Todo el mundo se puso muy contento cuando el Sr. Pischeterieder, presidente del grupo Volkswagen, le dijo, el 16 de Enero, al Sr. José Montilla, ministro de Industria del Reino de España, que no pensaba desmantelar las instalaciones que la compañíÑ‚Âa alemana tiene en la piel de toro, ¡y no es para menos!; lo que pasó totalmente desapercibida fue la coletilla que el Sr. Pischeterieder añadió: siempre y cuando mejore la eficiencia de tales instalaciones.
¿Qué quiso decir, exactamente, el presidente de Volkswagen con esas palabras?. ¿Qué significado tienen en el entorno de Seat y de Landaben?.
Hasta los años 80, el beneficio que una compañíÑ‚Âa obteníÑ‚Âa era un resultado, el beneficio era el resultado de restar los costes totales de fabricación de los ingresos obtenidos por la venta de lo fabricado, pero a partir de los 80, eso dejó de ser asíÑ‚Â. Desde entonces y hasta los finales 90, el beneficio se convirtió en una función del precio de venta, de tal modo que el beneficio seríÑ‚Âa el resultante del precio a que en un determinado mercado ese bien fabricado o servicio elaborado pudiesen venderse; las compañíÑ‚Âas japonesas de automóviles llegaron a saber mucho de eso. ¿Y hoy?, ¿qué pasa hoy con el beneficio?.
A partir de finales de los 90, el beneficio empezó a ser fijado, es decir, dejó de ser un punto de llegada y se convirtió en un punto de partida. Muchas compañíÑ‚Âas -de automóviles y de no automóviles- comenzaron a determinar el beneficio al que en un períÑ‚Âodo deseaban llegar, el beneficio que queríÑ‚Âan alcanzar, es decir, que buscaban; y empezaron a adaptar sus estructuras a ese objetivo.
Evidentemente, el tema continuaba siendo una cuestión de costes, entre otras cosas porque los mercados hacíÑ‚Âa tiempo que habíÑ‚Âan dejado de aceptar los precios a los que los fabricantes queríÑ‚Âan vender pero, por encima de los costes, el acento empezó a ser fijado en la productividad, elemento absolutamente imbricado con la tecnologíÑ‚Âa, una tecnologíÑ‚Âa cada vez más sofisticada, más barata y más fácil de utilizar.
Desde los 80 se sabíÑ‚Âa que el crecimiento económico -incremento de PIB, es decir, el aumento de valor de lo fabricado- y empleo habíÑ‚Âan dejado de estar relacionados, por lo que ese ?nuevo' elemento: la productividad, adquirió una nueva dimensión.
La mayor eficiencia que exige Sr. Pischeterieder para mantener Seat y Landaben, equivale a demandar una mayor productividad. Por el lado de Volkswagen eso significa inversión, por el de las plantas españolas racionalización del factor trabajo y mejora continuada en la organización.
Realmente, ¿existen tantos motivos para ponernos tan contentos por las palabras del presidente del grupo automotriz alemán?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.