Tras estas tres entregas -ignoro si habrá más-, el resumen es simple: China es un paíÑ‚Âs aún más escindido en dos de lo que se dice y afirma. Junto a zonas con un crecimiento de más del 20% anual, existen inmensas áreas que, pura y simplemente, subsisten; pero incluso en aquellas con un crecimiento disparado, las diferencias son abismales.
PaíÑ‚Âs escindido en dos, con una cultura y una historia que han determinado un tipo de sociedad que ha tenido que ingeniárselas para sobrevivir mediante componendas y artimañas desarrolladas en un inamovible sistema dictatorial y represivo, que hoy se ha abierto al capital y a los negocios internacionales, pero que permanece lastrado por innumerables frenos. (Y no me estoy refiriendo ahora a las carencias en infraestructuras que China continúa padeciendo en estos momentos).
El dictamen de mi amigo es determinante: es imposible para una compañíÑ‚Âa pretender tener éxito en China si no cuenta con un almacén situado en China que actúe como elemento regulador; es imposible que una empresa tenga éxito en China si no cuenta con supervisores de la propia empresa ayudados por personal chino de absoluta confianza; es imposible alcanzar el éxito en China si no se domina el idioma mandaríÑ‚Ân y/o el cantonés o, cuando menos, no se cuenta con intérpretes en quienes se pueda confiar ciegamente.
Le pregunté a mi amigo qué impacto tendríÑ‚Âa en China una crisis mundial seguida de una larga depresión; sin dudarlo me respondió: "LimitadíÑ‚Âsimo". La razón es, si se medita, lógica. En una crisis de esas caracteríÑ‚Âsticas, el impacto sobre la China conectada con las compañíÑ‚Âas extranjeras, basadas en China y sobre la China vinculada con el exterior, seríÑ‚Âa demoledor, pero la mayor parte de China no se encuentra volcada hacia el exterior: su situación es de aislamiento.
La inmensa China rural y los gigantescos barrios de las ciudades jamás pisados por un occidental en los que todo: los talleres, las tiendas, los mercados, elaboran bienes y servicios chinos para ciudadanas chinas y para ciudadanos chinos, ni se inmutaríÑ‚Âan. Le pregunté cómo era ello posible teniendo en cuenta que, de una u otra manera, las interconexiones económicas llevaban a que todo suceso influya en todo el conjunto. Me respondió que eso era cierto en un paíÑ‚Âs occidental, pero no en China: las dos Chinas predeterminan una doble economíÑ‚Âa, una doble realidad.
Se lo he dicho en las dos entregas anteriores y se lo repito en esta: piénsense dos veces el ir a China a hacer negocios pero, si finalmente deciden ir, organicen y aten todos los cabos de su operación: será la única manera de que no tengan sorpresas desagradables.
Como epíÑ‚Âlogo del epíÑ‚Âlogo les recomiendo un artíÑ‚Âculo que pone de manifiesto todo lo que hasta ahora hemos estado comentando del gigante en estas tres entregas; fue publicado en el suplemento de La Vanguardia del Domingo de 13 de noviembre; pueden leerlo aquíÑ‚Â: http://www.lavanguardia.es/web/20051113/51197486763.html, les aseguro que pone los pelos de punta.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.
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