a crear un ambiente más propicio para este recuerdo.

 
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economí­a IQS. Universidad Ramon Llull.

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