Pocos días antes de la pasada festividad de Reyes entré en una tienda de bolsos y maletas a comprar un monedero dado que el exceso de monedas de que ahora disfrutamos había acabado rompiendo el que usaba desde hacía más de cinco años.
Ningún posible comprador se encontraba en la tienda por lo que me atendieron de inmediato. En cinco minutos me decidí y, tras haber pagado, le formulé una pregunta a la persona que me atendió, una señora de unos cincuenta años. Mi pregunta fue muy simple: "¿Ha percibido Ud. que en estas fiestas esté vendiendo menos que el año pasado?".
Oír mi pregunta tuvo para la señora el mismo efecto que para un fajador profesional recibir un crochet de derecha en su mandíbula ya que su cabeza se echó ligeramente para atrás. Empezó su exposición diciéndome que llevaba veinte años dedicada a ese negocio y que nunca jamás había visto un fin de año como el actual. Me dijo que ella y otros colegas suyos estaban impresionados por lo que estaba sucediendo; que ?las noticias' de la tele y de la prensa decían que los comercios estaban vendiendo mucho, pero que eso era absolutamente falso, que ?mirando' si había muchos, pero que comprar .... También me dijo que el problema se trasladaba a los fabricantes; como cada año, me dijo, en Septiembre y en Octubre viajaba a Francia y a Italia para comprar lo que luego iba a vender y, lo que vio y lo que le dijeron esos mayoristas los pasados Septiembre y Octubre, fue demoledor: fábricas vacías de detallistas y mayoristas quejosos y cariacontecidos. Pero esa señora no se quedó ahí, fue más allá y me hizo un dictamen de la situación.
Dijo que había demasiados puntos de venta; que el dinero del que puede disponer la gente es limitado y que ?las tarjetas' tienen un límite; que los hábitos de esa gente estaban cambiando ya que se prefería gastar en ?salir y en restaurantes' que gastar en cosas, por lo que, si se gastaba en objetos, eran artículos muy sencillos y con una utilidad muy limitada, es decir, muy baratos.
Salí de la tienda y, mientras caminaba por la calle, pensé en las palabras que acababa de oír. Aquella propietaria de aquel pequeño negocio estaba viviendo una situación incierta, pero, además, percibí temor en sus palabras. Mal asunto, la suma de incertidumbre y miedo genera cosas raras, y las cosas raras tienen un impacto negativo en múltiples elementos; por ejemplo, en el PIB.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
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