El reciente acuerdo alcanzado entre los entes regionales (continúo resistiéndome en llamar ?autonomíÑ‚Âas' a lo que son regiones económicas) y el Gobierno central del Reino de España, que ha cristalizado en la modificación de la Ley de Horarios Comerciales, aboca, otra vez, a la políÑ‚Âtica a ponerse de culo con respecto a la realidad.
La filosofíÑ‚Âa de esta ley -Uds. saben- es muy simple: determinar unos líÑ‚Âmites superficiales y de horarios a la apertura de locales en los que se realice una actividad comercial a fin de defender a los pequeños comercios ante el poder de las grandes cadenas que disponen de una potencia inconmensurable para, en el líÑ‚Âmite, mantener abiertos sus macrocentros 24 horas los 365 díÑ‚Âas del año. Craso error: la tecnologíÑ‚Âa se carga esas consideraciones, de ahíÑ‚Â lo de ponerse de culo con la realidad.
Hace poco, me comentaron un proyecto que se está estudiando para ponerlo en marcha en la ciudad de Los Ángeles; tal proyecto cristalizaríÑ‚Âa en la apertura de una tienda de ropa de 15 m2 que dispondríÑ‚Âa de un stock de ... tres millones de prendas de vestir. La tienda funcionaríÑ‚Âa de la siguiente manera.
Al acceder al local, la persona se encontraríÑ‚Âa en una especie de podium y frente a una gran pantalla; en el podium, una consola y una pantalla de ordenador. La/el futura/o compradora/or seleccionaríÑ‚Âa en la consola y entre un extenso menú, la prenda que desea, por ejemplo: "Camisas" - "Manga corta" - "Lisas" - "Gama de color: azul" - "Deportivas"; y en la pantalla del ordenador apareceríÑ‚Âan varias camisas que cumpliesen las caracteríÑ‚Âsticas escogidas.
A continuación, un láser escanearíÑ‚Âa a la persona en toda su altura y su imagen -escala 1:1- apareceríÑ‚Âa -en alta resolución- en la pantalla situada en el extremo del local. La persona iríÑ‚Âa seleccionado camisas desde el podium e, instantáneamente, su imagen, en la gran pantalla, iríÑ‚Âa apareciendo ataviada con la camisa seleccionada. Una vez decidida la camisa a adquirir, introduciríÑ‚Âa su tarjeta de crédito -¿existe algún otro tipo de tarjeta?- y tres díÑ‚Âas después recibiríÑ‚Âa -una vez realizadas las adaptaciones pertinentes a su hechura particular- su camisa en su domicilio.
¿Ven lo que ha sucedido?. La tecnologíÑ‚Âa ha conseguido que en una superficie míÑ‚Ânima (la imprescindible), pueda disponerse de una cantidad enorme de prendas de vestir, que la persona que va a comprar pueda probarse esas prendas y que el personal de esa tienda sea cero. ¡Y pretenden regular los horarios de apertura!, ¡y pretenden regularlo por superficie!.
Me dirán que aún falta para que algo asíÑ‚Â se generalice, que para adoptar tiendas como esa hace falta un salto cultural, que las personas mayores no irán a tiendas asíÑ‚Â, que ...; y yo les diré que síÑ‚Â, que vale, pero también les diré que hay que ir siempre un paso por delante, no cuatro por detrás. En otras palabras, o los que mandan se anticipan a lo que ya está viniendo y diseñan la legislación pensando en el próximo futuro, o la tecnologíÑ‚Âa nos barrerá a todos, incluidos a ellos. Y lo dicho para las tiendas de ropa es aplicable a un sin número de actividades del sector servicios. El que avisa no es traidor.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa. Universidad Ramon Llull.